La corrida de Las Ramblas fue un desfile de gordos. El orgullo curvy ha llegado a Las Ventas y desde La Quinta —salvando los aerodinámicos de Baltasar Ibán— todos han contoneado sus carnes por la arena de Madrid. Stop gordofobia es el lema de este San Isidro. Los seis de Las Ramblas han sido exagerados. Qué carnes, qué pechos, qué morrillos. Un hato de toros alimentado de noche en la puerta de atrás de un McDonald. Como si para correr el 1500 mandáramos a Falete. Estos son los atletas del mundial del toreo. Obesidad y kilos para que por lo menos embista la tablilla.

David Mora es el matador que más suerte tiene del escalafón. Esto lo sabe hasta Emilia Landaluce. Lidera el grupo de hombres a los que le embisten las piedras. No puede salir de casa: hay toros buenos esperándole en el portal. Acosado por los triunfos potenciales, vive agobiado en una vorágine de buenas embestidas. Luego, siempre se produce el desencanto. Alguien debería dirigir un documental hablando con la afición, esa familia depresiva y alcohólica subyugada por la presencia fantasmal de nuestro Carlos Fabra.

El toro Opaco llevaba un Ferdinando dentro. El sueño de los cursis pisó Las Ventas con todo su trapío ondeando la bandera blanca. Acobardado, tres veces se acercaron los subalternos. Él huía, olía la tierra, se le aflojaba el esfínter. Síntoma de haber pisado un millón de corrales. A saber las vueltas que llevaba. El toro siguió danzando cortando el viento con la media luna afiladísima que cercaba el terreno a su alrededor. David Mora hacía gestos diciendo que no veía. Un año después el mismo presidente volvió a sentir compasión de él. Lo devolvió y a los cabestros sí se tiró. Una decisión insólita y errónea. Ya van muchas cagadas esta feria. "Fuera del palco", gritó el gentío.

Aquel lío sólo podía desembocar en un cosa: que saliera un toro embistiendo. Efectivamente. El sobrero de José Cruz, terciado, fue protestado por contraste con el resto de bodoques. Astifino, por detrás se escurría, medido, apenas perceptible el remate, acentuados los cabos finos. La plaza se convirtió en puro murmullo hasta que se echó de rodillas David Mora. La gente gritó miau a las verónicas. Corría el torillo por las telas. Saludó Ángel Otero.

El inicio de faena de Mora fue muy templado. Un buen toro, con cierto son. David Mora lo toreó en su lío, cambiando la forma del muletazo intermitentemente. Vertical y desparramado, modificaba también el trazo y las distancias. Sin definir el torero con un toro para entregarse. El muletazo no rompe; salía sólo por debajo Cortés, que se dedicó a embestir hasta el final, cuando ya estaba más suelto, sin que nadie se le hubiese impuesto. Impotente David Mora. A punto estuvo de dejárselo vivo.

A su primero lo mató por derecho. Una estocada recta. El índice de masa corporal de Surcador estaba disparado. Había estado en Colmenar en verano y metabolizó el estrés en grasa. Todo el perfil de plaza de tercera: pobre y astigordo. Qué lomo tenía, un portaaviones desde las alturas. Embestía con codicia y había que llevarlo. El final era potente. David Mora pisaba los cristales de sus limitaciones. El codo quebrado, la dificultad para girar. Al natural hubo viscosidad. Un desarme echó tierra a las leves ascusas. Otro toro al limbo.

'Surcador', el enorme toro de Las Ramblas que estuvo en Colmenar Viejo Plaza 1

Aunque las verónicas le quedaron ligeritas, Juan de Álamo intentó torear despacio. La gente se lo cantó. Acompañaba el toro, un enorme castaño como pintado por Botero, pero sin humillar. Igual en el quite de Garrido. El de Las Ramblas salía del lance asomado a la ventana. Del Álamo entendió las alturas y las distancias. En el incio destellaron dos muletazos. No rectificó los terrenos a pesar del aire. Respondía el paquidermo al pacto de no agresión. La faena bajó un tanto hasta el desarme. La ovación fue calurosísima.

El colorao que salió en quinto lugar era pura carne de matadero. El buey tuvo el mismo aire distraído en la salida de Opaco. Enorme el ojo de perdiz, que hubiera cubierto la cara completa del buen sobrero. Los andares, las carnes sueltas. Nunca se entregó. Iba un poco por dentro. Juan del Álamo inició otra vez doblándose y hasta ahí.

Garrido estuvo mucho rato delante del tercero sin levantar nada. Parado, distraído, gazapón, miraba también un poco. El matador desfiló con todo el repertorio. Sobraron dos o tres tandas. Peor fue el sexto, un malaje montado y astifino que lo midió siempre. Se puso difícil para matarlo. La suerte se había gastado ya antes.





FICHA DEL FESTEJO





Monumental de las Ventas. Lunes, 14 de mayo de 2018. Séptima de feria. Media plaza. Toros de Las Ramblas, 1º con codicia, se dejó a su altura el 2º, parado el 3º, bueno el 4º bis, 5º sin humillar, malaje el 6º.





David Mora, de verde manzana y oro. Gran estocada (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y pinchazo hondo trasero. Tres descabellos. Dos avisos (pitos).

Juan del Álamo, de blanco y plata. Espadazo trasero y tendido. Aviso (saludos). En el quinto, estocada arriba (silencio).

José Garrido, de verde botella y oro. Pinchazo sin soltar, pinchazo hondo y espadazo desprendido (silencio). En el sexto, pinchazo arriba, pinchazo sin soltar, pinchazo y estocada casi entera tendida. Dos descabellos (silencio).