Qué estampa la de Berreón. Salió a la plaza como un dandi con bastón, paseando por la arena, asomándose un poco a los burladeros, pasando de los primeros capotes. Era el primer toro de la tarde y su presencia imantó el lugar. Esa indiferencia con los hombres le daba aire aristocrático: un marqués paseando por Ponzano. Pesaba 586 kilos y se pavoneaba tan cárdeno, bragado, calcetero bajo la atenta mirada de miles de personas. El animalismo es esto. En la pasarela tuvo la actitud de la edad cumplida. Esas miradas serias, esperando respuestas. A mí me recordó en miniatura a Liebre, el célebre toro —invento— de Rehuelga. Latía la sangre Buendía. Jamás se entregó. Se le intuyó algo de clase en el quite de Bautista, pero nada. No iba más para allá. El francés lo probó por ambas manos, en una faena convertida en tanteo. Berreón medía, olvidadas las buenas intenciones del inicio. Y lo mató en los bajos, desahogándose del mal rato.

La corrida tuvo la "extraña condición de estatua"Antonio Lucas—. Todos los toros fueron bonitos, fotografías con respiración y sonidos en las pisadas, postales para vender en la puerta del cortijo. Detrás de los cortinajes se escondían los cuchillos. A ver, los hubo sin casta, absorbidos por ellos mismos, faltos de poder y otros peligrosos, mirones, pesadísimos en embroques y distancias. No fue fácil estar delante

El toro 'Meloso', berrendo en cárdeno PLAZA 1

El Cid es el torero más transparente del momento. No hace falta asomarse mucho para verle revolotear las fatiguitas. Hace tiempo que está amortizado, rulando ahora por los pueblos y tomando a tragos cortos este tipo de compromisos. Esta sensación es extraña: el respeto se gana y se pierde. No tiene nada que ver el respeto de ser matador con el respeto de que seguramente haya otros con más necesidad y facultades.

Brindó en los medios a su plaza. Le brillaban los ojos a Moeckel. Ruiz Quintano vibraba. La gente aplaudió con ganas. El Cid esperó al toro berrendo en los medios y se quitó. Saltó a la acera. ¿Por qué entonces ese artificio, Manuel Jesús? Cualquiera sabe. Parecía que estaba en un saloon esquivando balas. Los pies redoblaban. Por la derecha hubo una tanda que casi, se le dijeron cosas a los muletazos. Un eco de las glorias pasadas —y pinchadas—. Al natural, su mano, lo pasó peor con el bonito toro cercándole las espinillas. No pudo aguantarle la trazada interior. Todas las precauciones: estaba rodeado de triángulos y con el chaleco fosforito puesto. El toro, rajado, fue el último en irse. Lo mató pensando en el AVE.

Cuando nació el quinto me estaba presentando a los últimos exámenes de la carrera. Casi seis años han pasado. Me obsesiona eso: ¿qué toros para describir un lustro después están naciendo ahora? Era enorme. Ofensivo, abierto de pitones, negrazo, suelta la carne de la badana y musculoso el resto del cuerpo. Hay otro poso en los negros de Santa Coloma. Un pelín cuesta arriba. Como si apoyara los brazuelos en un breve escalón. El Cid lo pasó más que mal. Fue una pesadilla: pegajoso el toro, lo radiografió al completo. Hasta el punto de estar vendido. Incluso se le vio huir al matador. Es verdad que el toro tenía guasa. En los medios se la puso de perfil con la izquierda. Corrigiendo en el último tramo siempre. La gente pitaba. Sentí compasión. Puede ser la tarde que lo convenza del todo. La fragilidad cuenta cuando se intuye detrás algo. Para El Cid sólo hay un luminoso letrero de salida. Y le queda otra en la feria. Ay.

A Morenito de Aranda le cantaron las verónicas arrebatadas. Hubo un aluvión de flashes de garganta en cuanto soltó el capote. Cegadoras. Al toro le dieron en el caballo. Se arrancó de largo y el picador se agarró duro. Bajo el 7 llovían improperios. Y el toro ya se defendía de los vuelos. Morenito brindó al público; hasta ahí el candor del triunfo. Este toro apenas se movió. Toreó pegado a los exigentes, como en casa, y estuvo solvente con un toro definitivamente vacío y malaje. "Gracias, picador", gritó uno, como si el hombre fuese un freelance y no cumpliese las órdenes del torero.

El sexto se arrancó recto al caballo. En estas estampas siempre hay algo de argumento. El fondo de la vieja tauromaquia. Brioso llevaba un peligro sin banda sonora, era complicado estar delante, como con la mayoría de los toros. La primera tanda llegó a los tendidos. Se creció Morenito a la vez que el toro hurgaba en su fondo malo. Resultó ser un pendenciero cárdeno el que buscaba al matador. Ahora todo el mundo lo podía ver. Lo intentó el torero, esquivando la esquirlas de embestida que saltaban. Sin abrir la boca, Brioso le tomó las medidas, con todos los defectos acumulados saliendo a borbotones por la puerta grisacea de sus ojos egipcios. Los arreones eran de suavón, sin espectacularidad: por eso peores; como los de un jefe sin talento. Hubo cierta emoción, frenada por la espada. Se atascó Morenito emborronando una buena actuación.

Los pitones blancos del cuarto culminaban en una punta nevada de negro. El K2 mortífero del toro. Cárdeno, se fue disolviendo progresivamente. Un detalle de Bautista con el capote para dejarlo al caballo. Como la larga al toro de Morenito. Este quinta tenía más el aire Santa Coloma de hechuras medidas. La cola y la muleta volaban levantadas por el viento. Al natural tuvo una arrancada buena y un embestida con ritmo, fundida en el instante. Una charquita en el desierto. Bautista no decía mucho tampoco. Sosos al cuadrado. Algún natural suelto. Esta vez sí mató bien. El saludo fue un poco forzado. Hubo esa cosa tan torerísima que es la división de opiniones. Poner de acuerdo a todo el mundo es una horterada.



Bonita larga de Juan Bautista PLAZA 1

FICHA DEL FESTEJO



Monumental de las Ventas. Miércoles, 9 de mayo de 2018. Segunda de abono. 15035 asistentes. Toros de La Quinta, sin entrega el 1º, mirón el 2º, a la defensiva el 3º, 4º sin poder, 5º con peligro, igual que el 6º.

Juan Bautista, de azul cielo y oro. Bajonazo. Un descabello (silencio). En el cuarto, buena estocada (división de opiniones en el saludo).

El Cid, de azul noche y azabache. Espadazo muy trasero y tendido. Dos descabellos (silencio). En el quinto, espadazo algo desprendido y atravesado (silencio).

Morenito de Aranda, de azul marino y plata. Pinchazo hondo. Cinco descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, dos pinchazos hondos, pinchazo, pinchazo desprendido. Cuatro descabellos. Dos avisos (silencio).