Sevilla

Largábamos ya de la corrida de Matilla, tan descastada y tan impropia de esta plaza. Otra vez un puñado de toros altísimos junto a otros menores. Supongo que los veterinarios son ya burócratas sin gusto. A Sevilla son los que le hacen más daño junto con los vagos. Cuando el día anterior se anunció que pasaron el reconocimiento los siete toros reseñados por el capo salmantino hubo risas flojas. Matilla está empotrado en Pagés, como en Plaza 1, y así las cosas se entienden más rápido. El quinto daba razones para la rajada, digo, huido también a las primeras de cambio. Como el tercero de Roca.

Talavante andaba enredado con el capote. Luego, los muletazos no tuvieron mucha continuidad. El toro buscaba la salida. Olisqueaba las rayas. Asomado a las corrientes de los ventanucos. A Talavante no se le veía ninguna intención. Danzaron los dos junto al tercio del 7. No lo esperaba nadie. Tampoco el toro: los derechazos fluyeron sobre la cadencia. Hubo una escalada de toreo templado hasta la tercera tanda, definitiva, por la forma de traerse al toro prendido por los flecos, tan despacio, envuelto con la cintura. En Talavante hay algo inexplicable y ahí está todo. Qué despacio y hundido toreó. La gente sucumbió a ese encanto. Amarró la estocada como no lo hizo en su primero.

Talavante, con la oreja Efe

Qué alto fue ese. Los zancos de los carnavales canarios. Se encontraron Roca y Talavante en los quites. El peruano voló bajo con tres chicuelinas ajustadas y una media toreada hasta la cadera. Talavante marcó el ritmo de su faena con dos verónicas defectuosas con compás. En la muleta pasó algo parecido. La gente seguía los muletazos como a un pelotón ciclista. Sorprendidos, volvían la cara. Talavante toreó despacio por las dos manos. Dos naturales fueron sublimes. Igual que la trinchera del inicio, flexionada la figura. Redondos los derechazos de media embestida. No hubo máxima reunión porque el toro soltaba la cara. Tenía bastante cuello que utilizaba como resorte. Talavante estaba despojado del trazo, y aún así había calidad. Por la entrega. No la tuvo matando.

Fanfarron —tan poca cosa, tan feo— fue la víctima de Matilla. La presidencia arregló el (presunto) contubernio de los corrales devolviéndolo. Volvió a chiqueros cuando los cabestros cagaban a sus anchas el albero.

Salió el sobrero auscultando burladeros. Casi cinqueño, los rizos le recorrían la bola del morrillo como una línea de pólvora que estallaba en la frente. La badana al viento. La cuna amplia de los pitones. Un terminator de carne.

Roca Rey traía el viento de cola de Resurrección. La gente le explicaba al de al lado quién era. El boca a boca funciona. Se le esperaba. "El chavalito" se estiró a la verónica con las gargantas. Dos fueron buenas.

El brindis al maestro Campuzano sumó más peso a su balanza sentimental con la plaza. La gente cuchilleaba cuando se fue a los medios. A la barbaridad de toro le aguantó muchísimo en un cambiado y el natural surgió flameante. Huyó el toro a las cuerdas. Antes de las rayas llegó la primera tanda con dos derechazos tirando del bicho, que tenía un embroque emocionante. Iba largo por esa querencia a las tablas. La plaza entró cuando se rompió Roca en el final del muletazo. La tanda de naturales se quebró en un tropezón. De nuevo con la derecha intentó sostenerlo, ya sin éxito, y en el naufragio de la casta aún sobresalieron dos muletazos en el alambre. Con la tensión diluida pinchó. Las ganas no: hubo una gran ovación.

Roca Rey se tragó el otro sobrero. Un torrestrella escurrido y sardo que sustituyó al endeble oficial. Callaba la plaza como sólo sabe callarse la multitud en esta ciudad bajo los focos amarillos. Pronto se deshizo el hechizo con las protestas. Muy escurrido el suplente, una cosita. Un volatín lo terminó de rematar. La gente se apiadó de él. Roca también. Lo esperó con la muleta plana sin agobiarlo a ver si le servía pero nada. No tuvo prisa. Se lo pasó muy cerca. El torín renació un instante derrotando al pecho del puntillero, que salvó la vida.



Curro Javier se libró también de la cornada. El cuarto se le coló a Perera en una verónica. Había algo en Chirrina que lo atenazaba. Dudaba. Ambel le majó dos capotazos en la lidia. Estaba el toro con él. Curro Javier lo esperó en los medios. Apoyado en el par, perdió los pies cuando aterrizó. Dio dos pasos ingrávidos, resbalando en el albero y cayó de espaldas. La fiera rubia quiso comérselo en el suelo. Pasó como una centella por encima del cuerpo vendido. Lo encontró. Hubo un lío de carnes y bordados, piernas y patas, pitones y capotes. Del revoltijo surgió el hombre con toda la gente asomada de puntillas a la acción, congelado el momento una milésima de segundo. Indemne el banderillero —rota la taleguilla, en la piel se encendía un trazo— se incorporó a duras penas. Triunfó el hombre, que es el triunfo de la humanidad, de lo real, y sonó la música y la ovación estrechó los arcos. Justo detrás del morrillo se elevaban las dos banderillas. Después, sin entrega, el toro no dio opciones a Perera, que se resignó a su suerte.

Instante en el que el toro prende al banderillero del suelo Efe

Antes intentó construir sobre el fango del primero, que siempre huyó. Le molestaba la muleta, luego el torero. La plaza suspiró en un par de dentelladas. Si hubiera sido adolescente, el toro te rompe un armario. No tuvo personalidad para nada, perezoso, agotado existencialmente, protestón y malaje. A Perera no le llegó el agua a los tobillos.

Si a Matilla también le embistiesen los toros esto sería aburridísimo.





FICHA DEL FESTEJO





Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Viernes, 13 de abril de 2018. Cuarta de abono. Casi lleno. Toros de Olga Jiménez, 1º manseó orientado, tuvo media arrancada el 2º, rajado el 3º bis y soso el 4º y uno de García Jiménez, el mansito 5º, y un 6º bis de Torrestrella desfondado.



Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro. Pinchazo arriba, pinchazo arriba y espadazo trasero (silencio). En el cuarto, pinchazo en los bajos y estocada trasera (silencio).

Alejandro Talavante, de blanco y oro. Espadazo tendido y caído, pinchazo trasero, estocada defectuosísima en los bajos, estocada entera (silencio). En el quinto, espadazo efectivo (oreja).

Roca Rey, de malva y oro. Pinchazo agarrado  y tendida y estocada entera. Aviso (ovación). En el sexto, media estocada agarradísima (silencio).

PARTE MÉDICO

Curro Javier sufre un varetazo con contusión en región lumbar paravertebral izquierda. Se coloca vendaje contención lumbar y analgesia. Pendiente de estudio radiológico.