El sector taurino vive la revolución estancada de pensar. Se puede decir que la industria está inmersa en un proceso de secularización despojándose de algunos gafes, guardando los botos camperos. Esta es una fase previa de la fase previa en la que se pretende exponer el proyecto de explicar la tauromaquia, que es a su vez otra fase previa. Whatever.

Juan Iranzo con el libro Un día de toros, autoeditado y autodistribuido, financiado por crowdfunding e ilustrado por el propio autor, que es lo que lo aleja de los tradicionales intentos de comprimir y despejar una corrida de toros, ha cogido un camino más directo: lo ha hecho. “El problema es la endogamia. Hay que trabajar para fuera. Me da igual que el mundo del toro no entienda mi trabajo o no lo considere, quiero salir fuera de ese ámbito”, dice el artista aragonés.

Iranzo, “también me dedico a la comunicación”, aunque trabaja para "organismos públicos o marcas deportivas", en realidad no es un outsider. Es fundador del portal de información Cultoro, en el que ha trazado su imagen de marca, diseña los carteles de algunas ferias y muchas de sus creaciones están inspiradas en la tauromaquia. “Siempre he querido canalizar mi afición en mi profesión. Lo que siempre me ha gustado es acercar lostoros a quien no es aficionado, eso me motiva muchísimo”, explica.

Un día de toros era en principio otra de sus obras para niños, con el diseño habitual y la estética de otras ediciones propias que explican el toreo. “Saqué Toros para niños el año pasado. Mucha gente me ha dicho que esto en realidad no era para ellos porque explica el rito, las pautas, es algo más serio. Está en un punto intermedio. He pretendido que sea una guía ilustrada” que no ha interesado a ninguna distribuidora. “He hecho muchas llamadas. Algunas me han contestado, otras no. La primera edición se ha agotado rápido. La segunda va por la mitad. Tengo la sensación de que la gente lo está comprando dos veces, nunca me había pasado con otra de las cosas que he hecho”, explica este éxito.

Extracto de 'Un día de toros'

¿No cree que los aficionados son muy intensos queriendo siempre explicar lo que ocurre en la plaza? “Sí, bueno. A veces el aficionado es pesado. La gente se tiene que aproximar a nivel estético, con mensajes visuales. El primer impacto tiene que ser visual. Tampoco puedes agobiar al que esté interesado porque le va a dar pereza”, señala al objetivo de su publicación: “hay mucha gente que está en medio”, dice de los que van a la plaza sin complejos pero que tampoco son aficionados, “es a ellos a los que hay que darle argumentos”.

La suerte de varas

Por eso, Iranzo desgrana lo que ocurre en la plaza desde por la mañana hasta que se arrastra el último toro, un ejercicio en el que, dice, no hay maniqueísmo. “Es una base. No pretende discernir lo que está bien o mal. No soy quien para cuestionar qué está bien o mal. Jamás me atrevería a decirlo. Hay unos cánones estéticos objetivos, eso sí, pero luego hay cuestiones subjetivas, personales, en las que no pretendo entrar. No explico cómo debe colocarse el torero en el primer muletazo”. El guión, conciso, directo, fácil, ha salido solo. “Es un recorrido mental, como si me dirigiera a un amigo que no ha ido nunca a la plaza. Al toro no se le mata así a lo loco, hay un fundamento detrás”.

¿Qué proyectos tiene ahora? “Quiero hacer una colaboración junto a otra persona, más orientado al aficionado. Estoy preparando un corto de animación para Colombia con la estética de Toros para niños y una exposición audiovisual, Toro fiero, con la que creo que no van a estar de acuerdo algunos aficionados y sobre todo los profesionales pero es mi concepción de la tauromaquia”, aclara mirando de reojo a la película de animación Ferdinando. ¿Es su antítesis? “Van por ahí los tiros”.

En la comunicación taurina, confirma, “hay mucho por hacer. No hay que pensar tanto en el aficionado. Hay que intentar salir del sector, hacer algo que lo beneficie. Aunque no me hace falta, hago otras cosas que me dan de comer y podría vivir sin dedicarme a lo taurino, es lo que intento”.

Representación de un torero vistiéndose en el hotel