El Cid, después del discretísimo paso por San Isidro, volvía a Las Ventas en Otoño, escenario de una de sus 25 resurrecciones. Relanzado este verano por las sustituciones, cuando andaba oculto en ese circuito de viejas glorias y pueblos, se intuía cierta esperanza en su vuelta a Madrid. La ausencia de Ureña le dejaba en bandeja la oportunidad de sustituirlo como ojito derecho de esta caprichosa afición: devolverle lo de mayo. Lo esperaban.

Un marketing muy cuidado envolvió toda su actuación. Compraron. El primero de su lote, el segundo, enseñaba las palas. Hacia arriba iba la borrasca grisácea de los pitones. Apretó en banderillas y Alcalareño tiró de zapatilla para alcanzar las tablas. Luego reunió toda la torería para apoyarse en la boca del burladero mientras recuperaba. Las dos velas se erguían desde la cara afilada de 'Sombrerillo'.

La faena comenzó con el adolfo sin fuerza. Una tanda corta de bienvenida. Tiró despacio de él. Destelló un solitario derechazo. A El Cid se le veía con ganas de agradar. Se le paró el toro y se congeló. Cuando le pidieron la mano izquierda como un bis, se le encendió una sonrisa. La primera serie por ahí fue desordenada, rápida y afanosa. El toro por ahí no era el mismo. Lo toreó encantado de conocerse, pero no tenía recorrido y estaba agarrado. Insistió e insistió. Pues nada. Era tarde cuando volvió a la derecha. Taponó la ovación desde el callejón para dejar que se desbordara en un timing perfecto. Qué gran conocedor de esta plaza es.



Al quinto lo aplaudieron por inercia. Sería por las puntas centrifugadas, veletas en un tifón. 'Murcianito' era feo. Cárdeno, a punto de cumplir los seis. Ensillado. Tenía personalidad en las hechuras como lo tienen los invitados al Diario de Patricia. Lo recogió con suavidad Cid con el capote lidiándolo. Hubo carreritas demagógicas, así agachado, aparentando facilidad tocando con el capote a cada ojo al toro que le hacía hilo. Por fin apareció un subalterno. Lo dejó largo al caballo. Al picador le dio pereza hacer la suerte. El encuentro fue un big bang. La onda expansiva levantó al caballo. Se agarró bien Bernal, soportando toda la fuerza del bólido y el muro.

El Cid brindó al público consciente del cartucho que se resbalaba. El año que viene no estará Taurodelta. Y citó en la larga distancia. Con su incipiente vejez, el toro se lo pensó yendo hasta la segunda raya. Aguantar eso debe ser un trago. No rectifico Cid. La disposición se diluyó en la tanda, todos los muletazos encorvados, sin entrega. El toro humilló. Iba. Sólo el pase de pecho relució algo entre tanta tibieza. Lo esperó en un derechazo bien. Fueron alcanzándose el uno al otro. El toro muy parado posibilitó un natural hueco, vacío. Pues se empeñó por ahí el matador cruzado, dándose paseos que aguaron cualquier intento de revolución. 'Murcianito' bajó lo plomos y Cid encendió su luz. Acabó metido entre los pitones. En el recuerdo la primera serie medio quitado. Recogió una fuerte ovación que en un principio no quiso saludar. Cabizbajo, daba ese punto de lástima que pone tanto a Madrid. Las palmas le retumbaron como un recordatorio de lo que ha hecho aquí. Pirri custodiaba mirando al 7 cualquier intento de insumisión.

Rafaelillo llegó a Madrid con el moño de trabajo. El azul pavo tan gastado, tanto sufrimiento acumulado en esas taleguillas. El primero fue un toro recogido. Sin estridencias ni carencias. Con el capote abrió un telón por el lado izquierdo en la trabajada verónica. El montado se quedó varado en la montura. El toro lo tiró para atrás, le dio la vuelta al caballo y ahí se quedó el pobre hombre atrancado: no podía subirse sujeto por la barriga y no podía dejarse caer porque estaba el toro. Lo llevó el matador tres veces al peto en tres Fuertes puyazos. Metió quinta Rafaelillo con los doblones. Mezcló algún ayudado. Quería guerra. Bajó el pistón en uno y fue el mejor. El toro iba con inercia y se queda progresivamente. Rafaelillo no se impuso, acomodado a esa condición. Los primeros derechazos mejores. Humillaba cada vez menos. Tenía nobleza sin fondo. Se quedaba debajo. Embestía bien cuando lo hacía. En la bajamar del adolfo, Rafael de Murcia dio tiempo entre naturales, sin molestarlo.

Luego masacró al cuarto en un puyazo que valió por cuatro. La barrena apretó las carnes, escarbando en el lomo. Al quitar la fresadora una fuente bañó el lomo. Luego en el segundo ni tocarlo. ¿Eso para qué? ¿No será mejor dosificar?



El primer muletazo tuvo intensidad, abiertos toro y torero. Por dentro arrolló el cárdeno. Lo sujetó Rafaelillo en ese ímpetu. Viraron hasta los medios, descaro el matador. Dos naturales se descolgaron derecho Rafaelillo, estirado el brazo, relajada la cintura. Un suspiro. La faena no encontraba sin embargo el norte. No daba para guerra de escaramuzas por lo que finalizó. Una gran estocada a la segunda maquilló todo eso. Al toro le recorrió la muerte por las extremidades cayendo a los pies del enjuto torero. La ovación fue a la estocada. Arreglado.

Morenito de Aranda quedó inédito por su lote.

ADOLFO MARTÍN/ Rafaelillo, El Cid, Morenito de Aranda.

Monumental de las Ventas. Domingo, 2 de octubre de 2016. Última de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Adolfo Martín, 1º noble no se rebosó, sin celo y rajado el 2º, 3º deslucido y sin fuerza, humilló sin gas el 4º, 5º de contado poder y apagado, descastado el 6º.

Rafaelillo, de azul eléctrico y oro. Estocada tendida. Un descabello (saludos con división). En el cuarto, pinchazo y gran estocada (saludos).

El Cid, de verde botella y oro. Espadazo trasero (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada casi entera agarrada, atravesada y caída. Un descabello. Aviso (saludos).

Morenito de Aranda, de burdeos y azabache. Pinchazo y pinchazo hondo (silencio). En el sexto, pinchazo delantero, pinchazo y espadazo entero (silencio).

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