Corrieron los de Victoriano del Río el martes por la mañana en poco más de dos minutos los 800 metros que separan los corrales del Gas con la plaza de toros. Una de las carreras más rápidas de la historia reciente del encierro, según Datoros. Volaron bajo por Santo Domingo. El convoy de la manada, disparado y conjunto, alcanzó Mercaderes en un suspiro, como si fuera una locomotora o un quitanieves de hombres.

Más tarde, la corrida fue interesante y culminada por el quinto, un buen toro que embistió humillado y con ritmo. Fue premiado con la vuelta al ruedo. Allí estaba Juli, claro. El victoriano era fuerte, apretado y astifino, pitón blanco.

El Juli lo entendió perfectamente, manejando las distancias y la altura de la mano baja. Matices en el poder. Tuvo calidad el toro y suficiente fondo para aguantar la sucesión de series que planteó Juli. Una conjunción perfecta. Las dos orejas se presentían cuando se perfilaba. La estocada trasera las confirmó, enterrado el acero con la fuerza del salto y la mano como misil tierra-aire.

Tarde completa

Tarde completa para el madrileño. Además de con el quinto, confirmó todo lo que es con malo segundo. Qué complicado. Iba por dentro. No terminaba de humillar, se desplazaba hasta donde lo llevaban. La muleta de Juli se impuso. Fue haciéndolo, tragando en la distancia media. Un natural relajado anunció que la batalla había terminado. En el campo de lucha quedaba una técnica privilegia, el valor y la inteligencia. La última tanda fue la entrada triunfal de Juli en su nueva conquista. Una bandera más.

Con la espada se complicó, el toro no dejaba colocarse, tapado por las dos puntas. Sí se estrelló Juli entonces. Varios pinchazos y un espadazo feo emborronaron la lección.

López Simón tiene la gran virtud de caer de pie allá donde va. Era su segunda tarde consecutiva en la Feria del Toro. Lo increíble es que si le funciona la espada lo mismo estábamos hablando de dos puertas grandes con cuatro actuaciones muy normales. Nada extraordinario tampoco hoy.

Se dejó crudo en el caballo al encastado tercero. No le pudo en el inicio de rodillas, más que intenso fue sin mando. Se vino arriba entonces el toro. No salía de la muleta, apretando. Un pitonazo bordeó la rodilla.

Por fin lo entendió López Simón, que le dio distancia entre muletazo y muletazo sin terminar de estar cómodo. Se le veía algo acelerado, como si no lo disfrutara. Rapidez, sale de la cara y ya está de nuevo toreando. Consiguió muchos muletazos. Saludó una ovación después de la buena estocada a la segunda.

Estocada caída y oreja

El sexto fue más complicado. Reponía quedándose debajo. Como a su primero, lo recibió con verónicas y chicuelinas, el dúo más visto desde Faemino y Cansado. El conjunto de la faena tuvo altibajos, momentos en los que hubo acople, momentos en los que no. De uno en uno al final. Con un pinchazo, de nuevo como el día anterior, y una estocada caída cortó una oreja. Que cuide esa virtud.

Padilla entusiasmó a las peñas cuando estiró la primera larga cambiada en el tercio. Cortó una oreja. Ondeaban banderas negras con la calavera y el parche. El jerezano es torero de Pamplona. En sus dos toros completó una lidia simétrica hasta coger la muleta. Solvente con las banderillas y el capote.

Después la cosa cambió. Al primero más bronco le buscó las vueltas por todos lados. Embestía el toro con ímpetu. Padilla le hizo de todo. Libró un directo al pecho en mitad de una tanda, rozó la punta la base del cuello, y después con la espada, roto el chaleco y partida la camisa, cuando un derrote dio la bienvenida al hierro.

El cuarto fue distinto, con cierta clase. Padilla estuvo bullanguero.