Las claves
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El precio del diésel en España se prepara para un cambio histórico que marcará un antes y un después en la fiscalidad de los carburantes y en el bolsillo del conductor.
El Gobierno trabaja en una reforma fiscal para equiparar los impuestos especiales del gasóleo y la gasolina, un compromiso adquirido con la Comisión Europea.
Si la medida se materializa, repostar diésel será habitualmente más caro que gasolina, con implicaciones económicas, políticas y sociales de gran calado.
Un cambio significativo
La clave de la reforma, según apunta el asesor financiero José Miguel, está en la fiscalidad: "El objetivo es que el diésel y la gasolina se igualen en impuestos, como exige la Comisión Europea".
Este ajuste permitiría a España avanzar en la reducción del déficit público y cumplir algunos de los hitos del Plan de Recuperación vinculados a la recepción de los fondos europeos.
En términos prácticos, los cálculos del sector apuntan a un incremento aproximado de siete céntimos por litro en el diésel.
Actualmente, el gasóleo mantiene todavía un ligero diferencial a la baja frente a la gasolina, pero esa ventaja desaparecería con la nueva fiscalidad.
Merche, también asesora financiera, concreta el impacto directo en el consumidor: "Según los expertos, el diésel subirá unos 7 céntimos por litro, superando a la gasolina, que hoy ronda los 5 céntimos más por litro".
"Esta medida busca reducir el déficit y asegurar parte de los fondos europeos Next Generation", añade la asesora.
El anuncio reabre un debate que lleva años latente. Durante décadas, el diésel fue más barato y favoreció la compra de vehículos para quienes recorrían muchos kilómetros, impulsando la dieselización del parque móvil.
Sin embargo, ese modelo empezó a cuestionarse en 2018, cuando desde el propio Gobierno se lanzó el mensaje de que el diésel tenía "los días contados", en línea con una apuesta decidida por la electrificación.
Esa estrategia choca hoy con la realidad del transporte por carretera, ya que el sector advierte que la subida fiscal tendría un impacto directo en los costes.
Llenar el depósito de un camión podría encarecerse en más de 100 euros por repostaje, una cifra difícil de absorber en un contexto de márgenes ajustados y fuerte competencia.
En este contexto, el malestar se agrava por la falta de alternativas tecnológicas reales para el transporte pesado. Mientras la electrificación avanza lentamente en el vehículo ligero, los camiones siguen dependiendo casi en exclusiva del diésel.
Por ello, la reforma fiscal no se limita a un simple ajuste tributario: se convierte en una prueba de equilibrio entre los compromisos europeos, la transición ecológica y la viabilidad económica de sectores clave.
