Las claves
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En España, el acceso a la vivienda y la organización del empleo público generan cada vez más dificultades para muchos trabajadores.
Esta realidad afecta especialmente al ámbito educativo, donde la falta de vivienda asequible obliga a asumir desplazamientos diarios prolongados.
En este contexto, el elevado precio de la vivienda en Ibiza ha llevado a docentes como Karla Andrade, residente en Palma, a viajar en avión cada día hasta la isla para poder trabajar.
Una rutina compleja
Tras aprobar las oposiciones en 2023, Karla obtuvo plaza como profesora de educación primaria y fue asignada al CEIP Cas Serres de Ibiza.
Desde entonces, su rutina diaria comienza de madrugada. Se levanta a las cinco de la mañana y sale de casa a las seis para coger el primer vuelo hacia Eivissa, en Ibiza.
Tras aterrizar, continúa el trayecto en autobús hasta llegar al colegio, donde inicia su jornada a las ocho. Al finalizar las clases, repite el mismo recorrido a la inversa para regresar a Mallorca, cerrando así una jornada larga y agotadora.
Según explica Karla en el Diario de Ibiza, no es la primera vez que se enfrenta a una situación así: "Y antes era peor, porque mi anterior destino era en Santa Eulària".
En comparación con aquella etapa, su situación actual presenta una pequeña mejora logística: "Ahora todavía estoy cerca del aeropuerto".
El impacto de esta dinámica no es solo físico, sino también emocional. "La verdad es que es una vida muy estresante y si hay algún imprevisto o la guardia se alarga, tengo que volver en el siguiente avión y termina el día y casi no he visto a mis hijos", comenta la docente.
Karla es madre de dos niños pequeños, de tres años y un año y medio, lo que complica todavía más la conciliación. "Si no fuera por la ayuda de la familia, no sería posible", reconoce.
Desde el punto de vista económico, volar a diario resulta, paradójicamente, la opción más viable. "No puedo estar pagando una hipoteca en Mallorca y, a la vez, pagar los 1.200 euros que te piden por un alquiler aquí", señala.
De hecho, según detalla, "ahora, en aviones, me gasto unos 600-700 euros al mes", una cantidad inferior a la que supondría alquilar una vivienda en Ibiza.
Pero el problema no es solo financiero. El traslado implicaría un cambio radical en la dinámica familiar, con consecuencias difíciles de asumir a corto y medio plazo. "No puedo trastocar la vida de mi familia así", afirma.
El proceso administrativo tampoco jugó a su favor. La asignación de plazas, basada en la antigüedad y en criterios de consolidación, dejó pocas opciones disponibles para quienes forman parte de la oposición.
"Nuestra oposición ha coincidido con que le han dado plazas a los estabilizados que tenían más antigüedad, y los de la oposición hemos escogido después de ellos y, claro, las plazas de Palma ya estaban cogidas", explica.
El golpe emocional fue fuerte. Tras meses de preparación y esfuerzo, Karla veía en la oposición una oportunidad para estabilizar su carrera y acercarse a su familia.
"En 2022 estaba embarazada, trabajando en Santa Eulària, y me presenté a la oposición. Cuando aprobé, en 2023, respiré aliviada y me dije 'supongo que ahora sí que podré estar cerca de casa'. Pero cuando en agosto me comunicaron el destino, se me cayó el mundo encima", recuerda.
Pese a todo, Karla destaca el apoyo recibido en su centro actual: "Tengo la gran suerte de que el equipo directivo del centro me apoya y que son un amor. Lo cierto es que Cas Serres es una escuela genial y, a pesar de todo este trajín, me entienden y hacen todo lo que pueden para ayudarme".
Sin embargo, el desgaste es evidente: "Al final una se acostumbra a todo, pero esto te deja exhausta".
