Las claves
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La vivienda afronta una crisis sin precedentes. Pagar un alquiler se ha convertido en una carrera de obstáculos para miles de trabajadores en España con sueldos que apenas cubren lo básico.
Madrid es uno de los epicentros de este escenario: mientras los precios suben, los salarios se estancan. Hoy, alquilar un piso en la capital cuesta de media 1.500 euros mensuales, según el portal oficial de datos del Ministerio de Vivienda, casi el total del sueldo neto de un vigilante de seguridad.
David lo sabe bien. Trabaja cada día protegiendo lugares y después de varias horas, vuelve a su hogar: una autocaravana de siete metros cuadrados aparcada en un parking.
"A la larga estás viviendo en un vehículo. Cuando llueve suenan todas las gotas. Cuando hace frío, son 10 grados menos aquí; cuando hace calor, supera los 15 grados. Si fuera hay 30 grados, aquí estás a 45 grados", explica a laSexta Noticias.
Se separó hace cinco años y, con un sueldo de 1.300 euros al mes, no logró encontrar un alquiler que pudiera pagar en solitario. Los precios suben, y los costes básicos, como luz, gasolina o comida, han reducido su margen al mínimo.
"Tú vas a la gasolinera a comprar suministros. Hoy no se puede ahorrar cuando la docena de huevos te cuesta cinco euros", detalla el hombre a las cámaras.
No está solo. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 270.000 hogares en España viven en condiciones consideradas como 'infraviviendas'.
En los últimos tres años, el alquiler se ha disparado más del 20% en las grandes ciudades.
Este encarecimiento, unido a los contratos temporales y a la falta de parques públicos de vivienda, empuja a muchos a soluciones improvisadas: habitaciones compartidas, pisos diminutos, caravanas, barcos o incluso furgonetas estacionadas en polígonos.
"No es una opción para vivir de forma estable, y si tienes una familia, menos", reconoce David, que intenta mantener la normalidad entre mantas y una pequeña cocina dentro de la autocaravana.
Una persona sacando comida de la despensa de una autocaravana.
Su testimonio pone rostro a una realidad que ya es palpable: trabajar ya no garantiza un techo digno.
Mientras el Gobierno busca acuerdos para ampliar la oferta de vivienda social y limitar el precio del alquiler en zonas tensionadas, la calle muestra otra cara del problema.
