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Las claves

Al igual que otros sectores como la albañilería, la mecánica o la pintura, la agricultura vive un gran problema generacional y escasez de trabajadores.

De hecho, se estima que en España la edad media de los agricultores ronda entre los 57 y los 62 años. Tan solo entre el 8 y el 9% de los titulares de explotaciones agrarias son menores de 40 años.

Por ello sorprenden historias como la de Carlos Muro Pastor, un joven de 22 años que descubrió su vocación por el campo y ha decidido dedicarse a la agricultura.

De vocación: agricultor

La agricultura en España enfrenta hoy un grave problema estructural. La caída de los productos agrícolas, los costes crecientes de insumos como semillas, fertilizantes y energía, junto con la incertidumbre climática y la sequía, han hecho que muchas explotaciones sean económicamente insostenibles.

Este panorama ha provocado que un número creciente de pequeños y medianos agricultores abandone sus tierras, aumentando la concentración de la producción en grandes empresas y dejando un panorama rural cada vez más despoblado.

Uno de los problemas más preocupantes es que los jóvenes ya no quieren dedicarse a la agricultura. La vida en el campo se percibe como dura, con jornadas largas y esfuerzo físico intenso, mientras que las oportunidades económicas son limitadas y los riesgos altos.

Además, la falta de acceso a financiación, tierras y formación especializada hace que el oficio pierda atractivo frente a otras profesiones urbanas que ofrecen mayor estabilidad y mejores condiciones de vida.

La falta de relevo generacional tiene consecuencias profundas para el sector y para la sociedad en general.

Si los jóvenes no se incorporan, muchas explotaciones desaparecerán y se perderá conocimiento agrícola tradicional, biodiversidad y gestión sostenible del territorio.

De ese modo, entre los pocos jóvenes que se decantan por dedicarse a la agricultura está Carlos Muro, un joven de Azagra (Navarra) de tan solo 22 años. Si bien al principio se enfocó en su carrera universitaria, pronto se dio cuenta de que esa no era su vocación.

"Hay gente que no entiende que después de acabar ADE, ser universitario, decida ser agricultor y dedicarme al campo", afirmaba a Diario de Navarra. "Sobre todo gente mayor, aunque también algún amigo me dice si me lo he pensado bien".

Si bien la agricultura está en la familia, Carlos decidió primero probar la carrera universitaria. Incluso realizó sus prácticas durante el verano en las oficinas de Caja Rural. Pero ahí no tardó en darse cuenta de que lo suyo es el campo.

"Para mí, ir al campo no es trabajar, que lo es, pero hay un componente de disfrutar mucho, de estar feliz", reflexionaba el joven.

Así, ya decidido a dedicarse al campo, más específicamente a las 70 hectáreas de viñas e injertos de viñas de su familia, Carlos hasta ha visto denegada su solicitud de ayudas al departamento de Desarrollo Rural.

"He presentado un recurso de alzada", indicaba. "Decían que mi padre tenía 59 años, pero ahora he acabado el curso y ya tiene los 60, que se exigen. Por eso, considero que lo tendrán en cuenta y me concederán ese apoyo económico para empezar en el campo".

Sin embargo, a pesar de las adversidades, el joven está más que contento con su decisión: "Aquí tengo mis raíces, mis amigos, mi familia... No quiero ir a trabajar a la ciudad".

La realidad es que para revertir esta tendencia de falta de relevo generacional, los expertos señalan la necesidad de políticas de apoyo que incluyan incentivos económicos, formación, modernización tecnológica y mejoras en las condiciones de vida y trabajo en el medio rural.

De tal manera, la agricultura podría volver a ser un oficio atractivo y viable para las nuevas generaciones.