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Las claves

Ángeles Plaza, tras décadas en la misma vivienda, abre la puerta de su casa con la tranquilidad de quien aún la siente como propia.

Aunque hace siete años vendió la nuda propiedad, continúa residiendo en ella, en el mismo barrio de siempre.

Para ella, esa fue la condición irrenunciable desde el primer momento. "Mientras yo esté viva, el piso sigue siendo mío", afirma con convicción en RTVE.

La decisión no fue fruto de la improvisación, sino de una situación económica cada vez más complicada: su pensión dejó de ser suficiente para afrontar los gastos del día a día.

"Llegó un momento en que lo que cobraba de pensión no me daba para pagar las cosas y me encontré súper ahogada", recuerda.

El piso fue tasado en 300.000 euros, pero la oferta por la nuda propiedad se quedó en bastante menos. "Me ofrecían un poco más de la mitad, 160.000 euros", explica Ángeles.

Aun así, el ingreso inmediato le permitió recuperar estabilidad. "Te dan el dinero en mano y pude pagar todo lo que debía", cuenta.

Desde entonces, su situación ha cambiado notablemente: "Tengo un dinero ahorrado y vivo con la pensión, pero aparte me puedo dar mis caprichos".

Renunciar a una parte importante del valor de la vivienda no fue una decisión sencilla, pero el arraigo pesó más que los números.

Ángeles tenía claro que no quería marcharse, pero su situación económica no le dejaba muchas opciones. "Yo del barrio no me quiero ir, y aquí no se puede comprar un piso", asegura.

Por otro lado, las alternativas tampoco resultaban viables. "Es un barrio bastante caro y con un piso alquilado me pasaba lo mismo", añade.

Se sentía atrapada, sin una salida clara que le permitiera permanecer en su hogar, y ninguna de las opciones disponibles parecía cubrir sus necesidades.

"Entonces, estaba comida por servir. Y yo prefiero seguir en mi casa", concluye, mostrando que su vínculo con el barrio era más fuerte que cualquier impedimento económico.

De esta forma, su historia refleja una realidad cada vez más común entre personas mayores que buscan liquidez sin renunciar a su hogar.

La venta de la nuda propiedad se presenta así como una opción intermedia: no es una solución perfecta, pero para Ángeles ha supuesto poder seguir donde siempre, con menos preocupaciones y mayor tranquilidad.