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Las claves

Los bares se han convertido en un factor clave dentro de la sociedad española, no solo por su impacto económico sino por su factor social como punto de encuentro en los barrios.

De hecho, se estima que en España hay en torno a 185.000 bares. Una cifra que revela su importancia dentro de la sociedad.

Sin embargo, detrás de cada bar hay una historia de esfuerzo, dedicación y emprendimiento. Uno de ellos es Víctor, el dueño de un bar en Barcelona y el gran sacrificio que fue salir adelante con su negocio.

Emprendiendo un bar

Los bares forman parte del corazón social y cultural de España. No solo son espacios donde se consumen bebidas y tapas, sino que funcionan como puntos de encuentro para amigos, familias y vecinos, así como servir como escenarios habituales de la vida cotidiana.

Además, los bares contribuyen significativamente a la economía local, generando empleo y fomentando la interacción social en los barrios y ciudades.

Abrir un bar, sin embargo, no es solo cuestión de pasión por la hostelería. Es un proceso emprendedor complejo que Víctor descubrió de primera mano y contó en redes sociales (@Eric Ponce).

Pero este emprendedor ha estado vinculado a la hostelería desde temprana edad: "Es lo que he hecho siempre. Desde los 15 años he trabajado en un bar, empecé con mi tío y me dio por dedicarme a eso".

Así, después de años dedicados a la industria, Víctor decidió dar el salto a tener su propio negocio con Nit i dia, un bar en Barcelona. Pero abrirlo fue todo un reto en su momento.

"Fueron 100.000 euros porque tuvimos que hacerlo todo nuevo. Estaba para tirar todo", recordaba el hostelero sobre los orígenes y costes iniciales de su bar.

Pero abrir un bar implica planificar la inversión inicial, cumplir con regulaciones sanitarias y de seguridad, gestionar licencias, seleccionar proveedores y personal, y diseñar una propuesta atractiva que atraiga clientes.

Todo ese proceso burocrático fue un martirio para Víctor. "Los permisos tardaban bastante. Me ponían bastantes problemas", rememoraba. "Me hicieron hacer lavabos inmensos, para los metros cuadrados hay un lavabo que es la mitad de mi salón. La verdad que estuve ahí tres o cuatro meses para poder abrir".

Después de ese período, el bar de Víctor ya estaba abierto. Sin embargo, no fue un camino fácil y tuvo sus diferentes baches. "La pandemia fue el momento más difícil, claramente", indicaba.

"Estaba cerrado y no podía facturar. Fueron dos o tres meses duros".

Con el paso del tiempo, Nit i dia ya ha logrado asentarse en Barcelona. El emprendedor destacaba cómo había cambiado todo en este tiempo desde que decidió emprender con su negocio.

"Ha cambiado mucho: la gente, la mentalidad...", apuntaba. "Aparte los precios han subido muchísimo y nosotros no hemos podido llegar a subir lo que había que subir realmente".

Y si bien Víctor está satisfecho con su bar, tiene claro que no volvería a emprender con ello. "Hace 10 años sí lo habría abierto, pero ahora mismo no. Con los márgenes que nos quedamos y como está la cosa...no lo haría".

Por ello, con su gran experiencia en el sector, no duda en dar consejo: "Que sobre todo se preocupe en que el producto sea bueno. Al final la gente lo acaba valorando: tener un buen café, unas buenas pastas, un buen embutido".