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Las claves

José Antonio Santamaría abrió su bar hace más de dos décadas impulsado por la necesidad. "Abrí este bar por falta de trabajo. Vi una oportunidad, tenía algo de dinero y lo puse", recuerda.

Con ilusión y sin demasiadas alternativas, decidió lanzarse a un sector que, con el tiempo, terminaría consumiendo su vida personal y económica.

La inversión inicial, que representa uno de los puntos más importantes a la hora de montar un negocio, fue un golpe duro. "Invertí entre 50.000 y 60.000 euros en total, con el traspaso y todo", explica.

Un proceso complicado

Tal y como señala José Antonio, el desembolso inicial va más allá de la compra del local. "El traspaso costó 30.000 euros, y con las tasas al ayuntamiento fueron otros 15.000 o 20.000 euros como mínimo".

Aun así, la apertura fue sencilla en su momento. "No hubo ningún impedimento para abrir el bar… pero te estoy hablando hace 21 años", señala.

Desde entonces, la hostelería ha cambiado por completo. La competencia, especialmente la procedente de negocios gestionados por ciudadanos chinos, ha sido un factor determinante.

José Antonio afirma que no tiene ningún prejuicio hacia ellos, pero reconoce que su modo de trabajar es muy distinto: "No tengo nada en contra de ellos, pero se gestionan y trabajan de otra manera. Trabajan siete días a la semana, 366 días…".

Su presencia, que ataca al comercio local, es ya dominante: "Si quedan españoles en la zona, serán 15 de los 200 y pico bares que hay".

Incluso asegura que "han venido unas 40 veces a intentar comprarme el bar", algo que nunca ha terminado de comprender del todo: "Ellos sabrán por qué les interesa, yo me puedo hacer una pequeña idea".

Lidiar con el día a día tampoco es fácil. "En este bar estoy yo solo", admite José Antonio. Y cuando se le pregunta si puede manejarlo así, la respuesta es clara: "No tengo más remedio".

Aun así, presume de la tranquilidad que ha mantenido en su local: "Llevo aquí los años que llevo y no he llamado nunca a la Guardia Urbana".

A pesar de ello, sabe que en la hostelería siempre hay riesgos: "Siempre, cuando hay bebidas, hay problemas. Hay gente que bebe y no hace nada, y gente que bebe y se transforma".

Otro de los factores más complicados es el sacrificio personal, que, en su caso, ha sido enorme. "He dejado a mi familia de lado… no la he atendido como se tiene que atender a una familia", reconoce.

De hecho, antes de seguir hablando, se detiene un momento y reconoce uno de los dolores más profundos de toda su historia: "Me he perdido toda la infancia de mis hijos". Y añade: "Si atiendo a mi familia no puedo atender esto".

Pese a esta situación, y como consuelo, admite que ha podido responder económicamente: "Les he atendido económicamente porque he trabajado y luchado. Ha sido para lo único que me ha valido".

A su juicio, los autónomos siguen siendo los grandes olvidados del sistema. "Cualquier trabajador tiene todos los derechos que yo no tengo", lamenta, y añade: "Como autónomos, estamos con el culo al aire".

Tras tantos años, su conclusión es firme. "Sabiendo todo lo que sé ahora, no volvería a abrir un bar".

Su historia refleja la situación de muchos hosteleros en España: años de esfuerzo que apenas alcanzan para mantener el negocio a flote. "Es una ruina", concluye.