Las claves
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Cuando el 22 de diciembre de 2022 cayó el Gordo de Navidad, la vida de Perla, una mujer peruana que atravesaba una situación de desempleo y dificultades económicas, cambió por completo.
Había gastado 1.900 euros en décimos a lo largo del año, un esfuerzo enorme para alguien en su situación. Pero la suerte y, como ella dice, sus amuletos, terminaron por acompañarla.
Aquel día, en el Teatro Real, la sorpresa la dejó sin palabras. "Me quedé paralizada. No tuve reacción en un instante hasta que mi hijo reaccionó y vio el número que era el nuestro", cuenta.
Una situación única
La emoción fue inmediata, pero también abrumadora. "No me podía creer que era mi número el que estaba ahí. No encuentras palabras para esa emoción", recuerda.
El décimo premiado (05490), que procedía de una administración asturiana pero que ella compró en el intercambiador de Moncloa, se convirtió en la llave de un cambio vital.
Con el dinero, Perla cumplió dos promesas: la de asegurar un hogar seguro para su familia y la de agradecer lo recibido.
"Me compré una casita modesta, lo más cómoda posible, y después ayudé a la Iglesia, como lo prometí", explica.
También destinó parte del premio al futuro de sus hijos: "Lo poco que queda es para mis hijos, para sus estudios".
En cuanto a su forma de compartir, esta proviene de una convicción profunda. "Compartir este premio me ha ayudado, por supuesto. Yo viví esa experiencia y tenía que hacerlo", afirma al hablar de ello.
Durante el proceso, Perla dice haber sentido una compañía espiritual constante: "Agradezco a Dios, a mis padres que están en el cielo y a España, porque esto es gracias a España".
Un año después, en 2023, decidió volver al sorteo para revivir la jornada con calma, sin la presión que la había sobrepasado el año anterior.
"No pienso que me vaya a tocar el Gordo, pero sí quería experimentar la emoción de vivir los números cuando salen. Esa emoción no la vives por televisión como la vives aquí en directo", señala.
Por otro lado, también contaba con una petición familiar: sus hijos querían repetir la experiencia y jugar algunos números especiales.
Perla conserva su fe en los pequeños símbolos que le acompañan. "Ellos son mi amuleto", dice mostrando la foto de sus padres.
De hecho, eligió el número ganador por un consejo paterno: "Mi padre me decía que el cero por delante y el cero por detrás da buena suerte". Lo compró pensando en él. Y acertó.
"Ahora le pido a Dios salud, porque me dio tranquilidad y paz", concluye Perla.
Su historia, recordada todos los años, sigue siendo un recordatorio de que la fortuna, cuando llega, puede transformar vidas sin borrar la memoria de quienes la acompañaron en el camino.
