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Si bien muchos de los grandes negocios y emprendimientos eligen grandes ciudades como Barcelona o Madrid para iniciar su camino, Mario Ortiz tuvo un caso diferente.
El maestro panadero y repostero optó por marcharse junto a su pareja Luz y su hija para fundar su panadería y pastelería en Ansalonga, un pueblo de tan solo 20 habitantes a las afueras de Andorra.
Así, el emprendedor ha compartido su historia en el canal de YouTube Tengo un Plan, donde explicó por qué se marchó al país vecino, que diferencia a su producto y cómo les ha ido en este tiempo.
Panes y bollos en Andorra
Mario Ortiz siempre había sentido una pasión por la panadería. Por esa razón tenía su tienda Brulée 1.0 en Colmenar Viejo, un pueblo al norte de Madrid. Sin embargo, pronto su sueño y el de su pareja se vio arruinado.
"Por varias cosas la administración pública fue nefasta y nos cerraron con un bebé de cuatro meses, totalmente desamparados ante la ley de allí", rememoraba. "En España estábamos muy bien valorados profesionalmente y tuvimos varias opciones de volver a colocar un Brulée cerca".
Tanto él como su socia y compañera sentimental Luz trataron de visitar opciones dentro de la capital, pero "al final no se pudo dar".
"Entonces me llamaron de una propuesta en Andorra", apuntaba Mario. "Cogimos el coche, vinimos un fin de semana, vimos esa propuesta gastronómica que no era para mí así que empezamos a ver locales. Mi padre y Luz vieron este sitio y se dieron cuenta que era ahí".
El hombre confesó cómo le encantó que dos personas tan importantes en su vida como eran su padre y su pareja conectaron para decidir el futuro de su vida. "Yo lo vi bien y en la vuelta en coche se forjó todo", indicaba el pastelero.
¿La ubicación? Un local a 20 minutos de Andorra la Vella, en Ansalonga, un pequeño pueblo de tan solo 20 habitantes y ningún tipo de entorno turístico.
Brulée pasó de convertirse en un negocio de barrio a una experiencia en sí misma. Un negocio que atrae a decenas de clientes única y exclusivamente para probar sus panes y pasteles artesanos.
Sin embargo, para alcanzar ese producto de gran calidad y nivel, Mario tuvo que pasar por un período de autodescubrimiento en su propio arte de la panadería y pastelería: "Mientras trabajaba en una panadería iba haciendo mis propias pruebas en mi casa".
"Desde ahí me pregunté: "¿Quién se está comiendo este pan?" Me lo estoy comiendo yo, Luz, mi padre, mi madre... ¿Qué calidad voy a poner yo? La máxima porque se lo está comiendo mi familia. Si voy a trabajar aquí con buenos ingredientes eso tiene un coste", confesaba Mario.
Asimismo, el emprendedor reconoce que Brulée es una "historia de amor": su amor por la panadería y por su pareja Luz.
"El pan y las masas a mí me encantaban, son seres vivos muy volátiles", reconocía. "Y luego Luz, mi chica, era intolerante al pan. Salté al campo de las masas para tratar de hacer un pan que a ella no le siente mal. Es la historia de amor para encontrar un pan que le sentara bien".
Con ya una técnica y conocimiento asumido, Mario creó su negocio en Andorra. Allí se dio cuenta de que quería que fuese un producto atractivo y un local a la altura.
De hecho, a menudo recibe críticas por los precios o el nivel de su negocio, pero a él le da bastante igual. "Yo sé que tengo un producto muy bueno y eso cuesta dinero", apuntaba.
Para construir ese producto, Mario contaba cómo empieza a trabajar a las 3 de la mañana para poner sus manos sobre la masa. "Y no se para ni un minuto ni un segundo. Ayer me eché a dormir sobre las 22. Duermo sobre cinco y seis horitas. A veces me da tiempo a una siesta pero a veces no, hoy tengo un día largo", afirmaba.
Su procedimiento se basa en usar la masa madre a una temperatura controlada y usando porciones pequeñas para luego potenciar el sabor de los cereales.
"Tenemos cereales de muy alta calidad y a mí lo que me interesa es que la gente vuelva a saber el sabor del pan. Está fermentado y controlado", aseguraba.
A día de hoy vende cafés, bollería y pastelería así como pan artesano. "Estamos incrementando la venta de pan, que yo pensaba que iba a ser lo más fuerte y es lo más flojo. Sin embargo, se vende mucho más la bollería con el café. Entre el croissant y el café el ticket medio es de 5 a 10 euros, unos 7 euros", contaba.
