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Las claves

Si hay un negocio con clientela garantizada es el mundo de las golosinas. Da igual la forma, el sabor o el precio que siempre habrá clientela dispuesta a endulzarse la vida con sus productos.

Sin embargo, además de ser un negocio con gran público, es un negocio bastante rentable por su bajo costo de producción y posterior venta.

De hecho, así lo explicó Jesús, dueño de un negocio de chucherías en Mallorca, que explicó el funcionamiento y rendimientos de su empresa en redes sociales (@adrian.g.martin).

El negocio de las chuches

La industria de las chucherías en España es un sector consolidado y en constante evolución, que mueve cientos de millones de euros al año y forma parte de la cultura del consumo desde hace décadas.

Las empresas españolas dedicadas a la producción de caramelos, gominolas y otras golosinas han logrado posicionarse tanto en el mercado nacional como en el internacional, destacando por su capacidad de innovación, variedad de productos y adaptación a las tendencias del consumo infantil y adulto.

En un contexto de cambios y nuevas exigencias del mercado, han surgido las golosinas artesanales, una alternativa que combina el gusto por lo tradicional con la búsqueda de calidad y autenticidad.

Pequeños productores como Jesús elaboran dulces con recetas caseras, ingredientes naturales y procesos manuales que ponen en valor la experiencia sensorial y el cuidado en cada detalle.

El gran cuidado y especial atención a la elaboración prácticamente a mano provoca que los costes sean mucho más caros. "El precio de coste de las chuches, sumando personal, estaríamos en 12 euros. Un artesano nunca es barato. El azúcar que llevan nuestras gominolas es española, no compramos en cualquier otro país", aseguraba el empresario.

Por el contrario, su precio de venta se sitúa en 25 euros el kilogramo de chucherías. "Normalmente lo vendo en bolsitas de 100 gramos y otras veces vendo el kilo o medio kilo... porque si no hay que sumarle la bolsa, el cierre...".

Su clientela no conoce límites, desde bodas a recordatorios para invitados pasando por hostelería y restauración y eventos propios. "La más representativa a nivel de ingresos es la de hostelería y restauración", confesaba Jesús.

Además destacó cómo sus clientes de restauración les llegan a pedir todo tipo de productos, ya sea con sabor a canela, rellenos de chocolate, con iniciales. Y lo cierto es que su negocio no conoce límites.

"Trabajamos cuatro o cinco productos pero de cara a producto hay variantes", apuntaba el empresario. "Por ejemplo, el caramelo se puede rellenar con sobrasada, chocolate, miel o algo picante. Ahí empezamos y hasta la locura del cliente. Pueden pedir caramelos con sus iniciales, que sea sin azúcar o naranjas con toques amarillos".

No obstante, aunque ahora ha encontrado éxito con las chucherías artesanales, originalmente Jesús se adentró con una franquicia de golosinas más industriales. Pero durante su experiencia no llegó a encontrarle rentabilidad.

"No salían los números", indicaba el empresario. "Facturábamos o perdíamos. Rozábamos los 100.000 o menos al año. No llegamos a ser rentables. La franquicia no lo veía claro así que llegamos a un acuerdo y nos separamos".

"Fue positivo porque me enseñaron a hacer el caramelo pero como franquicia no fue rentable".

El empresario compartió cómo la franquicia vende chuches a 36 o 38 euros el kilo mientras lo compran en 3 o 4 euros como mucho. "Es un por diez de rentabilidad", señalaba Jesús. "Es lógico, están en una ubicación determinada y es uno de los alimentos que más se vende, más que las bebidas alcohólicas".

Después de su paso por la franquicia se asomó al negocio de las chucherías artesanales. "No usamos conservantes y los colorantes son de una calidad bestial", aseguraba. "Para el caramelo base usamos agua, azúcar, glucosa, color y sabor. Nada más. A partir de ahí, nuestras manos. Usamos solo un 5% de máquina".

Tras años de experiencia, Jesús está asentado en esta industria y con una clientela conocida y que confía en sus productos. Todo esto acompañado de un éxito económico. "Ahora estamos facturando entre 60 y 80 mil euros al año. Vivimos bien pero trabajamos muchísimas horas", reconocía el empresario.