Las claves
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Cada mañana, millones de personas se levantan con el mismo propósito: ir a trabajar. Sin embargo, según sostiene el emprendedor Fernando Sánchez, solo una minoría lo hace con una sonrisa sincera.
"Tan solo el 13% de la población mundial que va a trabajar es feliz", afirma con tono sereno, aunque el dato golpea como un mazazo. Para él, esa cifra no es una estadística más, sino la prueba de un sistema que enseña a ganarse la vida, pero no a vivirla.
"¿Vosotros sois felices trabajando?", lanza Sánchez al aire en uno de sus vídeos más virales publicados recientemente.
"Sois unos afortunados, yo también", concede. Pero enseguida cambia el gesto y deja caer la frase que articula todo su discurso: "¿Os imagináis levantaros cada día para ir a un trabajo en el que no sois felices?".
A partir de ahí, su mensaje avanza con una claridad desarmante: la libertad no se consigue trabajando más, sino aprendiendo a invertir. Precisamente, lo ilustra citando al legendario Warren Buffett: "Si el dinero no trabaja para ti mientras duermes, vas a estar trabajando hasta el último de tus días".
"Eso es lo que nos tendrían que enseñar desde niños", insiste Sánchez. "Dedícate a lo que quieras, pero invierte. Por poco que inviertas, el resultado siempre será mejor que el de quien no invierte, que es trabajar de por vida".
Para él, invertir no es solo cuestión de dinero, sino de mentalidad. Tal y como suele repetir en sus vídeos, "invertir es tener opciones. Es poder decidir cuándo y cómo trabajar, no depender de un horario ni de un jefe. Es poder elegir".
Su argumento se apoya en un célebre estudio de Harvard, al que recurre a menudo para reforzar su tesis. En 1953, investigadores de la universidad preguntaron a los alumnos de un MBA si tenían metas, si las habían definido y si las habían escrito.
El 87% no tenía ninguna meta clara, el 10% las tenía pero no las había plasmado por escrito, y solo el 3% las había redactado y planificado.
20 años más tarde, los resultados eran reveladores: los del 10% ganaban un 20% más que la media, y el pequeño grupo del 3% ganaba diez veces más que el 97% restante.
