El empresario José Elías Navarro, uno de los nombres más conocidos del panorama económico español, ha vuelto a hablar sin filtros sobre dinero, inversiones y mentalidad financiera. En su paso por el pódcast de Jordi Wild, el fundador de Audax Renovables y considerado uno de los hombres más ricos de España, abordó un tema que divide a muchos: la compra de una segunda vivienda.
Fiel a su estilo directo, Elías explicó que solo tiene una casa y que no siente la necesidad de adquirir más propiedades. "Una vivienda basta cuando entiendes que el valor real está en cómo vives, no en cuántas propiedades tienes", aseguró. A su juicio, acumular hipotecas o inmuebles no te hace más libre, sino todo lo contrario.
El empresario considera que comprar una segunda vivienda es, literalmente, "una gilipollez". Lo dice con la convicción de quien ha analizado durante años la rentabilidad del sector inmobiliario. Según él, la idea de que tener más casas equivale a tener más riqueza es un error heredado de una mentalidad antigua que hoy, con los costes actuales, puede ser contraproducente.
Mejor un hotel que otra casa
Elías prefiere gastar su dinero en experiencias antes que en ladrillos. En el pódcast, confesó que viaja tres veces al año y que, cuando lo hace, opta por alojarse en hoteles. "Sale mucho más a cuenta disfrutar de un buen alojamiento de vez en cuando que hipotecarse de nuevo por algo que solo usas unos días", explicó.
El mensaje es claro: para él, tener una sola casa bien cuidada y adaptada a tus gustos es suficiente. El resto, sostiene, son gastos innecesarios disfrazados de inversión.
Su reflexión ha reabierto el debate sobre si realmente merece la pena comprar una segunda vivienda, sobre todo en un momento en el que los precios del mercado inmobiliario están en máximos históricos y las hipotecas se encarecen cada vez más.
¿Realmente compensa tener una segunda vivienda?
Durante décadas, poseer una segunda residencia fue símbolo de estatus y estabilidad económica. Era el sueño de muchas familias: una casa en la playa o en el campo para escaparse los fines de semana o pasar las vacaciones. Sin embargo, la realidad actual es distinta.
Comprar una segunda vivienda implica un desembolso muy elevado, no solo por el precio del inmueble, sino también por los gastos asociados: impuestos, comunidad, mantenimiento o seguros. En muchos casos, requiere contratar una segunda hipoteca, lo que multiplica los riesgos financieros.
Por eso, cada vez más expertos —y también empresarios como José Elías— insisten en que antes de lanzarse a por una segunda propiedad, hay que evaluar muy bien la rentabilidad real.
Ventajas: libertad y valor
Entre los defensores de esta práctica, los argumentos más habituales son claros. Tener una segunda residencia significa disponer de un lugar propio para descansar y desconectar, sin depender de reservas o precios turísticos. Además, se puede personalizar la casa al gusto, equiparla y convertirla en un refugio familiar permanente.
Otra ventaja evidente es el ahorro en alojamiento. Según datos del INE, el 34% del presupuesto vacacional de los españoles se destina al alojamiento. Con una segunda vivienda, esa partida desaparece, lo que a largo plazo puede suponer un ahorro considerable.
A esto se suma la posibilidad de alquilar la propiedad cuando no se usa. Si se encuentra en una zona turística, puede convertirse en una fuente de ingresos pasivos, ayudando a compensar los gastos de hipoteca o mantenimiento.
También hay un componente emocional: una casa en el pueblo, cerca del mar o en plena naturaleza crea vínculos afectivos y familiares difíciles de medir en términos económicos.
Desventajas: gasto, riesgo y ataduras
Sin embargo, no todo son ventajas. La realidad es que una segunda vivienda puede convertirse en una carga económica importante. Si se mantiene una hipoteca activa, sumar otra puede tensionar las finanzas familiares y generar un sobreendeudamiento peligroso.
Además, la falta de diversificación geográfica es otro inconveniente. Quienes compran una segunda casa tienden a repetir siempre el mismo destino vacacional. Eso limita las experiencias y puede hacer que el entusiasmo inicial se diluya con el tiempo.
Las entidades bancarias también son más exigentes con las segundas hipotecas. Suelen pedir mayores garantías, una entrada más alta o avales adicionales, ya que las tasas de impago son más elevadas en este tipo de operaciones.
Otro problema frecuente es el mantenimiento constante de una vivienda que solo se usa algunas semanas al año. Las facturas de luz, agua, seguros o comunidad no desaparecen, y a menudo superan lo que se gastaría en hoteles o apartamentos de alquiler.
Por último, hay que considerar la seguridad. Las casas vacías durante meses pueden ser blanco de okupas o robos, lo que obliga a invertir en alarmas o vigilancia.
Precios en alza y rentabilidad en duda
El mercado inmobiliario español vive uno de sus momentos más caros en la última década. Según el Banco de España, el precio medio de la vivienda ha subido un 7% interanual, mientras que los tipos de interés mantienen las hipotecas en niveles muy altos.
Esto hace que la compra de una segunda vivienda sea menos rentable de lo que solía ser. A diferencia de los años noventa o principios de los 2000, el coste de oportunidad —es decir, el dinero que se deja de invertir en otros proyectos— es mucho mayor.
Por ello, expertos en finanzas personales coinciden en que invertir en experiencias, formación o diversificar activos puede ser hoy una decisión más inteligente que adquirir una segunda casa por pura costumbre o estatus.
Libertad frente a acumulación
José Elías no rechaza la inversión en vivienda, pero sí la idea de acumular propiedades como símbolo de éxito. En su visión, el bienestar no se mide por el número de casas, sino por el tiempo libre, la tranquilidad y la capacidad de disfrutar lo que ya se tiene.
Su declaración, "tener dos hipotecas es una gilipollez", no pretende ser una provocación vacía, sino una llamada a reflexionar sobre el consumo, la deuda y el valor de la libertad financiera.
En un contexto donde cada vez más jóvenes ven inalcanzable incluso comprar una primera casa, su discurso cobra una dimensión nueva: apostar por la calidad de vida antes que por la acumulación de bienes.
Y aunque su forma de decirlo pueda ser polémica, el mensaje subyacente es claro: vivir bien no siempre implica tener más, sino necesitar menos.
