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Comenzar desde cero y sin experiencia en pastelería no fue un obstáculo para Anita. Lo que empezó como un pasatiempo en casa, preparando tartas para amigos y familiares, pronto se convirtió en un camino profesional. La primera vez que cobró por una tarta de tres chocolates entendió que estaba frente a una oportunidad real. Desde entonces, con disciplina y constancia, fue levantando lo que hoy es Anita Cakes, un negocio que factura alrededor de 90.000 euros al mes.

Un negocio que creció a base de constancia y aprendizaje

Anita recuerda, en una charla con el influencer Adrián G. Martin, que en sus inicios cometió errores comunes: no calcular costos reales, regalar demasiado y no valorar el tiempo invertido en cada pedido. Sin embargo, con el paso de los años fue afinando la gestión del negocio y entendió que la clave estaba en los números. “Si te sale un precio lo tienes que cobrar”, asegura, convencida de que la seriedad y la claridad financiera marcan la diferencia entre un pasatiempo y una empresa rentable.

Su camino pasó de un pequeño obrador con maquinaria básica a una estructura sólida que hoy cuenta con obrador propio, varias líneas de productos y un equipo estable. La constancia en cada etapa le permitió crecer y mantener un flujo de trabajo que respalda la rentabilidad de su empresa.

Una visión empresarial que apuesta a largo plazo

Aunque Anita reconoce que la repostería es un oficio exigente y lleno de competencia, su visión siempre fue construir algo duradero. Reinvirtió en herramientas, formación y nuevas líneas de negocio, como su propuesta de repostería saludable “Anita Green”. Para ella, trabajar con materiales de calidad y mantener la confianza de los clientes es lo que asegura no solo ventas inmediatas, sino también fidelidad y recomendaciones.

Ese esfuerzo la llevó a pasar de vender tartas caseras a coordinar un equipo de 16 empleados, con tiendas físicas y proyectos en expansión. Su estrategia es clara: invertir en marca, cuidar la imagen y ofrecer productos que se mantengan en el gusto del público.

Repostería como profesión de futuro

Anita tiene claro que la repostería no es solo un medio para ganarse la vida, sino también un espacio de desarrollo personal y profesional. Reconoce que la etapa más productiva exige esfuerzo físico y mental, pero a la vez brinda recompensas que permiten proyectar un futuro estable. “La gente siempre va a querer celebrar, y siempre va a necesitar un pastel”, reflexiona, convencida de que su oficio seguirá siendo esencial.

Su experiencia le enseñó que el crecimiento no está solo en vender más, sino en hacerlo con estrategia, disciplina y visión a largo plazo. Hoy, con una facturación mensual que ronda los 90.000 euros, su historia demuestra que la pasión, bien gestionada, puede transformarse en un negocio sólido y en un futuro prometedor.