En España, la jornada laboral está marcada por ley. Los trabajadores deben cumplir 40 horas a la semana, normalmente repartidas en ocho horas diarias de lunes a viernes.
En China, en cambio, la situación es muy distinta. Allí no existe una norma clara sobre el horario y es habitual que se trabaje mucho más, incluso hasta 60 horas semanales en épocas de mayor carga.
Una diferencia que no se refleja solo en números, ya que tal y como revela Alejandro Zuhang, es clave en la forma en la que se enfrenta el trabajo.
Zuhang explica que en su país el objetivo no es cumplir un horario fijo, sino terminar las tareas. "En China no hay ley, o sea en el contrato no pone cuántas horas tienes que trabajar puedes trabajar 50 o puedes trabajar 20, el que termina antes se va a su casa".
Una libertad que, según aclara Alejandro en Sísifo Podcast, hace que los trabajadores se concentren al máximo para terminar cuanto antes.
"Un chino es capaz de tirarse si hace falta 14 horas seguidas trabajando para terminar todas las tareas que tiene", comenta.
Un ritmo que provoca que muchas empresas acaben vacías a mitad de semana. Y es que tal y como describe Zuhang, "hay literalmente empresas que a partir de jueves están vacías", porque gran parte de la plantilla ya completó su trabajo.
Algo que en España sería imposible, ya que además de que nos regimos por una ley laboral, según confiesa Zuhang, la diferencia de productividad podría ser visible, pues "una hora de un trabajador chino son ocho de un trabajador español".
Y es que para ellos, el sistema funciona de otra manera. En China, desde niños se enseña que el esfuerzo es indispensable. "La disciplina te la inculcan directa e indirectamente", asegura Zuhang.
Pues para ellos, crecer significa aprender a sacrificar tiempo y comodidad para asegurar un futuro mejor.
A esto se suma la presión económica. En ciudades como Pekín o Shanghái, un salario medio no alcanza para vivir solo. Muchos comparten piso y destinan gran parte de su sueldo al ahorro.
Por ello, el plan de muchos de ellos es claro: trabajar duro unos años en las capitales, ahorrar lo máximo posible y luego regresar a su ciudad natal para comprar una casa y lograr vivir mucho más tranquilo.
