Se calcula que este 2025 nacerán alrededor de 320.000 niños en España según las estimaciones con el ritmo actual. Una cifra bastante inferior a la que se registró en 2005 de 456.616 nacimientos.
Por tanto, esto demuestra que España vive un descenso significativo de la natalidad. Es decir, la gente ya no quiere tener hijos mientras que las personas cada vez viven más años.
Hay varias causas detrás de esta decisión de la población, entre ellas el gran coste que supone tener un hijo y cuidarlo hasta su independencia. De hecho, ejemplos como el de Puy García, una mujer española que decidió no tener hijos, reflejan la realidad del país.
Adiós a los niños
En España, el descenso de la natalidad se ha convertido en una de las tendencias demográficas más preocupantes de las últimas décadas. Cada año nacen menos niños y la edad media para ser madre sigue retrasándose. Este fenómeno refleja un cambio profundo en las prioridades sociales y económicas.
Las dificultades económicas son uno de los principales factores detrás de esta decisión. El elevado coste de vida, la precariedad laboral y la falta de conciliación hacen que muchas personas descarten tener hijos. Para muchos jóvenes, formar una familia parece más un lujo que una opción real.
A ello se suma un cambio cultural: cada vez más personas eligen estilos de vida centrados en la independencia personal y en proyectos individuales. En este contexto, la maternidad y la paternidad han dejado de ser una obligación social.
De hecho, de acuerdo con un reciente estudio, se calcula que tener un hijo tiene un precio de 300.000 euros considerando los gastos desde su nacimiento hasta independencia a los 30 años (edad media de independencia hoy en día).
Bajo estos parámetros se estima que cada mes se desembolsan alrededor de 758 euros mensuales: 147 por la alimentación, 116 por la conciliación, 105 en gastos extra, 97 en la educación, 92 por la vivienda, 60 por ropa y calzado...
Además, estos gastos van cambiando con el tiempo, creciendo unos más que otros según la edad del hijo y varían basándose en el sexo del niño o niña.
Por ello, en medio de este escenario, surgen testimonios que ilustran el porqué de estas decisiones. Uno de ellos es el de Puy García, una mujer que decidió no tener hijos y lo compartió en Y Ahora Sonsoles. Su principal motivo: el alto coste económico que implicaría formar una familia en España.
"Yo cuando conocí a mi exmarido y me casé, ya miraba el tema económico. Él no quería y yo respeté. Yo tampoco quería en ese momento", señalaba la mujer.
A los años su situación se repitió: "La segunda vez, conocí a una persona, él quería ser padre pero no teníamos trabajo fijo ninguno de los dos. Yo tenía 42 años y como estaban las cosas en aquel entonces, un hijo como lo habéis demostrado, sale caro".
Después de varios años y tras abandonar su edad fértil, Sonsoles le preguntó si no echaría de menos tener nietos o una descendencia en años futuros, pero Puy fue muy sincera.
"No me arrepiento tampoco. Voy a cumplir 59 años, vivo sola y estoy bien. No me arrepiento para nada. Admiro y respeto a quienes tienen hijos pero ahora no se puede", indicó.
Lo cierto es que a largo plazo, el descenso continuado de nacimientos puede derivar en un grave desequilibrio económico: menos población activa, más presión sobre el sistema de pensiones y una economía menos dinámica.
En este escenario, casos como el de Puy García no son excepciones dentro de la sociedad, sino síntomas de un reto colectivo pendiente.
Ante esta situación, la sociedad y las instituciones empiezan a plantear medidas para revertir la caída de la natalidad: ayuda económicas directas, incentivos fiscales, políticas de conciliación laboral y un mayor acceso a vivienda asequible. Sin embargo, aún resultan insuficientes frente a la magnitud del problema.
