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En una entrevista concedida a La Sexta, Vania Arana, más conocida por ser la portavoz y presidenta del sindicato Las Kellys Cataluña, escandalizaba a los espectadores con sus impactantes declaraciones sobre las condiciones laborales que sufren las camareras de piso.

Arana, más que limpiar habitaciones, Vania lucha. Y, a pesar de lo que muchos puedan pensar no siempre ha sido así. Natural de Trujillo (Perú), llegó a Madrid en 1992 con un título de profesora de secundaria que en España nunca se le llegó a reconocer. Fue este aspecto el que la empujó a aceptar un trabajo que a día de hoy sigue ejerciendo.

Actualmente, es la cara visible de una de las batallas laborales más ignoradas (y urgentes) del sector turístico: la de las camareras de piso. "Una cerveza puede costar más de lo que yo cobro por limpiar una habitación", afirma durante la entrevista, demostrando que no tiene miedo a posibles consecuencias.

Las cifras que cobran estas trabajadoras por habitación limpiada son demoledoras: entre 1 y 1,50 euros por cada estancia puesta a punto, jornadas extenuantes de hasta 29 habitaciones diarias y sueldos que apenas alcanzan los 820 euros mensuales.

Un sistema que castiga, invisibiliza y rompe a mujeres que lo dan todo por sostener el brillo del turismo español, mientras sus derechos se apagan.

El lastre de un carro de limpieza

Antes de ser "la jefa de Las Kellys", Vania cuidaba a mayores. Pero su primer día terminó con la muerte del anciano a su cargo. Fue entonces cuando pasó a limpiar casas hasta que surgió una oportunidad laboral en Andorra. El empleo en un hotel fue donde empezó su andadura en el mundo de las camareras de piso.

Desde 1996 trabajó en hoteles de Cataluña a través de ETTs (Empresas de Trabajo Temporal), acumulando experiencia, formación y, también, desengaños. "Me formé en hostelería, hice cursos, incluso empecé Filología en la UNED… yo quería ser maestra", cuenta. Aquel sueño no prosperó, pero otro tomó fuerza: dignificar el trabajo de quienes, como ella, limpian sin descanso.

La conciencia sindical de Vania nació con un embarazo complicado. "La ETT me dejó tirada. Me hicieron firmar una baja voluntaria", recuerda. Aquella injusticia fue el punto de partida de una larga cadena de abusos: acoso laboral, depresión, abandono institucional. Pero también fue el detonante de una fuerza colectiva. Junto a otras compañeras, Vania empezó a organizarse.

El punto de inflexión llegó en 2014, cuando una gran cadena hotelera de Barcelona despidió a varias camareras de piso y aumentó la carga de trabajo de las que quedaron. "Limpiábamos 30 habitaciones, sin descansos, sin comer, sin beber. Nos perseguían. Querían que renunciáramos por agotamiento". No lo hicieron. Demandaron.

La primera gran victoria

La denuncia contra ese hotel no solo provocó un acuerdo extrajudicial: fue un hito. Se readmitió a las trabajadoras despedidas y se internalizó a toda la plantilla, incluso a quienes no participaron en la demanda. “Fue un momento de euforia. Demostramos que sí se puede”, afirma Vania con orgullo.

Ese triunfo consolidó a Las Kellys como un colectivo imparable. Nacidas en redes sociales en 2014, se convirtieron en asociación en 2016 y en sindicato en 2018. Hoy tienen presencia en ocho territorios y son una referencia internacional en la lucha feminista y laboral.

Las Kellys no solo reclaman mejores sueldos. Su principal caballo de batalla es la externalización, una práctica legal que permite a los hoteles contratar personal de limpieza a través de empresas externas, reduciendo costes y derechos. "La ley dice que no se puede subcontratar la actividad principal. Limpiar habitaciones lo es. Pero nadie hace nada", denuncia Arana.

Las consecuencias de este modelo son preocupantes: enfermedades musculares, ansiedad, medicación crónica, depresión. Según datos de Comisiones Obreras, el 95,9% de las camareras de piso sufre síntomas de ansiedad. Y cuatro de cada diez presentan síntomas depresivos. “Somos un colectivo enfermo. Vamos a trabajar con fajas, tobilleras, pastillas para el dolor”, dice Vania.

La Ley Kelly, un compromiso incumplido

El Gobierno de España prometió su apoyo al colectivo. "Nos dijo que estaba con nosotras. Le decimos: cumpla. Saque la bendita Ley Kelly", exige Arana. Esa ley, impulsada desde hace años, busca acabar con la externalización, reconocer las enfermedades laborales del sector y garantizar la jubilación anticipada.

Pero la ley duerme en los cajones del Parlamento. Y mientras tanto, las Kellys siguen acumulando lesiones… y decepciones.

En 2018, el Parlamento de Cataluña aprobó el sello de calidad Kelly, que distingue a los hoteles que cumplen con los derechos laborales de sus trabajadoras. Fue una victoria simbólica, pero nunca se implementó. "Nos dijeron que no lo desarrollarían. La patronal presionó y se paró todo", denuncia Vania.

Ante la pasividad institucional, Las Kellys decidieron ir más allá y están creando una central de reservas propia. Un buscador que solo incluirá hoteles que respeten sus derechos. "Mucha gente nos pregunta dónde alojarse sin pisotear derechos. Queremos dar esa respuesta", explican.