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El experto en vivienda Jaime Palomera ha pasado por la Cadena Ser y ha alertado sobre una realidad creciente: muchas personas mayores se verán obligadas a vender su vivienda para costear una jubilación digna, incluida la residencia geriátrica. Esta situación refleja una crisis del sistema social y económico que requiere atención urgente.

Palomera destaca un dato impactante: se calcula que unos 4 billones de euros en viviendas pasarán de la generación baby boomer a los millennials, aunque muchos jóvenes no podrán acceder a esas herencias. Esto pone de relieve las desigualdades intergeneracionales en el acceso a la vivienda.

Además, el experto señala que la mayoría de millennials no espera heredar. El 70% de quienes viven de alquiler reconoce que no recibirá una vivienda en herencia, lo que complica aún más su acceso a la propiedad.

Palomera ha subrayado que la vivienda sigue siendo un indicador clave de riqueza, pero la brecha entre generaciones se agranda. Los millennials enfrentan precios inaccesibles y dificultad de acumulación patrimonial, mientras los mayores dependen del valor inmobiliario acumulado para su sustento.

Se estima que el patrimonio inmobiliario de la generación anterior, valorado en billones, pasará a las manos de sus hijos. Sin embargo, la especulación y la acumulación concentrada dificultan el acceso real a los jóvenes a estas propiedades.

Para muchos mayores, el valor del inmueble es un salvavidas económico. Vender su casa se convierte en una herramienta para pagar servicios esenciales, como una residencia o atención sanitaria, garantizando así condiciones dignas en el final de su vida.

Palomera alerta de que la vivienda que se libera por venta no será accesible para muchos millennials. Es probable que la compren inversores o personas con cartera robusta, alimentando la especulación y dejando al trabajador joven en desventaja.

El dato de que siete de cada diez arrendatarios no recibirá herencia pone de relieve la precariedad estructural. Sin legado familiar, muchos están destinados a depender de un mercado del alquiler cada vez más costoso e inestable.

La venta de viviendas por parte de mayores evidencia un fallo en las redes de protección social: el patrimonio inmobiliario debería complementarse con pensiones y servicios públicos dignos, sin obligar a liquidar activos para sobrevivir.

La salida masiva de viviendas del parque residencial implica pérdida de tejido comunitario. Ancianos dejando barrios de siempre, propiedades que cambian de manos y comunidades que se fragmentan por falta de protección local.

Este escenario reclama políticas que fomenten el alquiler asequible, incidan sobre la especulación inmobiliaria y aseguren pensiones dignas. La vivienda no debe ser un recurso de venta para cubrir insuficiencias del sistema.

El mensaje de Palomera es claro: sin reformas estructurales que regulen el mercado y refuercen los derechos sociales, el escenario será cada vez más desigual, con personas mayores vendiendo su hogar y jóvenes sin posibilidad de acceder a uno.

Jaime Palomera pone el foco en una crisis silenciosa: muchos mayores deberán vender su vivienda para lograr una jubilación digna, mientras los jóvenes enfrentan un acceso casi inaccesible a la propiedad. El sistema requiere cambios urgentes: políticas de vivienda, protección social y equilibrio generacional.