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Escuchar a la juventud es una responsabilidad global para entender el mundo actual. Es la conclusión a la que ha llegado la Escuela de Economía Social -una entidad internacional con sede en Osuna (Sevilla) que promueve la formación, investigación y desarrollo de este modelo económico basado en la cooperación y la solidaridad de las personas- tras organizar dos iniciativas para fomentar el diálogo con este colectivo.

La primera fue el II Encuentro de Jóvenes Iberoamericanos de la Economía Social y Solidaria, celebrado en Honduras en marzo de este año. La ciudad de Comayagua acogió a 140 jóvenes procedentes de 17 países, donde se compartieron experiencias, inquietudes y propuestas en torno al cooperativismo, la sostenibilidad, la inclusión financiera y los emprendimientos con impacto social. El encuentro se convirtió en un espacio vivo de diálogo donde los jóvenes tomaron la palabra para ofrecer soluciones, ideas y nuevos caminos.

Pocos días después dio comienzo en España la primera edición de la Escuela Andaluza de Activismo Económico. Durante tres meses, en Osuna, 22 jóvenes de entre 18 y 35 años se formaron en los principios y herramientas de la Economía Social, conocieron las entidades locales y desarrollaron acciones concretas para el beneficio de sus comunidades. Lo hicieron, según destaca la Escuela de Economía Social, con “compromiso, creatividad y una energía que nos desbordó”.

Para la organización, el aprendizaje más revelador resultó ser que, “a pesar de las distancias geográficas y culturales, ambos espacios compartían una misma raíz: la necesidad de vincularse con lo local, de encontrar en el territorio no solo identidad, sino también oportunidades”.

Ambos espacios, aunque distintos en formato, estaban unidos por un mismo espíritu: reunir a jóvenes de diferentes regiones y contextos para canalizar sus inquietudes hacia proyectos con sentido e impacto social desde el enfoque de la economía social.

La experiencia fue, para la Escuela de Economía Social, “una invitación a revisar supuestos, a cuestionar inercias, a abrir espacios reales de participación. Porque lo que vimos en Honduras y en Andalucía fue algo más que interés juvenil: fue una voluntad clara de implicarse en la construcción de un futuro más justo y sostenible”.

Una juventud que sí tiene respuestas

El mensaje que permanece tras estos encuentros es que la juventud necesita ser escuchada, que se le confíe y se le acompañe para poder actuar en su entorno. En este contexto, la economía social es una sólida alternativa por su capacidad de generar empleo estable y de calidad, pero también por su arraigo territorial, su orientación al desarrollo local y su resiliencia ante las crisis.

Sin embargo, este es un modelo económico que aún tiene mucho que aprender de las nuevas generaciones. Desde su lenguaje a su forma de entender el trabajo o su relación con la comunidad y el planeta. Señalan desde la Escuela, “estas vivencias nos han dejado una huella profunda. No solo por los logros alcanzados, sino por lo que revelaron sobre el papel que debemos asumir como organización: menos prescriptivo, más facilitador; menos vertical, más horizontal”.

Tras los encuentros impulsados por la organización, queda la responsabilidad de seguir abriendo espacios reales de participación y de escucha activa de los jóvenes. Desde la Escuela concluyen que, “en un tiempo donde el desencanto parece instalarse con facilidad, estas experiencias nos han recordado que la juventud no es un problema a resolver, sino una oportunidad a cultivar. Que cuando se le ofrece un espacio, responde. Que cuando se le tiende la mano, la toma. Y que cuando se le escucha, lo que parecía ambicioso se vuelve alcanzable”.