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Miguel Haro no es un jubilado más. Es una voz firme y decidida dentro de ASJUBI40, una agrupación de personas jubiladas anticipadamente con largas carreras laborales a sus espaldas.

A través de su testimonio, Haro denuncia con contundencia lo que considera una injusticia estructural: los coeficientes reductores que penalizan de por vida a quienes, como él, se retiraron antes de la edad ordinaria tras décadas de trabajo duro.

"Soy Miguel Haro, miembro de ASJUBI40, jubilado anticipadamente de forma voluntaria forzosa con 41 años cotizados y 15 meses de mili que no me sirvieron para nada", arranca su manifiesto.

Su mensaje es claro: tras más de cuatro décadas contribuyendo al sistema, siente que en lugar de un reconocimiento ha recibido un castigo.

La crítica no se queda en lo simbólico. Haro hace una comparación directa con el sistema penitenciario que no deja indiferente a nadie.

"Un preso cuando cumple condena se marcha para casa, sin embargo nosotros que empezamos a trabajar con 14, 15, 16 años levantando este país, sufrimos una condena a cadena perpetua de por vida", afirma.

A través de esta imagen tan potente, pone el foco en una paradoja social: mientras que quienes han cumplido penas legales quedan libres, los trabajadores precoces arrastran penalizaciones económicas hasta el final de sus vidas.

Su caso no es único; miles de trabajadores españoles enfrentan esta situación cada día. Muchos empezaron a trabajar siendo muy jóvenes, a menudo por necesidad, y dedicaron décadas al sistema.

Aunque acumularon más de 40 años cotizados, sus pensiones se ven reducidas por no esperar a la edad legal de jubilación. Esto ocurre pese a su generosa contribución a lo largo de toda su vida laboral.

La petición de Haro es concreta y razonada: "Nos merecemos con creces y exigimos la eliminación de los coeficientes reductores con 40 o más años cotizados".

Lejos de pedir un trato de favor, lo que reclaman desde ASJUBI40 es justicia social para uno de los grandes grupos poblacionales del país.

Haro lo expresa con una mezcla de ironía y reivindicación: “Lo que deberían de hacer es concedernos el indulto total y premiarnos con una calle, una avenida, una plaza donde ponga: 'A los pensionistas de la Seguridad Social'".

Con estas palabras, pone sobre la mesa la necesidad de cambiar la narrativa: de ver a los pensionistas como una carga, a considerarlos como pilares fundamentales del desarrollo económico del país.

La conclusión de Miguel Haro es rotunda, una llamada a la conciencia colectiva: "Resumiendo, un premio y no un castigo de por vida".

Sus palabras condensan una exigencia cargada de sentido común y lanzan una apelación directa a las instituciones: quienes han entregado su vida al trabajo merecen un retiro digno, no una penalización perpetua.

Su voz resuena con fuerza en un debate que continúa abierto. No habla solo por él, sino por toda una generación que reclama ser escuchada y reparada.