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Gonzalo Bernardos, economista y profesor en la Universidad de Barcelona, no es de los que se andan con rodeos. Esta vez, lanza una advertencia que suena tan dura como inevitable: el sistema público de pensiones, tal y como está diseñado, no es sostenible.

"Puede que no haya pensiones para todos", asegura. Y no lo dice por dramatismo, sino porque, con los datos en la mano, las cuentas no cuadran.

En la actualidad, la edad legal de jubilación en España es de 66 años y 6 meses. En apenas dos años, alcanzará los 67. Una cifra que ya suena lejana para muchos.

Bernardos no se opone al cambio. Es más, lo ve lógico: si la esperanza de vida aumenta, también deberá hacerlo el tiempo en activo. Pero eso no es viable para todo el mundo.

Hay empleos que agotan el cuerpo antes de tiempo. Para quien lleva décadas en trabajos físicos, pensar en alargar aún más su carrera laboral puede ser inasumible.

Mientras tanto, las cifras empeoran. El gasto en pensiones supera ya el 14,6 % del PIB y se prevé que alcance el 16,1 % en 2050. El sistema, advierte Bernardos, se tensiona cada día más.

El déficit ronda los 30.000 millones de euros anuales. Y la "hucha" de las pensiones, que antes ofrecía cierto margen, ya solo permitiría cubrir un mes de pagos.

Cada mes, el Estado destina más de 13.500 millones de euros a las pensiones. Una cifra que no deja de crecer, impulsada por el envejecimiento de la población.

Las proyecciones oficiales prevén que, en 2050, más de la mitad de los españoles tenga más de 64 años. Es decir, uno de cada dos ciudadanos será pensionista.

Una carga que amenaza con desbordar los recursos públicos si no se toman decisiones valientes. Y hacerlo a tiempo, dice Bernardos, será clave para evitar el colapso.

Retrasar la jubilación, ¿la única salida?

Ante esta situación, el economista plantea una posibilidad que suena dura, pero que considera inevitable: retrasar la edad de jubilación. ¿Hasta cuándo? Tal vez, hasta los 70 años.

Bernardos pone como ejemplo a Dinamarca, donde ya se ha optado por ese camino. Allí, la edad de retiro será de 68 años en 2030, 69 en 2035 y 70 en 2040.

España, según él, no tardará en seguir esa misma línea. De hecho, la legislación ya apunta en esa dirección: para jubilarse a los 65, se exigen 38 años y 3 meses cotizados.

Si no se cumplen, la edad se retrasa automáticamente. En 2026, se necesitarán 66 años y 10 meses. En 2027, 67 años completos salvo que se haya cotizado al menos 38 años y medio.

No se trata de una decisión ideológica, sostiene Bernardos. Es un ajuste matemático. Y quien no lo entienda así, está mirando hacia otro lado.

Tampoco ve viable aumentar las cotizaciones. Ya son altas, dice. Subirlas aún más solo encarecería la contratación y empeoraría el acceso al empleo de los jóvenes.

Por eso, insiste en lo que llama "la salida menos mala": trabajar más años. No es cómodo, pero sí más justo que recortar pensiones o subir impuestos sin fin.

Incentivar la jubilación demorada es otra vía. Quien decide seguir en activo, puede obtener hasta un 4 % extra por cada año trabajado. Pero ni siquiera eso lo resuelve todo.

Según sus cálculos, para que ese incentivo sea realmente rentable, habría que vivir al menos 25 años tras jubilarse. Una expectativa de vida que no todos alcanzan.

El gran dilema generacional

Por eso, Bernardos recomienda no confiar solo en el sistema público. "Es una bomba de relojería", afirma. Y no lo dice por exagerar, sino porque ha hecho los cálculos una y otra vez.

Su consejo es diversificar: alquilar una vivienda, generar ingresos pasivos o invertir en patrimonio. Cualquier opción que permita complementar la pensión futura.

El problema no es solo económico, sino también social. Cada vez más personas se sienten agotadas al llegar a los 55 o 56 años. Literalmente, no pueden más.

"Ya está bien, quiero vivir", dicen muchos. Pero el sistema no lo permite. No aún. Porque si todos se jubilan antes, no habrá recursos suficientes para sostenerlo.

Aquí surge un conflicto generacional. Mientras los mayores sueñan con dejar de trabajar, los más jóvenes viven al límite: sin estabilidad, sin ahorros y sin expectativas reales de pensión.

Bernardos detecta una cultura del disfrute inmediato. Del "ya lo pensaré mañana". Una actitud que puede salir muy cara en el futuro.

Como medida adicional, propone que el Estado asuma el pago de la Seguridad Social durante el primer año de contrato indefinido para mayores de 50 años.

Eso permitiría fomentar su contratación y aumentar la cotización en la última etapa laboral. No es un parche, dice, sino una estrategia fiscal con impacto a medio plazo.

Al final, todo gira en torno al equilibrio. Bernardos no quiere recortar las pensiones actuales. Sería injusto. Pero tampoco quiere condenar a los jóvenes a un sistema inviable.

Los países que mejor gestionan este problema combinan incentivos y penalizaciones: premian al que sigue, penalizan al que se va antes de tiempo.

Por eso lanza su mensaje final, directo y sin adornos: si tienes menos de 50 años, mentalízate. Te vas a jubilar más tarde. Cuanto antes lo aceptes, mejor podrás prepararte.