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Fernando Frías, quien ha logrado convertirse en el notario más joven de España, ha dejado atónitos a muchos al compartir detalles de la rutina extrema que adoptó durante su preparación para una de las oposiciones más exigentes del país.

Su historia no solo refleja disciplina, sino también el coste físico y emocional que puede tener alcanzar un logro de tal magnitud.

En una entrevista reciente en el canal 'ConPdePodcast', Frías confesó un aspecto especialmente llamativo de su preparación: la alimentación. "Tenía una comida al día. Para comer y ya", revela.

Lejos de seguir una dieta equilibrada y saludable, Frías optó por eliminar el desayuno y la cena de su rutina diaria.

"Yo es verdad que nunca he desayunado, porque no me ha gustado, sobre todo cuando madrugo, pero aquí el problema es que tuve que prescindir de la cena también, porque realmente yo cenando con un plato en la mesa no me concentraba", explica.

Esta decisión, que para muchos podría parecer extrema o incluso perjudicial, formaba parte de una estrategia personal para optimizar su concentración y no romper el ritmo de estudio.

Su solución fue sencilla pero radical: tuvo que concentrar todas las comidas en una sola.

"A la hora de comer cargaba un poco más la mano, comía un poco más para no tener que cenar y entonces ya esperaba 24 horas", comenta.

De esta forma, una sola comida al día, reforzada, le servía de sustento para continuar con jornadas de estudio maratonianas.

La vida de un opositor puede ser monótona, pero también tremendamente exigente, y Frías lo ejemplifica con claridad.

Aislado casi por completo del exterior, su rutina lo mantenía durante horas encerrado, sin apenas contacto con la luz natural.

"Yo necesitaba vitaminas, porque ni me daba el sol ni nada", reconoce, dando cuenta de los efectos colaterales de ese estilo de vida.

La falta de exposición solar y una dieta limitada pueden tener consecuencias importantes para la salud, aunque él parecía más preocupado por mantener su rendimiento intelectual.

El nivel de dedicación que describe es casi obsesivo. "Cuando estás 15 horas estudiando, al final, cuando me iba a dormir, soñaba con los temas, porque vivía en un bucle constante", narra.

Esta frase ilustra cómo la preparación se infiltró incluso en sus momentos de descanso, hasta el punto de invadir sus sueños. No se trataba solo de estudiar durante el día, sino de vivir literalmente para el estudio.

Su testimonio también deja entrever episodios de desorientación derivados del agotamiento, ya que el cuerpo y la mente, sometidos a tal exigencia, pueden llegar a confundir los ritmos naturales del día y la noche.

"Algún día que de repente yo levantaba la persiana, me lavaba la cara, me sentaba en la silla, miraba el reloj y digo: 'Si son las tres y media de la mañana, que no es la hora'. Entonces me volvía a dormir", recuerda.

Fernando Frías es hoy un ejemplo de superación y constancia, pero su historia también invita a reflexionar sobre los métodos y condiciones a los que muchos jóvenes se ven sometidos en su afán por alcanzar metas profesionales.

Aunque su sacrificio dio frutos, queda la pregunta sobre si es realmente necesario llegar a tales extremos para triunfar.