En un momento en el que ahorrar en la factura de la luz se ha convertido en una prioridad para muchos hogares en España, podemos marcar el día a día con pequeñas acciones. Uno de los más eficaces, aunque menos conocidos, es el ajuste correcto de la temperatura del frigorífico y del congelador. Según numerosos expertos en eficiencia energética, mantener el termostato del refrigerador en 4 °C y el del congelador en -18 °C puede traducirse en un ahorro significativo anual y, además, permite alargar la vida útil de los electrodomésticos.
El frigorífico es uno de los aparatos que más energía consume en una casa, ya que está en funcionamiento las 24 horas del día. Cuando su configuración no es la adecuada, el motor trabaja más de la cuenta, lo que se traduce en un mayor gasto energético y, con el tiempo, en posibles averías.
Además, si la temperatura está demasiado baja, los alimentos pueden congelarse o estropearse antes de tiempo; si está demasiado alta, el riesgo de proliferación bacteriana aumenta, comprometiendo la seguridad alimentaria. El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) recomienda estas temperaturas como las óptimas tanto para el mantenimiento de los productos como para la eficiencia energética.
De hecho, según datos compartidos por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), un frigorífico bien ajustado puede suponer hasta un 15 % menos de consumo eléctrico al año. Esto, en un contexto de precios variables en la energía, puede traducirse en un ahorro de más de 100 euros anuales.
Otro punto importante es la ubicación de los alimentos dentro del frigorífico. Colocar los productos en las baldas adecuadas, no obstruir las salidas de aire y no introducir alimentos calientes contribuye también a mantener la temperatura interna sin que el aparato tenga que forzarse.
En el congelador, evitar la formación de capas de hielo mejora el rendimiento y libera espacio útil.Además de revisar el termostato, es recomendable descongelar el congelador si acumula escarcha, revisar los burletes de las puertas para comprobar que cierran correctamente y no abrir la nevera constantemente sin necesidad. Por ello, estos hábitos tan sencillos, sumados a una configuración eficiente, nos pueden ayudar a reducir el consumo energético sin renunciar a la comodidad.
