Cuidar a un mayor o a alguien en situación de dependencia en casa es un acto de responsabilidad y compromiso por parte de sus personas más cercanas. Pero es una situación que exige mucho trabajo y una dedicación casi exclusiva, algo que conlleva una gran carga que, en algunos casos, puede provocar el denominado 'síndrome del cuidador', un estado que implica un profundo desgaste emocional y físico de quienes tienen a alguien a su cargo.

Quienes desarrollan este trastorno pueden sentir que su tiempo de ocio queda absorbido por estas tareas, por lo que hallar un mecanismo que 'recargue' las pilas se antoja una necesidad cuando se está al límite de tus fuerzas. Porque, como explica Isabel Franco, directora de la residencia Bañosalud de Venta de Baños (Palencia), gestionada por Clece, "para atender a una persona lo primero es estar sano y con energía".

Cualquiera tendría fácil planificar una escapada o unas vacaciones para relajarse pero "tener en casa a una persona mayor o dependiente condiciona: tenemos que adaptar nuestros horarios, a veces cambiar el mobiliario para su comodidad o hacer comida diferente". Y esas peculiaridades, unidas a la preocupación continua, conforman un cuadro difícil de comprender para quien no lo ha vivido y que impide pensar en soluciones que permitan cosas tan habituales como disfrutar de unos días libres.

Solución ante cualquier imprevisto

Pero ni siquiera hay que pensar en un periodo de asueto como motivo. Para muchas familias, incluso situaciones tan cotidianas como una reforma en casa, una intervención médica o incluso una jornada laboral pueden generar un problema para quien se hace responsable del bienestar de una persona. ¿Qué hacer en esos casos, qué alternativas existen para no dejar desatendidos a quienes más nos importan?

Pensando en estos escenarios, una de las modalidades que ofrecen las residencias de mayores de Clece, filial de ACS, es el denominado 'respiro familiar'. Se trata de un programa de estancias temporales pensado para acoger a personas mayores o dependientes en los momentos en los que sus cuidadores necesiten descansar o no puedan atenderles por cualquier motivo.

Gracias al 'respiro familiar', se le proporciona un entorno seguro y de cuidados a estos colectivos. En el centro al que acuden disponen de personal sanitario y de atención sociocultural que les cubren todas sus necesidades. En realidad, este tipo de servicios tiene una amplia trayectoria detrás, como señala Isabel Franco, si bien existe un cierto desconocimiento sobre su existencia y las ventajas que conlleva a todos los niveles. En el caso de la residencia que dirige, hace años que hay programas pensados para este tipo de estancias. Primero en coordinación con la administración regional y posteriormente de forma autónoma, su centro reserva plazas para este tipo de usuarios que necesitan esta atención puntual.

Ideal para convalecencias

En base a su experiencia al frente del centro palentino, amplía la casuística que eleva la conveniencia de esta solución para las familias. Porque si bien es cierto que "el respiro familiar estaba planteado para un descanso del cuidador", explica, "muchas veces venía motivado por una intervención del mismo o incluso del propio usuario, que se viera en la necesidad de un periodo de convalecencia posterior".

Estos episodios imprevistos son especialmente delicados para una persona dependiente y sus atenciones, ya que "si sufre una rotura de cadera, un ictus o cualquier tipo de accidente, es normal que a sus cuidadores se le venga el mundo encima porque en casa no le pueden manejar, al ser más difícil para una persona sola y teniendo en cuenta que los hogares no suelen están preparados". Ante ello, las ventajas del 'respiro familiar' ofrecen una respuesta rápida para hacerse cargo del usuario y poner a su servicio un entorno optimizado para su recuperación y su bienestar general.

Y aunque el 'respiro familiar' esté pensado para estancias más o menos cortas, Isabel recomienda que sean de, "como mínimo, un mes", muy especialmente en el caso de las convalecencias porque permite "terminar todas las valoraciones de todos los departamentos, hacernos una idea de su perfil, en qué zona puede estar mejor, con qué personas, qué actividades proponerle, etc".

Además, otro argumento para prolongar estas estancias es la adaptación al centro. Que los usuarios se familiaricen con el lugar facilita su día a día porque "necesitan una rutina diaria" y, de irse antes de ese plazo, "puede que no se lleven el mejor sabor de boca porque solo habrán vivido el periodo de adaptación, que es el menos agradecido. A partir de los 15 días es cuando la persona empieza a ser un poco más independiente en los espacios, a saber usar los servicios con los que cuenta el centro y a sentirse un poco más independiente y más seguro", explica.

Tranquilidad para las familias

Dar tranquilidad a los usuarios es clave pero para las familias es igualmente importante. De hecho, a la hora de ingresar a un mayor en una residencia, aunque sea para una estancia de respiro como estas, a veces aflora un sentimiento de culpa entre las familias. Es un efecto habitual por lo que cuenta Isabel, que se ha encontrado muchas veces con esa resistencia en las personas que preguntan por este servicio.

"Cuando viene una familia, muchas veces lo hace un poco a la aventura, sin conocer muy bien lo que hacemos en una residencia". Por eso es importante la información y dejar claro "hasta dónde llegamos nosotros y hasta dónde llegan ellos, y dejarles claro que todos estamos para que esa persona esté mejor, pero que el trabajo es al 50% con ellos porque el apoyo afectivo que aporta la familia no puede ser sustituido absolutamente por nada".

El aporte de atención y de cariño por parte de los familiares es imprescindible y una manera de "trabajar ese sentimiento de culpa" porque ingresar a un mayor en una residencia no implica despreocuparse de él. Al revés: mientras que lo más duro de las tareas que precisa recae en los profesionales, las familias pueden liberarse de esa parte y compartir con ellos todos los ratos buenos, porque muchas veces los últimos años de vida son muy duros y es muy ingrato que quede ese recuerdo".

Estamos para que esa persona esté mejor, pero el trabajo es al 50% con las familias porque el apoyo afectivo que aportan no puede ser sustituido absolutamente por nada

Por eso, Isabel recomienda que ese tiempo que las familias pasen con sus mayores sea de calidad. Y a ello contribuyen estos respiros familiares: "Yo les digo a las familias que todo ese tiempo de la estancia lo tienen que invertir en ellos mismos, en relajarse, descansar y cambiar de actividad para que luego estén con toda la energía y le puedan dar todo el cariño del mundo, porque el abandono no lo producen las instituciones sino las personas", concluye.

Es también una manera de "normalizar" las residencias y los servicios que ofrecen, huyendo de esos sentimientos de culpa y ofreciendo alternativas al desgaste que supone la atención permanente en casa para los cuidadores no profesionales. La variedad de modalidades permite, además, que el mayor pueda ingresar en una residencia de forma temporal durante el tiempo necesario e incluso hacer uso del centro de día mientras sus familiares trabajan, por ejemplo. Para que unos y otros puedan aprovechar al máximo el tiempo juntos.