El 19 de octubre de 1995 en España se emitió por primera vez el desgarrador documental Las habitaciones de la muerte, un trabajo periodístico que revelaba la situación de los niños en orfanatos chinos. Bebés malnutridos, pequeños sucios y escuálidos o niños atados en sus cunas y con un llanto incansable. Unas imágenes que en los padres de Susana Morales (Madrid, 1982) conmovieron tanto que los llevaron a iniciar un proceso de adopción internacional. Morales y su gemela Lorena -su “media naranja y medio limón” en la lucha por los derechos de los niños sin hogar- se convirtieron en hermanas mayores de Carmen tres años después: “Fue el mejor regalo que nos pudieron hacer nuestros padres. Ahí empezó mi activismo”.

Susana Morales, leona de la Solidaridad 2016, es presidenta de la Fundación Familias de Colores, una entidad que tiene como principal razón de ser la lucha por el “eslabón más débil de la cadena”: los niños sin familia. Trabaja día a día para que los menores que padecen situaciones de abandono o desamparo consigan “el calor” de un hogar donde disfrutar de una familia que les ofrezca “su amor y sus cuidados”.

Su lucha no se logra entender -del todo- sin echar un vistazo al libro de familia de Morales. Tras Carmen, una niña de origen chino, llegó a su casa desde Haití y con tan sólo ocho meses William. No quedó ahí el asunto y los padres de Susana adoptaron por tercera vez. En este última ocasión aterrizó en su hogar por la vía de necesidades especiales David, un niño de cuatro años -ahora ya tiene 11- con una cardiopatía grave. “Es listísimo y hace una vida muy normal”, presume Molares de hermano.

Esta abogada madrileña se inició en el mundo de la adopción mientras estudiaba en la Facultad compartiendo bancada con su gemela. “Éramos unas foreras brutales”, reconoce Morales a este medio. En mitad de esos primeros pasos -agigantados- de activismo comenzó su andadura en la cooperación internacional con Haití -país de origen de su hermano William- como telón de fondo. Creó -de nuevo, de la mano de su hermana Lorena- la ONG Un niño, un futuro, desde donde recaudaron fondos para orfanatos haitianos “que no reciben ninguna ayuda del Gobierno y vivien de la solidaridad internacional”.

ANTES EL AFECTO QUE EL COMER

Desde entonces, Nigeria, República Dominicana, Haití, Etiopía, Mali o Nicaragua son sólo algunos de los países en los que ha estado visitando orfanatos de todos sus rincones. En ellos, ha visto pequeños “que no saben lo que es un beso” y dice -aunque la voz le tiemble- que para un niño huérfano es más importante el afecto que el comer”.

“En África, por ejemplo, los pequeños saben que cuando llega un blanco al orfanato normalmente uno de ellos se va. Te ven empiezan a llamar mamá blanca. No entienden que hay un proceso de papeleo administrativo detrás, sólo creen que si te hacen su mejor gracia, les vas a elegir a ellos. Es algo muy triste que te lleva a plantearte qué está pasando”, relata Morales.

Y en ese planteamiento y búsqueda de explicaciones, esta madrileña sólo encuentra contradicciones: “¿Cómo puede ser que España esté a la cabeza de padres adoptantes y a su vez a la cola de adopciones resueltas?”. “Porque no tenemos donde adoptar”, critica. No obstante, no se queda en el argumento fácil y propagandístico y Morales es capaz de dar razones con datos, números y ejemplos de todo lo que denuncia. Argumenta que la mayoría de países de la Unión Europea adopta en 45 países países que España mantiene cerrados.

“Estoy harta de escuchar el mantra que desde las instituciones se repite de manera incesante de que los países han recrudecido sus requisitos para adoptar. Cuando España empezó el camino de las adopciones internacionales lo hizo con Rusia, China y Etiopia.  Hoy seguimos prácticamente igual, mientras que el resto de la UE, EEUU y Canadá han buscado otros países que siguen teniendo problemas para dar salida a todos los niños que esperan ser adoptados”.

ESPAÑA ESTÁ "EN UN LIMBO"

Esta inacción -o “dejadez absoluta”, como ella la califica- se pretende cambiar con la Ley para la protección de la Infancia que aprobó el Gobierno de Mariano Rajoy al final de la pasada legislatura. Una norma en cuya elaboración ella participó activamente, pero que no se ha puesto en marcha: “Estamos en un limbo”. Porque si uno de los primeros campos de batalla de Morales ha sido la adopción internacional, la batalla de la nacional tampoco está dispuesta a perderla.

En España 22.000 niños en centros de acogida. Morales prefiere seguir llamándolos orfanatos porque le parece “muy hipócrita” que se puedan llamar así en el resto del mundo, pero en España haya que denominarlos “centros de acogida”. “Es fea la palabra, sí, pero si dejas de llamarla por su nombre la sociedad deja de ser consciente del grave problema”, que para Morales debería ser “prioritario” y que no entienda “de colores políticos” porque “un niño sin familia es el eslabón más débil de la cadena porque no tiene una familia que luche por sus derechos”.

Y si en nuestro país hay 22.000 niños en orfanatos, paradójicamente, más son las familias que buscan convertirse en adoptantes: 33.000. “Una vergüenza”. Este es uno de los grandes puntos que la ley popular pretende solucionar, pero aún poco -o nada- se ha hecho. Algo tan “básico” como volcar 17 bases de datos -de nuevo las competencias transferidas a cada comunidad autónoma- en una sóla estatal todavía no se ha realizado. “Si eres extremeño, sólo puedes adoptar a niños extremeños”. Un “absurdo”, que no da respuesta a la realidad española: “Las comunidades con más familias queriendo adoptar no son las regiones en las que más niños en situación de desamparo hay”.

Así, denuncia Morales, hay menores españoles que llegan a la mayoría de edad habiendo pasado toda su infancia en orfanatos por cuestiones burocráticas. No obstante, lo peor llega ese día. El de los 18 años. Cuando el Estado les dice que tienen que convertirse en independientes: “¡Qué recursos van a tener para encontrar un trabajo y un hogar, por favor!”, se indigna Morales. Por eso, además de su guerra contra las administraciones también trata de concienciar a familias de que es necesario adoptar a “los niños que hay pidiendo un hogar y no a los que no hay”.

Recuerda que el 90% de los niños en centros españoles son mayores de seis años o con alguna patología. “No todos son bebés como prefieren las familias”. Su sobrino, hijo adoptivo de su gemela Lorena, llegó a casa de su hermana con seis años, “sin ninguna mochila de vivencias que lo haga inasumible”. “Como todos los de su edad, incluso mayores”. “Con paciencia, cuidado y cariño puede integrarse de manera completamente normal”, asegura.

VISIBILIZAR A LOS MENORES CON VIH

En ese perder miedo a los prejuicios y los estigmas, recientemente ha colaborado en una campaña (Adopción en positivo) para fomentar la adopción de los menores con VIH. Una guía para sensibilizar e informar a familias que están en el proceso sobre esta opción. “Una vez le propuse a unos futuros padres que adoptase a un niño con VIH porque puede hacer una vida completamente normal y me contestaron que si quería que adoptasen un niño que se iba a morir”.

En este punto recuerda -y se emociona- cómo en un orfanato “muy pobre” de Nigeria su curiosidad le llevó a una choza que estaba apartada del resto de niños. “Hacía un calor infernal. Allí, en el suelo, había una niña de unos cinco o seis años cubierta de moscas, esquelética. Abrió los ojos, me cogió la mano y se puso a llorar. Tenía VIH y se iba a morir”.

-Vamos a ayudar, joder. Vamos a ayudar.

- [...]

-Cerrar la puerta de la adopción internacional nunca debe ser una opción. Son países muy pobres y para esos niños es su única opción de vida. Ojalá la adopción no existiese, pero la realidad es otra. No se les puede exigir que establezcan un protocolo de adopción como si fuesen Noruega.

Y también en la República Dominicana. Cuenta -con los ojos vidriosos- cómo durante su visita a La Casa Rosada, un orfanato que nació hace 30 años con el espíritu de ser “una casa para bien morir” porque acogía a niños con VIH porque sus familias no los querían, un pequeño quiso hacer un inocente trato con ella: “Me dijo que si yo le encontraba unos papás, él bebía mucha leche para convertirse en blanco”. “Él creía que el problema por el cual no le adoptaban era por ser de color y no que tuviese VIH porque se encontraba bien, con una vida normal”, recuerda.

Este niño sigue en La Casa Rosada porque todavía ninguna familia lo ha adoptado. Como él, otros 1,2 millones de menores esperan en orfanatos de todo el mundo un hogar y Morales dice tener más fuerza que nunca para seguir su lucha. Tiene tiempo. Inversamente proporcional al que disponen todos los menores que buscan familia porque “su tiempo siempre corre en contra”. “A medida que son mayores, cada vez menos familias hay interesados en ellos”.

“Esta es la realidad, aunque duela”.