Difícilmente desayunamos sin prisas alrededor de una mesa. A las ocho de la mañana solo hay un 27% de la población ocupada trabajando, mientras que en Europa casi un 80% de los trabajadores ya está en su puesto. Comemos a las tres de la tarde. A pesar de que al cabo de cuatro horas se debería echar el cierre, uno de cada cinco trabajadores todavía está en su puesto de trabajo. Nos sentamos por fin para cenar a las diez. Pasada la medianoche, aún esperamos el desenlace de programas de la televisión pública. “Los horarios actuales son un desastre”, valora Fabián Mohedano, diputado de Junts pel Sí y promotor de la Reforma Horaria, una iniciativa que pretende recuperar unos biorritmos que como sociedad nos eran propios en el pasado y que toda Europa asume con naturalidad. “El ritmo de vida que llevamos conlleva problemas de salud”, añade.

La lista de consecuencias derivadas de nuestros horarios es larga y preocupante. “Nos conduce a ir privados crónicamente de sueño y esto tiene repercusiones directas en la salud. A nivel cognitivo, falta de concentración y atención; a nivel anímico, más irritabilidad, insatisfacción y ansiedad; a nivel inmunológico, más propensión a las infecciones”, radiografía Javier Albares, neurofisiólogo de la Clínica del Sueño Estivill. “Todo esto sin contar los trastornos cardiovasculares o la tendencia a ganar peso”.

Según explica Mohedano, tenemos la segunda esperanza de vida más alta del mundo [86,1 años], pero pertenece a una generación que ahora tiene 80. “Esa generación tuvo una vida mucho más dura pero ordenada; dormía cuando tocaba y se levantaba temprano”, opina este diputado. “Ahora tenemos un 15% de obesidad infantil, al nivel de Estados Unidos. Algo no va bien en un país que comparte estos dos indicativos”.

Como el ideal de 8 horas de trabajo, 8 horas de ocio (y obligaciones varias) y 8 horas para dormir no se cumple, descontamos tiempo al sueño. “Se ha menospreciado mucho el sueño e incluso alardeamos de dormir poco. Es una barbaridad. Estamos quitando horas a una función fisiológica”, abunda Albares. “Existen incluso campañas publicitarias que proclaman que dormir es de cobardes para quedarse hasta las 4 de la madrugada viendo un partido de básquet”. Según este experto en el sueño, si la sociedad estuviera bien dormida, las cosas funcionarían mejor.

La planificación ideal

Según el proyecto que quiere aprobar el Parlament, las escuelas compactarían su horario: de 8:30-9:00 hasta las 15:30-16:00. De esta forma, a las 19:00 podrían terminar las actividades extraescolares. “Estamos hablando de grupos de edades muy sensibles que necesitan dormir 9 horas porque es cuando se refuerzan o se pierden las conexiones neuronales”, prosigue Albares. “Con estos horarios, más actividades y los deberes por hacer, los niños acaban cenando tarde y durmiendo dos horas menos. A este ritmo, al cabo de la semana, se han perdido 10 horas, el equivalente a un día”.

Un gran porcentaje de la población ocupada debería estar funcionando a las 8 de la mañana, como se hace en Europa. Entre las 12:00 y las 14:00, tiempo para comer en una hora, porque la idea es que a las 19:00 ya no quede casi nadie en el trabajo. “Con sólo dos medidas como la flexibilidad y la compactación de horarios, alucinaríamos. Podría mejorar el clima de trabajo y la satisfacción del personal, así como aumentar la productividad”, añade Mohedano. Para ir a dormir más temprano sería necesario avanzar el telediario a las 20:00 y el ‘prime time’ a una franja entre las 21:00 y las 23:00. También deberían programarse con antelación las comparecencias de los políticos para facilitar la conciliación familiar de los periodistas. Para toda esta batería de supuestos, se requerirá, entre otras cosas, un gran acuerdo social entre patronal y sindicatos.

El gran pacto

“Es una cuestión de voluntad. Bajaría el absentismo, que es uno de nuestros caballos de batalla, la gente estaría más contenta y habría muchos sectores que saldrían beneficiados como el de la distribución o la restauración”, afirma David Garrofé, secretario general de la organización patronal catalana CECOT. “¿Qué sentido tiene que una cafetería esté abierta hasta las 21:00? Las multinacionales ya están adaptadas, así que ayudaremos a otras empresas a funcionar mejor”, añade.

El reto ahora es conectar bien las diferentes piezas y coordinarlas para vencer la batalla al “ineficiente” reloj actual: “Si diseñamos bien la Reforma y ordenamos bien los factores, nos pondremos de acuerdo todas las partes. Primero ha de ser la Administración, que es la que tiene más poder y jerarquía”, explica Garrofé.

Desde el punto de vista sindical, también están a favor pero con matices. “Solo será posible si se abordan medidas integrales que pongan en el centro las necesidades de las personas”, reivindica Alba García, secretaria de la Mujer y de Cohesión Social de CCOO de Cataluña. Puestos a remodelar y reflexionar, la modificación del horario no será el único aspecto que mejorar: “Deberíamos plantearnos volver a las 35 horas semanales –ampliar la jornada no ha sido garantía de más o mejor trabajo–, reorganizar el tiempo con calendarios anuales, equilibrar las jornadas, que haya flexibilidad voluntaria y que se reforme la ley de seguridad social, para que la gente que haga reducción de jornada o pida una excedencia por cuidado de familiares, no vea reducida su cotización”.

Los principales obstáculos

La televisión, la ley de horarios comerciales y la falta de competencias en materia laboral son los tres principales escollos. “Todos los partidos se sienten representados en la plataforma para la reforma horaria”, aclara Mohedano. “No se me pasa por la cabeza que el Constitucional tumbe esta ley porque creo que en Madrid también habrá un proceso parecido. Es una ley necesaria para el conjunto del Estado y aquí no hay trasfondo ideológico, solo una vida mejor para todos”. De hecho, el presidente en funciones, Mariano Rajoy, llegó a proponer en abril una jornada laboral que acabara a las 18:00 y cambiar el huso horario.

Sobre la ley de horarios comerciales, llueve sobre mojado en Cataluña ya que el Tribunal Constitucional la mantiene suspendida. “Si nuestra población no cambia sus hábitos, nosotros no podremos modificar los horarios porque estamos a su servicio”, explica Jordi Vilaprinyó, presidente de la Agrupación de Tenderos y Comerciantes de Cataluña. “La Reforma nos parece bien, nos ayudaría a conciliar mejor, pero la veo poco factible”, añade. Desde la Unión de Televisiones Comerciales en Abierto (UTECA) esgrimen el mismo argumento: “No queremos ni abrir ni reforzar ningún debate sobre esta cuestión, ya que las pautas de programación son consecuencia de los hábitos de los ciudadanos”.

La ley también debería de convencer a una parte de la ciudadanía que podría afrontar con reservas el cambio de hábitos. “Las resistencias limitan el crecimiento humano pero no se debe obligar a nadie”, concluye Albares. “Simplemente, hablamos de dar libertad a quien quiera tener unos horarios racionales, de comer y cenar temprano; que tengamos esa posibilidad y no como ahora que estamos esclavizados”,

Concertación, legislación y sensibilización serán las tres patas que sostendrán el recorrido de una ley que empezará en septiembre y que se espera materializada a finales de año. Después, se trabajará para alcanzar en septiembre de 2017 el “momento cero”, el umbral a partir del cual toda la sociedad catalana se sincronizará para avanzar a la vez las agujas del reloj.

La Reforma lleva cocinándose tres años y persigue unos objetivos piramidales. En la base de la pirámide se encuentra la salud. A medida que avanza su estructura aparecen conceptos como la productividad, la conciliación familiar, el estrés, el fracaso escolar o la obesidad infantil. Todo no se arreglará con el cambio horario pero por el camino se desprenderán más partículas de felicidad y libertad. O al menos esa es la meta.

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