La cara del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado lunes entrando en la joya arquitectónica del Palacio de las Dueñas era un poema de Bécquer o más bien de Antonio Machado, cuya infancia fue marcada por ese enclave sevillano.
Desde la frase entre dientes "no quiero foto de familia", que profirió a la entrada a un miembro de su equipo de protocolo, hasta el último aplauso que dio a los artistas que amenizaron la velada, aquella noche se le haría eterna.
Sobre todo porque no hay nada que le guste más a Sánchez que posar con líderes internacionales, sacar pecho de su perfil y de su nivel de inglés. Y lo primero, al menos, no lo hizo.
Sin embargo, aquel lunes no vería el momento de volver al hotel Alfonso XIII, donde se hospedó toda la cumbre de la ONU, para taparse la cabeza con la almohada y consultar y consultar cómo la situación se le había ido tanto de las manos.
Creo que hasta el atún de almadraba perfectamente cocinado por el chef jerezano Juanlu Fernández se le atragantó. Y no es para menos...
Unas horas antes, ese perfil internacional se le hacía aún más añicos en una cumbre de Sevilla hecha precisamente para reforzarlo. El ingreso en prisión del que había sido su mano derecha hasta hace unas semanas, Santos Cerdán, por su "específico papel" en la trama Koldo le estallaba en la otra.
Casi sobre la marcha tuvo que dar explicaciones a los cientos de periodistas allí presentes. "Es el momento de la Justicia", espetó con rostro serio, pero él sabe que su silla, la de la Moncloa, está más en juego que nunca, aunque se aferre a su premisa principal: no convocar elecciones porque sabe que puede perderlas. Lo ha dicho literal.
Por su rostro aquel lunes por la tarde parecía que a la cena iba casi obligado. De menuda se libraron el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, quienes finalmente se quedaron sin hueco para asistir, porque el ambiente podía cortarse con una tijera escolar.
Para Sánchez fue uno de esos días amargados en el trabajo en el que de lo único que tienes ganas es de llegar a tu casa, pegarte una ducha fría (por el calor) y no hablar con nadie. Sin embargo, él tuvo que aguantar a 150 mandatarios mundiales en una noche llena de folclore andaluz.
Y por si fuera poco, a la salida, no fueron pocos vecinos los que le increparon desde sus ventanas, llamándole "golfo", "capo", "perro" y pidiéndole que se fuera de España.
De ahí que se haya convertido en una de las cumbres más difíciles para Sánchez por todas las circunstancias que la han rodeado.
Teniendo en cuenta también que a escasos kilómetros, en la estación de Santa Justa, centenares de ciudadanos se agolpaban tras las 14 horas eternas en las que Madrid y Andalucía quedaron desconectadas ferroviariamente. Pedro, al menos, pudo volverse en el Falcón.
En cualquier caso, el Compromiso de Sevilla adoptado en esa IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo tendrá que cumplirse.
Todo ello para establecer un nuevo marco de acción para transformar la arquitectura financiera global, que durante cuatro días cientos de ponentes y representantes de los países participantes han ido tallando.
Sobre todo para cerrar la brecha de financiación, abordar la insostenible situación de deuda que afecta a numerosos países en desarrollo y revitalizar el multilateralismo como herramienta fundamental para el progreso global.
Unos compromisos que representantes empresariales de multinacionales y personalidades de la economía y las políticas públicas ya han comenzado a exigir a Sánchez que los cumpla.
Sin embargo, en estos días y en los que quedan, el presidente de todos los españoles centrará todos sus esfuerzos no en su bienestar común, que debería ser su principal cometido, sino en hacer todo lo posible para que la silla de Moncloa no se le tambalee aún más.
Pero, visto lo visto, todo es posible, tras el espectáculo del Comité Federal del PSOE este fin de semana con un Pedro Sánchez noqueado y asediado por la corrupción y el machismo en sus propias filas. ¿Quién nos lo iba a decir? Pues eso...