Imagen de los trabajadores delante de la nave de la Fábrica de la Cartuja de Sevilla en Salteras.
El SOS de los trabajadores de vajillas 'La Cartuja', en crisis: de sobrevivir a guerras a buscar un empresario para resucitar
Los propietarios han propuesto al juzgado que el proceso de liquidación y la venta de la unidad productiva se realice vía exprés.
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Desde Charles Pickman, Rumasa y el Estado: el último SOS de la mítica fábrica de loza La Cartuja para salvarse
A pesar de las crisis que ha sufrido la mítica fábrica de loza La Cartuja Pickman desde 1841 pasando de los 1.200 trabajadores a los 34 actuales, su plantilla sigue pensando que el negocio es rentable. Eso sí, bien llevado y con una red comercial potente.
Su facturación anual en los últimos años ha rondado el millón de euros y la inversión mínima para reflotarlo sería de un millón y medio. Por tanto, las cuentas pueden salir.
Esa es la esperanza que tiene José Hurtado, a punto de cumplir 40 años trabajando en la empresa. "Estamos seguros de que algún empresario dará el paso al frente para salvar el negocio", asegura en conversación con EL ESPAÑOL de Sevilla.
Hurtado es presidente del comité de empresa, secretario general de Industria en CCOO de Andalucía y habla con propiedad y autor del Trabajo Fin de Grado (TFG) 'Pickman S.A. La Cartuja de Sevilla, Fundación, desarrollo y liquidación de una empresa'.
En estos 184 años de historia la empresa ha pasado por muchas manos desde que la fundara un inglés procedente de Liverpool llamado Charles Pickman. En la década de los 80 llegó a las del todopoderoso entonces José María Ruiz-Mateos, siendo aquellas una de sus mejores épocas según afirmaban los propios trabajadores.
En concreto, su imperio empresarial Rumasa se hizo con el 50% de las acciones, quedando el 20% en manos de la empresa pública Sodean.
Sin embargo, un año después, en 1983, fue el Estado quien se quedó con estas acciones tras la expropiación por "razones de utilidad pública e interés social" que emprendió el Gobierno con Felipe González a la cabeza.
Más de un siglo antes Charles Pickman, Carlos en Sevilla porque todo el mundo lo llamaba así y al que el rey Amadeo I de Saboya concedió el marquesado de Pickman, decidió crear la fábrica La Cartuja en un monasterio conocido por el mismo nombre.
Lo hizo tras la muerte de su hermano que ya había establecido un negocio en Cádiz, desde donde vendía a toda España loza extranjera en aquellos años en los que la cerámica y porcelana irrumpieron con fuerza en Occidente.
Imagen de archivo de la antigua fábrica de La Cartuja en el Monasterio.
La empresa cogió mucho auge cuando el secretario de estado malagueño Cea Bermúdez decidió prohibir la importación de la cerámica inglesa con la idea de fomentar la industria alfarera nacional. Su historia ha inspirado la reciente novela 'La Dama de la Cartuja' de Inma Aguilera.
Diferentes dueños
Cuando muere Pickman en 1883 La Cartuja pasó a ser una sociedad anónima, arrojando hasta la década de los años 20 muchos beneficios. Fue entonces cuando empezó a menguar la plantilla.
Sin embargo, la década de los 60 fue una época de expansión gracias a la modernización de los talleres y el avance de las tecnologías cogiendo auge sus dibujos de las vistas urbanas, arquitecturas y paisajes imaginarios, los motivos vegetales y los diseños con figuras mitológicas, taurinas y naturalistas.
Pero el hecho de que el antiguo Monasterio de Santa María de las Cuevas fuera declarado por decreto Conjunto Monumental Histórico Artístico motivó el traslado a unas naves en Salteras, localidad donde se encuentra actualmente, tras la expropiación de los terrenos en la zona de La Cartuja, y aquello perdió algo de su encanto.
Tras el paso de Rumasa, la fábrica fue pasando por las manos de varios empresarios, como los hermanos José María y Joaquín Martínez Ruigómez o la sociedad valenciana Plusvalores, propiedad de Enrique Tatay y Joaquín Casanova, a partes iguales, pero uno de ellos acabó en prisión.
Ildefonso Jiménez fue el siguiente en hacerse cargo pero a finales de los 90 llevó a la empresa a la suspensión de pagos, cogiendo las riendas a Álvaro Ruiz de Alda, también condenado. Paralelamente las deudas con Hacienda y la Seguridad Social iban aumentando hasta llegar el empresario Emilio Portes Fernández.
Una operaria haciendo una pieza de una vajilla de La Cartuja.
En los años 2000 la empresa recibió importantes subvenciones de la Junta de Andalucía, según informa Diario de Sevilla, pero una década después acabó en el Juzgado de lo Mercantil y entró en concurso de acreedores durante cinco años.
Todo ello después de varios requerimientos de la Seguridad Social para saldar seis millones de euros de deuda de uno de los anteriores propietarios cuando la empresa ya estaba en manos de la empresa Ultralta, entonces vinculada a la familia Zapata. Finalmente, la Justicia acabó dando la razón a los propietarios, pero ya era tarde por su debilitada situación económica.
La Covid también hizo estragos en sus ventas y un nuevo embargo de casi 800.000 euros de Hacienda le ha asestado a la compañía un golpe mortal.
Por tanto, en la actualidad el futuro de la única fábrica de loza inglesa en España depende de un juzgado y de una nueva empresa que quiera coger sus riendas.
Mientras tanto, varios clientes siguen esperando sus pedidos, además de sus habituales que la han salvado en más de una ocasión como son El Corte Inglés, Heineken o Tabacalera.
Vía exprés
Por eso y por la situación de estas 34 familias, el tiempo apremia. De ahí que la administración concursal de Ultralta haya ha propuesto al Juzgado Mercantil 3 de Sevilla que el proceso de liquidación de la compañía y la venta de la unidad productiva se realice vía exprés, según reza en un documento consultado por este periódico.
El objetivo es poder salvar la actividad y los 34 empleos antes de final de año. Para ello, en el caso de que el juzgado lo aprobara, en 20 días podrían recibirse ofertas de compra a esta empresa de casi 200 años de vida y una seña de identidad.
Entre otras cuestiones porque el ERTE finaliza a mediados de diciembre. De ahí la prisa para que no se extinga la relación laboral con la empresa, ya que en caso de aplicarse esta propuesta vía exprés el proceso se agilizaría.
Los propietarios entienden que la liquidación de la empresa ya ha tenido suficiente publicidad en la prensa, "haciendo que los eventuales interesados en activos de la compañía o la unidad productiva lleven algún tiempo informándose".
Además, la propia administración concursal y la empresa ya han facilitado información a más de un posible optante de activos e incluso de la unidad productiva, siendo el objetivo primordial conseguir ofertas por esta con subrogación del mayor número de trabajadores y continuidad de la actividad industrial en Sevilla.
En caso de que no hubiera ofertas, se activaría la segunda fase de un mes de duración y se procedería a la venta mediante una empresa especializada con la organización de subastas o en un outlet que se organice a tal fin.
En concreto, los activos de la empresa objeto de liquidación suman un total de 541.236 euros. 100.000 euros de derechos de la recompra de las marcas y patentes y el restro entre equipos informáticos y maquinarias.
Según asegura el presidente del comité de empresa a este medio, "la deuda que tiene con Hacienda desaparecería para el nuevo proyecto y, en relación con la Seguridad Social, solo tendría que asumir la parte de los trabajadores que continuaran con la nueva actividad".
Tampoco se haría cargo la nueva empresa de la indeminzación de los empleados que salgan de la compañía.
El Ayuntamiento de Sevilla aprobó hace unas semanas una declaración institucional en apoyo de los trabajadores y de la continuidad de la empresa porque es una seña de identidad de la ciudad.
En la misma, el Consistorio instó a la Junta de Andalucía y al Gobierno central a implicarse en la salvación de la centenaria compañía, pero aún no hay novedades al respecto.
Todo ello porque desde que abrió sus puertas ha vivido desde la regencia de María Cristina hasta una pandemia mundial, pasando por la Guerra Civil Española, la postguerra y una guerra mundial.
Los actuales dueños y los trabajadores desean que las lozas y vajillas de La Cartuja sigan siendo testigo de la historia, pero para ello necesitan a un empresario que quiera seguir escribiéndola.