Morante pega un ayudado por alto en la Maestranza de Sevilla.
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Lo que Dios da, Dios quita: el poder y la torería de Morante y la suerte de los demás
El banderillero Javier Ambel recibió una cornada más escandalosa que grave cuando banderilleaba al tercero de la tarde.
Más información: Un histórico Morante desata el delirio en la Maestranza: dos orejas a un sello propio de un torero único
Lo que Dios da, Dios quita. No hay mejor refrán para describir lo que ha ocurrido este añorado lunes de pescaíto sobre el albero maestrante porque no se puede estar mejor que Morante de la Puebla y dar esa dimensión de poder y torería con un lote que no valía nada.
Ni desaprovechar de esa forma tres buenos toros de Toño Matilla - García-Jiménez-, de desigual y dudosa presentación, que traían el pasaporte para abrir la Puerta del Príncipe. Estos tocaron en suerte a José Mari Manzanares, en segundo y quinto lugar, y a Alejandro Talavante en último cuando ya muchos aficionados se habían ido al Real a comer pescao.
Se llenó de nuevo la Maestranza para ver a en un cartel que otros años hubiera levantado mucha más expectación en conjunto. Hoy, claramente ha sido el de La Puebla quien ha tirado de la taquilla tras su apoteósica tarde del pasado 1 de mayo para dejar claro que es el Papa del toreo por su poder y mando.
De hecho, el público maestrante con ambiente más festivo ha roto en aplausos al finalizar el paseíllo para que saludara desde el tercio. Y así lo hizo con un vestido turquesa en cordoncillo blanco con las medias blancas para hacer su estampa más añeja aún.
El sitio que pisa Morante lo pisan muy pocos, casi ninguno. No se puede torear con más verdad, con más pasión, mejor colocado y con la capacidad de pegarle pases a una mosca. El día que lo coja un toro que a todos nos pille confesados.
Con un público entregado le cortó una oreja al cuarto a base de poderle. Preciosos fueron los ayudados por alto en el inicio de faena y la primera tanda por el derecho con mucho sabor con los riñones totalmente encajados y con el mentón hundido en el pecho.
Algunos derechazos fueron sublimes, de alto voltaje, a pesar de que el animal vencía por dentro y embestía a arreones. Por el izquierdo le hizo una zancadilla y siguió por ese pitón más arrebatado aún dando una dimensión enorme de un torero único, que se tiró tras la espada.
Con el primero (bis) hizo un esfuerzo Morante para dibujar derechazos profundos y encajados casi en redondo con mucho mando en los medios, con una colocación perfecta, pero sin terminar aquello de fluir.
Se empeñó el de La Puebla por el otro pitón y la faena tuvo altibajos a causa de los enganchones y por la poca transmisión del animal. La última tanda, pegada a las tablas, también tuvo mucho sabor. Falló con la espada y saludó desde el tercio.
Manzanares despistó al personal con su vestido, un azul marino bordado en color cobre, pero también con su toreo porque claro, al lado de Morante, se ve más desajustado aún a pesar de llevarse el lote porque el quinto fue sensacional. Hasta su muerte de bravo fue preciosa.
Tal y como está el patio, se puede decir que Manzanares perdió la Puerta del Príncipe por la espada. Si le llega a pegar un cañonazo de los suyos, lo sacan en volandas, pero pinchó a ‘Frangeado’ y todo se quedó en una ovación.
El de Matilla embestía con todo y con mucho brío. Manzanares intentó reducir su velocidad y lo consiguió con una tanda de naturales rotunda que subió la intensidad del trasteo, al igual que un cambio de mano al ralentí.
Sin embargo, por el derecho, la faena bajó la intensidad porque por momentos se amontonó y tenía que perderle varios pasos para poder ligar, lo que hacía que la faena perdiera belleza y continuidad.
Sí que le cortó una oreja al noble y repetidor segundo tras basar su faena por el pitón derecho y una estocada algo baja y efectiva. Algunos derechazos fueron muy templados y estéticos con su enorme muleta, marca de la casa, bajo los sones de ‘Cielo andaluz’.
Pero con este también le faltó reunión y ajuste en el trasteo, a excepción de una tanda que tiró del animal más encajado con la que conectó con el personal.
El impresentable tercero, sin trapío y bizco de pitones, indigno de una plaza como Sevilla, hirió al banderillero Javier Ambel tras una voltereta muy fea y girar sobre el pitón. Afortunadamente, fue más escandalosa que grave porque su muslo quedó como un libro abierto.
Marcó su querencia hacia las tablas, pero Talavante logró retenerlo y sacó casta, pero no hubo acople ni conexión con los tendidos.
Con el sexto Talavante intercaló verónicas templadas y chicuelinas a un toro que marcó un buen son desde el principio, el mismo que tuvo en la muleta con la que consiguió una faena más efectista que rotunda.
Se plantó de rodillas en el centro del ruedo, cambiándole el viaje por la espalda cuando parecía que no iba a caber por ahí. Ya con la jarana en pie, hubo muletazos con mucho ajuste y otros sin ninguno como ese cambio de mano donde cabía otro toro en medio en una faena que no tuvo estructura.
Culminó su faena en la grada de sol con unas luquesinas con el cuerpo desmayado que hicieron volar los pañuelos entre gritos de torero, torero... Si lo llega a romper por abajo, no sé qué hubiera pasado porque cortó una oreja y el personal le pidió la segunda. Lo dicho, lo que Dios da, Dios quita...