David Galván le pega un derechazo a un toro de Alcurrucén en la Maestranza.

David Galván le pega un derechazo a un toro de Alcurrucén en la Maestranza. Empresa Pagés-Arjona

Sevilla

La espada de Damocles de un torerísimo Galván le priva del triunfo en la tarde de un gran 'Profesor'

La corrida de Alcurrucén ha sido muy interesante. El Fandi no entendió al mejor toro de la corrida y Ginés Marín le tocó el peor lote.

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David Galván hubiera salido relanzado este 30 de abril de la Maestranza. Ha sido una de esas tardes que cambian el destino cuando un torero está preparado y tiene esa elegancia y torería innata tras 13 años de alternativa y diez sin torear en Sevilla.

El año pasado tuvo que conformarse con aparecer en el cartel de las Fiestas Primaverales del Ayuntamiento de Sevilla, pero no en los carteles de la Maestranza, donde ha demostrado con creces su capacidad para entrar en el circuito de las grandes ferias ante una interesantísima corrida de Alcurrucén.

Eso sí, tiene que ser más efectivo con la espada y con el descabello para que no se convierta en la de Damocles en este año que puede ser el de su resurgimiento. Al menos en Sevilla, el destino le tenía guardadas las dulces embestidas de 'Pelucón', un bello animal de Alcurrucén de gran condición, al que le hubiera cortado las dos orejas con veinte muletazos, pero ¡qué veinte!

El animal fue abriéndose en los vuelos de su capote y fue a más tras reponerse en el peto, eso sí sólo quería suavidad, que se la dio Galván en todo momento. Muy suave, elegante y encajado, el inicio de faena con una mano y sin probaturas ya vaticinaba lo que vendría después.

Con mucha torería bordó dos series con la mano derecha, a media altura, con mucho temple y naturalidad. Los remates, los cambios de mano y los pases de pecho fueron auténticos carteles de toros, mientras crujían los tendidos.

El cierre por naturales casi en redondo enloqueció al personal, pero todo se enfrió tras una estocada muy delantera y cuatro descabellos.

Su torería y seguridad tapó los defectos de su último toro, al que entendió a la perfección. Muy encajado, le corrió y le bajó la mano al noble, pero deslucido quinto, al que pegó largos pases de pecho, impregnando el trasteo de una enorme elegancia, que también emborronó con los aceros.

Sin duda, tarde importante para el torero de la Isla de León tras ver hace unos días cómo le devolvían los dos toros al corral en Zaragoza, en la que ha cogido oxígeno y moral. Aunque como está el toreo, quizás no le sirva para estar en otras ferias, sí para demostrar que hay otros nombres, como el suyo, bastante interesantes en el escalafón para que no sea siempre lo mismo.

Precisamente, su nombre contrastaba con el de David Fandila 'El Fandi' que en sus 25 años de alternativa ha faltado muy pocos a Sevilla. Como siempre con mucha facilidad en banderillas, no se entendió con el extraordinario cuarto de nombre 'Profesor'.

Las primeras tandas ligadas de rodilla sí tuvieron mucho mérito por el brío con el que embestía el toro. Arrancó la música, pero cuando se puso en pie todo cambió, excepto la categoría del bravo animal que fue a más sin acople por parte del granadino y que hubiera merecido caer en manos de Galván.

Fue despedido con una gran ovación y, aunque queda mucha feria, puede ser uno de los más importantes del ciclo. Con el que abrió plaza, la faena fue larga, pero irrelevante.

El tercero fue el prototipo del toro de Sevilla, estrecho de sienes y muy buenas hechuras. Tuvo clase pero una transmisión muy justa, que no permitió a Ginés Marín que la cosa tomara vuelo.

Con el sexto, el de menos posibilidades de la corrida, poco pudo hacer en una tarde en la que Galván, sin duda, hubiera relanzado su carrera si no llega a ser por su espada de Damocles, es decir la espada de verdad y el descabello.