El padre, vestido con ropa del Barça, sujeta a su niña recién nacida. “En casa somos todos culés, pero creo que esta va a salir merengue, porque me vomita encima cada vez que me ve con esta camiseta”, bromea mientras la mece.

No es la única sorpresa que Paula, de dos meses, ha traído a esta casa del barrio de Bonavista (Tarragona). La campanada más grande la dio el día de su nacimiento. Básicamente porque nadie la esperaba. Paula vino al mundo sin haber avisado previamente. Ana Marín, su madre, no tenía la más remota idea de que estaba embarazada. “Serían las 3 y media de la madrugada y a mí me despertó un dolor muy fuerte al costado”, recuerda. Era 5 de enero, víspera de Reyes.

Durante casi 5 horas, Ana, de 43 años, estuvo soportando ese dolor cíclico, que crecía en intensidad y desaparecía, para volver a aparecer con fuerzas renovadas a los pocos minutos. “Eran las contracciones, pero yo pensaba que era un cólico”, confiesa Ana.

10 METROS EN 12 MINUTOS

A las 8 de la mañana, y alentados por su hija Helena, de 16 años, decidieron pedir ayuda. “Yo le decía a Helena que no se preocupase, que yo suelo padecer del riñón y sería un cólico. Pero al final el dolor era insoportable y llamamos a la ambulancia. Tardé 12 minutos en recorrer los 10 metros que separan el sofá de la puerta de casa”. Cuando los sanitarios la hicieron un primer reconocimiento en la ambulancia, lo tuvieron claro. “Es un cólico”.

Y con su cólico se fue Ana, acompañada de su marido, al hospital Juan XXIII. A ella la metieron en un box para atenderla. Él se quedó fuera, paseando, esperando y mirando cómo los Reyes Magos llegaban al hospital a darles regalos a los niños. Entraban por las ventanas como si fuesen bomberos. “Mira cómo reparten regalos”, pensó. No se imaginaba que el más grande era para él y se lo estaban preparando.

Porque, entretanto, a Ana le hicieron un TAC para valorar ese cólico. Un cólico llamado Paula. “Me preguntaron si podía estar embarazada y yo les dije que imposible no era, porque tengo desajustes menstruales desde los 14 años, pero que no creía que fuese un embarazo”. Pues sí que lo era y ella ya estaba dilatada de 9 centímetros. Había que actuar con rapidez.

NI VÓMITOS, NI BARRIGA, NI PATADAS

¿Qué pudo pasar? Ana no tiene ni idea de lo que ha sucedido en su vientre durante los 6 meses que ha estado gestando a Paula. “Bueno, claro que lo sé. Que he estado embarazada. Pero en ningún momento me di cuenta. No tenía síntomas. La niña no se movía porque al aparecer está como encajada en un costado. De ahí que yo pensase que me dolía el riñón. Luego está el tema de que yo no engordé ni un kilo, no tuve vómitos ni náuseas, y con el trajín del trabajo, perdí el apetito y comía menos. Además, tengo problemas con la menstruación desde que tengo 14 años. He llegado a estar 2 años sin tener la regla, así que por ahí tampoco me podía fiar. De hecho, entre la menstruación irregular y los sofocos, yo pensaba que era la menopausia”.

Paula acaba de cumplir dos meses y va ganando peso a pasos agigantados David L. Frías

Ana se visitaba con su médico de cabecera cada cierto tiempo por este problema. El doctor le ponía periódicamente una inyección para provocar la menstruación. “Tenía que ir en febrero a que me pinchasen. Pero creo que Paula se tuvo que enterar de alguna forma, porque ha ido a nacer el mes antes, para que no se la liemos. Imagínate que me pinchan sin saber que estoy embarazada. La habríamos matado”, plantea ahora.

YO TAMPOCO ME LO CREERÍA”

Ana reconoce que “es muy raro". "Yo me lo creo porque me ha pasado a mí, que si no yo tampoco me lo creería”, reconoce. Y es que ella ya tiene experiencia en traer niños al mundo. Tiene un hijo de 23 años que se llama Óscar y una de 16 que se llama Helena. En ambos casos tuvo partos complicados. Todo lo contrario a Paula. “En cuanto vieron que estaba de parto avisaron a los pediatras. Yo escuchaba que una doctora decía: “Con que pese 1.300 gramos estoy contenta”. Se preveía un parto complicado para esta seismesina que llegó el día de Reyes sin avisar.

Y nada más lejos de la realidad. Paula protagonizó un parto rápido y limpio. A las 11 entró en la sala de partos y a las 12:37 llegó Paula. Y con una salud de hierro, cuenta la madre: “En cuanto salió empezó a llorar, que es buena señal. Luego la pesaron y resulta que había superado las expectativas. Le pedían 1,3 kilos y ella pesó 1,9”.

PAULA COMO LA ABUELA

Con la niña en la incubadora, llegaron las prisas. Ana había ido a que le atendiesen un cólico, no a ampliar la familia. Así, no tenía nada preparado. Ni canastilla, ni cuna, ni ropa… ni siquiera el nombre. “Estando de parto yo escuchaba el nombre de Paula por todos lados. Recordé que mi abuela se llamaba Paula y me pareció un nombre bonito. Cuando nació y me la pusieron en el pecho, me dijeron que necesitaban un nombre porque se la llevaban a la incubadora. No me lo pensé. Paula es bonito”, opina, meciendo a una niña que apenas llora, que come mucho y que gana peso a marchas forzadas. “Es una glotona”, apunta el padre.

La cuestión de los enseres y los avíos también tiene historia. Como en casa no tenían nada preparado para un eventual parto, Helena, la hija menor (ahora la mediana), empezó a moverse por redes junto a su cuñada. Ambas postearon la historia en un grupo de Facebook de la localidad tarraconense de Vila-Seca. Un grupo que ayuda a los más pequeños que tienen carencias.

“En cuanto explicamos la historia, la gente se volcó. Más allá de la gente que entraba a meterse con nosotras y a insultarnos porque no se lo creían, en general la gente empezó a colaborar enseguida”, explica ahora Helena. Así consiguieron una cuna, ropa, canastilla y todo lo necesario para hacer la vida de Paula (y de sus padres) mucho más fácil. “A mí me echaron a la calle a los dos días y enseguida volvía a trabajar. La niña estuvo ingresada dos semanas y media, tiempo suficiente para que mi cuñada lavase todas las cosas que nos habían donado y me las dejase en casa” concluye Helena.

LA FAMILIA CRECE, EL DINERO MENGUA

¿Y ahora qué? “Pues ahora, a buscar otro piso. Este ya se nos había quedado pequeño y Helena necesitaba su propio espacio. Tiene 16 años y requiere su propia intimidad. pero mi marido está en paro. Trabajaba en la construcción, como muchos españoles que se quedaron sin trabajo. Luego ha trabajado muchos años en la hostelería, que esta zona recibe a muchos turistas en verano”.

Sin embargo, se trata de un trabajo estacional. Ahora mismo está en paro. Óscar, el hijo mayor, no vive con ellos. Sí lo hace Helena, de 16 años, pero actualmente tampoco tiene trabajo. La única que traía sustento económico era Ana, que limpiaba en tiendas y hoteles antes de parir. “Yo estuve trabajando al mismo ritmo hasta el día del parto. Como estaba bien y no notaba nada, me iba cada día a echar horas. Y mis compañeras de trabajo tampoco me lo notaron”.

Vicente cree que su hija paula es del Madrid porque en la camiseta del Barça David L. Frías

Ahora tampoco trabaja, aunque sabe que en cuanto pueda moverse un poco más, tendrá que reincorporarse al mundo laboral. Entretanto, familiares, vecinos y amigos le van ayudando. “La gente se ha sorprendido, pero se han volcado con nosotros”, relata. Incluso ha despertado empatía en alguna conocida. Y es que, en Bonavista, el barrio de Tarragona en el que reside, Paula no ha sido la primera persona que ha llegado sin avisar. “Hay una vecina que dice que a ella le pasó lo mismo. Que no se dio cuenta de que llevaba una criatura dentro hasta que se puso de parto. Es curioso que estas cosas pasen todas en el mismo barrio”.

Los vecinos van y vienen. Helena trata a su hermana como si fuese una hija “porque yo llevaba tiempo pidiendo un hermano y no me hacían caso”. Y los padres tratan de no preocuparse demasiado por lo que va a pasar en el futuro. Dios proveerá. Paula, que fue un regalo de Reyes, tiene salud, que es lo más importante. Y en el barrio de Bonavista, donde los niños llegan sin avisar, estas cosas pasan. 

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