El coche del detective está aparcado en un descampado, oculto entre la maleza. Los cristales tintados no dejan ver el interior. El investigador está sentado en los asientos traseros, esperando. Hace 6 horas que monta guardia.

De repente aparece por una esquina, a unos 50 metros, su objetivo. El detective enciende la cámara y enfoca. Es un joven de no más de 20 años que va paseando por la acera. Viste un chándal y pasea a dos perros. Está en el centro del visor. “Lo tengo”, murmura el espía mientras graba toda la escena desde el interior del vehículo.

En ese momento, el joven se detiene. El perro más pequeño se ha parado y está defecando en mitad de la acera. El detective lo registra todo y aguarda con expectación. “Ya ha cagado”, murmura en voz alta sin perder detalle de la escena. El animal acaba de hacer sus necesidades y su dueño lo arrastra sin recoger las deposiciones. El joven y sus dos perros desaparecen de la escena.

El detective capta el momento exacto en el que el perro defeca sobre la acera D.L.F.

El detective aguarda 20 segundos y sale del coche a toda velocidad, sin dejar de grabar. Emprende una sigilosa persecución del infractor, con cuidado de no ser descubierto. Se oculta por las esquinas sin perder de vista al incívico. Lo sigue por las calles del barrio de Bonavista (Tarragona) hasta que el chico se mete en un portal. “Ya te tengo”, se dice satisfecho el detective, que apunta el número del bloque. Al día siguiente pasará por ese mismo piso para enseñarle el vídeo a los vecinos del edificio y que lo delaten. Cuando disponga de sus datos, procederá a trasladárselos a la Policía Local de Tarragona para que formalicen una denuncia.

UN VIEJO PROBLEMA

Así ha trabajado, durante el mes de diciembre, Eusebio Úriz, el detective encargado de velar por el civismo de los dueños de perros en Tarragona. Dirige la empresa “Control Central”, a la que el Ayuntamiento de Tarragona le ha adjudicado este servicio pionero en España.

Los excrementos de perro se han convertido en un problema para la convivencia en Tarragona. Y no es de ahora. El Ayuntamiento ya aprobó esta misma medida en 2004: contratar a una agencia de detectives para grabar a los vecinos incívicos que no recojan las heces de sus mascotas en la vía pública. Y aquella vez funcionó.

5.100 EUROS DE DINERO PÚBLICO

De aquella campaña no se conservan datos, pero sí que hay consenso respecto al resultado obtenido. “Se consiguió disminuir el número de actos incívicos. Por eso, 12 años después, han repetido la iniciativa”, asegura el detective, que también fue el encargado de la vigilancia durante aquella primera experiencia. En esta ocasión, la campaña ha tenido una duración de 17 días durante el mes de diciembre. El Ayuntamiento de Tarragona ha pagado 50 euros por hora a esta empresa de investigación, a razón de 6 horas diarias y 17 días. Es decir, 300 euros al día, lo que supone un gasto de 5.100 euros.

“En estos días he conseguido identificar a 36 infractores. He cazado a 33. Sólo se me escaparon 3, pero es que es muy difícil perseguir a los incívicos por las calles y llegar a su casa sin que se enteren. Porque es fundamental que no se enteren. No puedo darles caza en mitad de la calle. Tengo que llegar hasta su domicilio y apuntar la dirección para pasársela a la policía”, reconoce Úriz. Aun y así, las cifras de éxito han sido muy elevadas aunque no lo parezca por el estado en el que se encuentran algunas calles de Tarragona. Es imposible caminar sin mantener la vista en el suelo. Una acera de paso en mitad del barrio se asemeja más a un campo de minas.

UN TRABAJO DE MIERDA

“La broma de que somos La Patrulla Canina o que tenemos un trabajo de mierda nos la han hecho muchas veces estos días”, reconoce Eusebio, que se ha turnado con otro compañero para completar este trabajo. “Elegimos las horas más conflictivas, que son las primeras de la mañana, mediodía y las últimas de la tarde. Es cuando la gente aprovecha que no está trabajando para sacar al perro a la calle”, cuenta.

El operativo es sencillo: el detective aparca el coche en una zona discreta de los barrios más conflictivos en este sentido, como son Bonavista o San Pere i San Pau. Y una vez allí… a esperar. “Es lo mismo que hacemos cuando nos encargan hacer un seguimiento de un trabajador de baja, o de un conflicto matrimonial. Esperar, estar atentos y tener mucha paciencia”.

Algunas calles de barrios periféricos de Tarragona parecen campos de minas D.L.F.

Una vez que aparece un potencial incívico, Eusebio desenfunda su cámara de mano y se pone a grabar. El Ayuntamiento le exige varios datos: “Lo primero es la prueba del delito. Tengo que grabar al animal haciendo sus deposiciones en la vía pública. Luego registrar que el dueño no lo limpia. Es ahí cuando tengo que enfocarle bien la cara, porque será una prueba fundamental. Luego lo persigo e intento averiguar su dirección”, resume.

EL PERFIL DEL INFRACTOR

¿Hay un perfil determinado de infractores? Eusebio habla de “por un lado, jóvenes de entre 18 y 25 años con perros grandes. Y por el otro, señores de más de 50 que tal vez no tengan interiorizado que las cacas de los perros se tienen que limpiar, porque en sus tiempos eso no se llevaba”. Pero siempre hay excepciones. “La última que pillé era una chica jovencita, muy guapa y con unas ropas muy caras. Llamaba la atención porque no es el look habitual que encontramos en estos barrios trabajadores. Llevaba un perrito de esos pequeños, un Yorksire. La primera impresión que me dio fue otra, pero la vigilé como a todo el mundo y acabó actuando como todos los incívicos”.

Este tipo de faltas también tienen más incidencia en la periferia de la ciudad. Úriz cree que “esto se debe a la campaña previa de concienciación que ha hecho el Ayuntamiento en los medios de comunicación locales. No sé el motivo, pero el Diari de Tarragona se lee más en los barrios céntricos que en las afueras. En ese periódico se ha informado de que entraba en vigor esta campaña y de que se iba a sancionar con 100 euros a los infractores”.

Entonces, ¿ha valido la pena la campaña? Eusebio cree que sí. Es muy difícil cuantificar el éxito en cifras, porque no hay una base de datos con el número de deposiciones que hay en cada barrio. Sin embargo, varios de los vecinos consultados reconocen que este mes han visto como se reducía el número de excrementos en la vía pública. Es decir: la campaña de concienciación previa ha dado resultados. “Es lo que buscamos: advertir antes que sancionar. Esta campaña no tiene un afán recaudatorio. El objetivo único es mantener limpia Tarragona”.

¿ERA NECESARIO?

Y la pregunta definitiva: ¿Era necesario? El Ayuntamiento gasta una cantidad de fondos públicos en una medida cuanto menos controvertida. La pregunta la contesta Mariona, una vecina de Sant Pere i Sant Pau que se limpia la suela de las zapatillas en la acera: acaba de pisar una bosta que, por su desproporcionado tamaño, debe de proceder de un mastín napolitano adulto.

Una vecina se limpia la suela de los zapatos después de pisar un excremento en plena calle. D.L.F.

Antes de que le pregunte su nombre, me dice: “Pues otra mierda que piso”. Viene de dar un paseo y se ha distraído unos segundos con el móvil. Realmente se le ve afectada. “Mira, yo no tengo animales y no tengo por qué aguantar estas cosas. A mí que no me vengan con eso da suerte, porque en realidad es una guarrada. Vivimos en una ciudad muy bonita y no nos merecemos esto". 

El detective me mira con seriedad. "Es un problema más grave de lo que pudiera parecer. Ponte en su situación. A nadie le gusta vivir entre mierda". Y para ilustrarlo recuerda que, en 2004, cuando se puso en marcha por primera vez esta iniciativa, el responsable fue un gobierno de Convergència. Esta vez ha sido el PSC: “Ya lo ves: las cagadas de los perros es una de las pocas cosas que pone de acuerdo a dos partidos políticos tan distintos”, bromea el detective, acabando su jornada. 

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