En la comisaría del aeropuerto de Barajas, once mujeres procedentes de Colombia son registradas por la Policía Nacional. Han llegado en un vuelo de Avianca y en dos de Iberia, procedentes todos del aeropuerto José María Córdova (Medellín). Los agentes sospechan que esconden droga. Tras negar los cargos, son examinadas en una sala de rayos X. Las radiografías revelan la presencia de cuerpos extraños en sus respectivos úteros. La más joven de todas, una chica de 22 años, pide entrar en los servicios y ahí se extrae un 'pepino' de la vagina. O lo que es lo mismo: un paquete de cocaína de casi 600 gramos de peso. Las dimensiones del bulto son tan grandes que la mujer acaba sangrando.

Las once colombianas, de entre 22 y 47 años, ya están en prisión. Todas ellas proceden de la zona baja de Medellín. Fueron interceptadas la semana pasada por la policía del aeropuerto de Madrid, en la que ha sido la operación contra el narcotráfico más numerosa de cuantas se han practicado en Barajas en los últimos 6 años. La policía las denomina 'pepineras', porque su método de transporte de droga consiste en introducirse en la vagina un paquete de cocaína de medio kilo. En la jerga policial, este bulto es conocido como 'pepino'.

El bulto de cocaína más grande de los que intervino la policía durante la operación pesaba casi 600 gramos.

Se trata de un caso inédito incluso para Barajas, que es el aeropuerto europeo que practica más detenciones relacionadas con el tráfico de drogas. Pero ninguna operación tenía estas características. Los mismos agentes se sorprenden: “Es muy inusual encontrar un caso así; suelen ser grupos de 'mulas' más pequeños” aseguran. Tienen la certeza de que las once mujeres trabajan para la misma organización.

GENTE HUMILDE DE BARRIOS BAJOS

¿Quienes son las 'pepineras' colombianas? Según la policía española, se trata de 11 mujeres que residen en la misma zona de Medellín: el humilde barrio de Aranjuez. No es la comuna más conflictiva de la ciudad, pero sí un área en la que abundan los hogares de clase baja. Estas once 'mulas' son mujeres sin formación académica ni trabajo conocido, algunas de ellas con antecedentes penales por tráfico de drogas. “Todas se conocen y sabían perfectamente a lo que venían; no las han engañado” sentencia un agente. Una de ellas está embarazada de tres meses, hecho que no le impidió transportar la droga en el interior de su vagina.

Tres de ellas ya habían viajado a España hace unos meses y fueron registradas por la policía en el aeropuerto. En aquella ocasión fueron puestas en libertad porque no les encontraron nada. Esta práctica también es habitual entre los narcotraficantes. “Primero mandan una avanzadilla para comprobar si es muy difícil colar la droga en el país. A veces, el envío no se produce hasta el segundo o el tercer viaje” señalan desde Policía Nacional.

UN PAQUETE YA ES RENTABLE

Las once 'pepineras' de Medellín no viajaban en el mismo vuelo. La organización dividió al grupo en tres: en el primer vuelo viajaban 6 mujeres, 4 en el segundo y 1 en el último. El motivo es diversificar los riesgos. “A los narcotraficantes les interesa que al menos un paquete llegue a su destino. Eso ya hace rentable la operación” cuenta uno de los jefes del Grupo de Estupefacientes de Barajas.

El policía lo ilustra con cifras: “Cada uno de esos paquetes ha podido costar en origen unos 1.000 euros, que ya es un buen precio. La cocaína que llega de Colombia suele tener un altísimo grado de pureza; entre el 80 y el 90%. Cuando se vende en España al menudeo, al consumidor le llega una sustancia tan adulterada que no sobrepasa el 15 o el 20% de la pureza. Los intermediarios la cortan con otras sustancias para poder sacar más cantidad. Los narcotraficantes que traen la droga desde Colombia pueden sacar entre 250 y 300 mil euros por cada uno de esos paquetes”. Si hubieran logrado colar todos los paquetes, habrían obtenido casi 3 millones de euros. A las 'pepineras' sólo les pagan entre 4.000 y 5.000 euros por la entrega. 

Cinco de las colombianas detenidas, en la sala de registros de Barajas

Los correos de la droga son el eslabón más débil de la cadena del narcotráfico. No son más que peones sacrificables. A los capos no les importa lo que pase con sus vidas. La organización criminal sólo busca coronar, que es como se conoce al acto de conseguir pasar al menos un paquete al destino. Para ello no dudan en sacrificar un peón. Un peón u once, como en este caso: “Diversifican los envíos para que al menos llegue un paquete. Lo que le suceda a los detenidos no les importa. Les da igual si esa persona se pasa 12 años en la cárcel o se muere, que es lo que ocurre muchas veces”, reconoce el subinspector del grupo: “Aquí mismo, en este mismo despacho donde registramos a los sospechosos, se nos han muerto varios. Les revienta el bulto en el interior del cuerpo. Si llevan un paquete de cocaína sólida, tenemos algo más de tiempo de reacción para llamar a la ambulancia e intentar salvar su vida. Si lo que se han introducido es cocaína líquida, cuyo envase no es más que un preservativo mal atado, la persona muere en menos de tres minutos. Es una sustancia mucho más potente y el paquete tiene mucho más riesgo de romperse”.

MÉTODOS MÁS HIRIENTES SI SON MUJERES

¿Por qué los narcotraficantes han elegido a estas mujeres? La policía lo ignora y asegura que no hay un perfil concreto en cuanto a 'mulas' se refiere. De hecho, la mayor parte de los correos de la droga son hombres. Sin embargo, cuando eligen a mujeres, los métodos de introducción de la cocaína suelen ser mucho más hirientes y agresivos. En el grupo policial todos coinciden en que el caso más dramático que han encontrado nunca es el de una mujer venezolana a la que detuvieron hace un par de años. Fue sometida en Caracas a una intervención quirúrgica para implantarle en el pecho unas prótesis rellenas de cocaína. “A esa mujer le salvamos la vida. Cuando llegó a Barajas ya tenía los senos gangrenados. La habían operado en un piso, sin ningún tipo de medidas sanitarias. Sus pechos naturales eran tan grandes que le quitaron un trozo de carne para que cupiese toda la droga. Luego le cerraron las heridas con hilos de pescar. Fue algo inhumano. Habría muerto si no la hubiésemos pillado”.

En el caso de las 'pepineras' colombianas detenidas esta semana, la introducción de la droga en el cuerpo es mucho más sencilla: utilizan unos geles para lubricar y dilatar la vagina, facilitando así la introducción del enorme bulto en el interior su cuerpo. Y allí permanece durante las doce horas que tarda en llegar a Madrid un vuelo procedente de Medellín. "Es incómodo", reconoce uno de los agentes, "pero piensa que otras personas se comen los bultos de cocaína y otras se lo introducen por el ano", remata.

"LAS MULAS NO SE INFORMAN"

Mientras hacemos la entrevista, el Grupo de Estupefacientes no pierde detalle de los pasajeros que bajan del vuelo de Lima (Perú), uno de los más calientes de cuantos llegan a este aeropuerto. Identifican a varias personas sospechosas, entre ellas a una mujer peruana que viaja con su hijo. Le preguntan cuál es su plan en Madrid y la mujer responde que va a visitar el estadio de fútbol San Bernardino. Los policías sonríen. Tal vez se refiera al Bernabéu. “Ese es uno de los indicios que nos hacen desconfiar. Las 'mulas' no se informan. Vienen a hacer un viaje de entre 10 y 15 días pero no tienen ni idea de dónde se alojan ni de los atractivos turísticos de la ciudad. Eso nos hace sospechar” cuenta el jefe del grupo.

Cuatro de los paquetes con droga que las mujeres transportaban en sus vaginas. Los test se vuelven azules cuando la sustancia es cocaína.

Finalmente, la pasajera del vuelo de Lima es sometida a un estricto control, pero la dejan marchar porque está limpia. “Ahora lo difícil va a ser que encuentre el estadio San Bernardino”, bromea uno de los agentes.

Este desconocimiento fue una de las claves que permitió a la policía identificar a las 'pepineras' colombianas: “Vimos en los pasaportes que ya habían estado en España poco tiempo antes. Les preguntamos, pero no nos supieron dar explicaciones convincentes sobre su plan de viaje. Ni siquiera sabían cómo se llamaba el hotel en el que se iban a hospedar. Eso nos hizo activar las alarmas”, resume el jefe de la unidad.

NO HAY COLABORACIÓN

El grupo policial sólo cuenta con su instinto para identificar a posibles correos de la droga. “Los chivatazos son casi inexistentes. Aquí no ha habido una operación de colaboración con la policía colombiana. Dependemos de nuestra experiencia y nuestro olfato. Tenemos una serie de claves a las que prestamos mucha atención cuando se producen: el estado de nerviosismo de una persona, el mal aliento (si es que ha ingerido la sustancia) o la frecuencia y el destino de sus viajes, son algunos de los indicios que nos hacen sospechar". Precisamente fue comparando los pasaportes, la procedencia y los planes de viaje de las mujeres, como la policía logró vincular todos los casos con una misma operación.

El jefe del grupo de estupefacientes asegura que "no nos hemos encontrado una operación tan numerosa desde hace seis años, cuando pillamos a un grupo folklórico boliviano al completo cargado de droga". En aquella ocasión fue la extrañísima estrategia de los traficantes la que provocó las detenciones. Los miembros del grupo de baile viajaron ataviados con la ropa de actuar, una indumentaria muy llamativa y poco cómoda para hacer un viaje de 10.000 kilómetros. "Nos llamó la atención que fuesen vestidos de esa guisa. Les preguntamos y nos dijeron que iban a actuar al carnaval de Tenerife, pero no nos supieron justificar que llevasen esa ropa para viajar". El motivo era evidente: cada uno de la veintena de miembros del cuadro transportaba varios kilos de cocaína entre sus prendas. 

Ahora, las once 'pepineras' de Medellín se encuentran detenidas y se enfrentan a condenas de entre 3 y 12 años de prisión. “Nadie de la organización las va a ayudar aquí. No les importan las vidas humanas. A menudo buscan víctimas en los albergues y en las zonas de indigentes. Gente que no tiene nada que perder y que arriesgarán su vida por ese dinero que para los narcos es insignificante. A ellos sólo les importa que llegue alguno de los envíos”. En esta ocasión, las entregas no alcanzaron su destino. Pero no cabe bajar la guardia: “Tenemos que seguir alerta si queremos seguir siendo el aeropuerto con más detenciones por narcotráfico de Europa”.

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