Pepe Barahona Fernando Ruso

Hace un año ya que la tortilla de patatas sabe diferente en casa de Maricarmen. Cada bocado es más amargo por la ausencia de Maloma, la única española secuestrada en el mundo. La de su madre era su comida favorita y no la prueba desde diciembre de 2015, justo el tiempo que lleva retenida por su familia biológica en los campamentos de refugiados de Tinduf, en mitad del desierto argelino.

—Porque... ¿es un secuestro?

—Yo lo llamo secuestro porque a mí me la quitaron por la cara. Y cogerla, meterla a la fuerza en un coche y llevársela, ¿qué es? ¿Y tener que estar cuatro o cinco meses sin poder hablar con ella? ¿No es secuestro? El Gobierno habla de retención porque el término secuestro solo lo emplean cuando no se sabe dónde está la persona. Y ellos la tienen localizada.

Pepe Morales, su padre adoptivo, todavía recuerda los gritos de Maloma cuando en mitad de la noche cerrada la apartaron de él, la obligaron a entrar en un coche y se la llevaron. “¡¡¡Papá, papá!!!”, chillaba. Y la luz de los dos faros se fue perdiendo en el horizonte. “No había luna que iluminara”, cuenta. En ese justo momento, Pepe supo que el viaje de Mairena del Aljarafe (Sevilla) a Tinduf había sido un gran error.

Pepe Morales y su esposa, padres adoptivos de Maloma, con la joven en el campamento de refugiados en Tinduf.

“Otras familias nos lo advertían, nos recomendaban que no viajáramos; pero nunca piensas que te pueda pasar a ti”, confiesa un año después Maricarmen de Matos, la madre sevillana de Maloma desde que ambas familias, biológica y adoptiva, convinieron que lo mejor para la —por aquel 2006— niña era que se quedara en Andalucía. Maloma pisó España por primera vez en 2002, y cuatro años después las familias acordaron que se quedara; en 2015, ya mayor de edad, los Morales consiguieron adoptarla, hasta que la retuvo su familia biológica.

En casa de los Morales estaría lejos de las inclemencias del desierto donde reside el pueblo saharaui desde que los marroquíes de la Marcha Verde los expulsaran de su propio territorio.

—¿Sabían que era habitual que se retuviera a las mujeres saharauis?

—[María del Carmen]. Otras familias que como nosotros habían acogido a niños saharauis en el programa ‘Vacaciones en paz’ nos decían que Maloma no viajara, pero nosotros, viendo que los hermanos eran muy buenos y siempre hemos mantenido una buena relación con ellos, no pensábamos que nos pudiera pasar. Había precedentes, pero…

Y ese punto suspensivo se convirtió en certeza el pasado 12 de diciembre del que este lunes se cumple ya un año. Maloma y su padre habían viajado siete días antes a Tinduf, cumpliendo el deseo de la joven, que aguardó hasta tener la nacionalidad española para poder reencontrarse con su madre biológica. No se veían desde hacía diez años. Nada más llegar, la española se vistió con una melfa, una prenda colorista que cubre todo el cuerpo desde el pelo a los tobillos dejando el rostro al descubierto. Y Maloma cambió. “Ya no era ella”, asegura Pepe, que recuerda cómo su hija adoptiva se escondía de sus hermanos para fumar.

“Ellos la cambiaron, la ponían firme y eso que Maloma siempre ha tenido mucho carácter. Pero se apocó poco a poco”, detalla su padre. A Pepe nunca le gustaron algunos movimientos de los dos únicos hermanos de la joven. Las sospechas aumentaron el día de su pretendido regreso. “Hablaban mucho entre ellos, también con otros miembros de la tribu. De repente, llegó un primo que estaba en el ejército y no se separó de la casa. Fue un día raro. No salimos al mercado, porque yo estaba muy preocupado, pero no le quise decir nada a Maloma por no asustarla”.

Ni siquiera pudo despedirse de ella. Y, sin poder hacer nada, Pepe se fue dejando en el desierto a Maloma.

Un retrato de la joven en el salón de la casa familiar. Fernando Ruso

Silencio, la receta del Frente Polisario

En el mismo aeropuerto, el delegado del Frente Polisario en Andalucía, Abidin Bucharaya, le aseguró por teléfono que todo se solucionaría y le recomendó guardar silencio. “Lo que les dicen a todos”, confirma Pepe. “Pero el de Maloma no es un caso como el de otras saharauis que regresan a Tinduf: ¡Ella es española!”.

—¿Qué interés puede tener la familia en retener allí a Maloma?

—Maloma es una mujer saharaui y dicen que la quieren allí para cuidar de su madre, hacer de comer a los hermanos, limpiar la casa… Es la única mujer de la familia, el resto de hermanos son varones.

A lo largo de este año, Pepe, Maricarmen —camarero y cocinera— e Ismael, la pareja de hecho de Maloma, han mantenido reuniones al más alto nivel. La diplomacia española les asegura que trabaja con el Frente Polisario para solucionar esta incómoda situación para ambos países.

—¿Qué le pide al Gobierno español?

—Que dado que el plan A no ha funcionado, que pongan en marcha el plan B. Pero no sabemos cuál es el B. La diplomacia no ha servido de nada. Lo que queremos es que la saquen como sea.

—¿Una intervención por la fuerza?

—Esa opción está descartada, el ministro Margallo me dijo que eso no iba a ser nunca. Porque nadie entra en otro país así, dado que sería considerado un acto de guerra. Y el campamento de refugiados es territorio de Argelia.

—¿Son optimistas?

—No, mi mujer es muy pesimista; pero Maloma es española y el Gobierno tiene la obligación de sacarla de allí. El ejemplo más cercano es el de los periodistas españoles Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre, que estuvieron secuestrados en Alepo durante casi 10 meses. Y nosotros ya vamos por doce.

Pepe y Maricarmen en la habitación de Maloma, con un álbum fotográfico familiar. Fernando Ruso

Lo único que sí ha conseguido el Gobierno español en estos doce meses ha sido forzar al Frente Polisario para que accediese a un viaje de los padres adoptivos de Maloma a los campamentos de Tinduf. Con el visado en el bolsillo, Maricarmen y Pepe se reencontraron con su hija el pasado mes de octubre. Fueron solo tres días.

Un rencuentro frío en el desierto

Pero Maloma no era su Maloma. “La encontré muy fría, no como es ella. Si podía evitarnos, lo hacía. Se alejaba…”, narra descorazonada Maricarmen, en tratamiento psicológico desde hace un año.

—¿Por qué esa actitud esquiva?

—Tendría miedo de que nosotros le habláramos o le preguntáramos algo. A pesar de que nuestras conversaciones siempre fueron con testigos. Nunca nos dejaron a solas. Y ella lo evitaba.

—¿Tuvieron oportunidad de hablar del secuestro?

—Sí, un día pude preguntarle. Ella me dijo que estaba solucionado. Y le volví a preguntar que cuándo viajaría a España. Ella me respondió que sería cuestión de mes o mes y medio. Que ella me quería dar una sorpresa y que sería muy pronto. Le insistí en que me dijera la verdad y ella me lo volvió a confirmar.

Pepe se lamenta incrédulo dando nones con la cabeza. “Dios mío de mi vida”.

—¿Y por la mente no se le pasa pagar a un grupo de mercenarios para liberarla?

—[Pepe]. Me han llegado a venir varios saharauis para sacarla de allí. Pero ninguno de fiar. Lo que querían era quedarse con el dinero.

—¿Y cuánto le han pedido?

—Nunca he hablado de dinero con ellos. Nos hemos visto en persona, me han llamado varias veces, pero nunca he sacado el tema del dinero, porque nunca creí en esa opción.

—¿Qué más cosas se les han pasado por la cabeza?

—Solo puede sacarla de allí el Frente Polisario. Es imposible hacerlo de otra manera.

Los vascos, aliados de los Morales

Por eso Pepe y su mujer siguen explotando la vía diplomática. Hace escasos días mantuvieron un encuentro en Madrid con la comisión de Exteriores y los diputados de todos los partidos con representación parlamentaria le mostraron su desconocimiento del caso. Pepe recuerda que el más airado fue el portavoz del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Aitor Esteban, que fue especialmente crítico con la postura del Frente Polisario. “Él me dijo que sabía cómo arreglarlo”, confiesa Morales.

Maloma junto a familiares en Tinduf. Fernando Ruso

El País Vasco y Andalucía son las comunidades que más presupuesto aportan para la cooperación con el pueblo saharaui. “También nos vimos con Susana Díaz, que nos dijo que por ahora solo podía hacerse la foto con nosotros; que las competencias de la negociación las tenía el Gobierno central”, confiesa el padre de Maloma.

Pepe recuerda el caso de Mayuba Handidaf, adoptada por una familia valenciana, que también permaneció unos meses retenida por su familia biológica cuando viajó a los campos a visitar a sus familiares. En su caso, la Diputación de Valencia suspendió los programas de cooperación hasta que se resolvió el secuestro. La tesis oficial defiende que la joven escapó de su cautiverio, pero a quienes conocen la zona se les hace difícil creer esa hipótesis. “Es difícil huir sin ayuda, porque no hay nada en mitad del desierto”, sostiene Morales.

—¿En qué condiciones está Maloma allí?

—Está como una saharaui más. Ha pasado mucho calor este verano. Haciendo la comida, barriendo…

Una falsa liberación

La familia de Mairena del Aljarafe cuenta cómo a mitad de enero se llevaron a Maloma a los territorios liberados, a unos 500 kilómetros de los campamentos de Tinduf. “Consiguió llamarme y me dijo que la sacara de allí, que se moría”, recuerda Pepe. “Dormía en una jaima, haciendo sus necesidades en mitad de la nada, duchándose como podía, con unas mínimas condiciones higiénicas y bebiendo casi únicamente leche de cabra. No sé cómo aguantó todo eso”, relata su padre adoptivo.

El padre adoptivo de Maloma, Pepe Morales, con la maleta de viaje de su hija que trajo vacía tras su retención. Fernando Ruso

Allí estuvo hasta abril, cuando el Polisario la rescató. No saben si llegaron a detener a los hermanos. La llevaron hasta Rabuni, donde está el gobierno del Polisario. Los Morales narran que después hubo una revuelta en las tribus y el mismo juez que firmó el rescate firmó la cesión a la familia. “La tribu —su amplia familia— de Maloma es la mayor, la de mayor fuerza y la más crítica con el Polisario, esa es la tragedia de ella”, comenta Pepe.

—¿Cómo se llevan con la familia biológica de Maloma?

—Tratamos de mantener la compostura. Cuando estuvimos allí intentamos relacionarnos lo menos posible. Pero nunca hemos tenido ninguna palabra gruesa. Maloma nos ha llamado para que quitemos la denuncia de secuestro, pero ni la hemos quitado ni la vamos a quitar. Sabemos que la familia la ha coaccionado para que nos pida eso.

—¿Cómo creen que doblegan el fuerte carácter de su hija?

—Creemos que la maltratan psicológicamente. Hadiche —otra saharaui que pasó por casa de la familia Morales— nos contó que el hermano de Maloma le grita mucho, que la maltrata.

—¿Creen que en algún momento han podido drogar a Maloma para doblegar su voluntad?

—[Maricarmen]. En los vídeos que ellos subían de ella… Tenía muy mala cara y la notaba hablar diferente. Ella decía que era saharaui, que no se encontraba secuestrada. La cara la tenía muy rara y no parecía ella, ni hablando ni…

—¿Cada cuánto hablan con ella?

—Desde que volvimos del último viaje, en octubre, hablamos un par de veces a la semana. Nos dijeron que eran muchas y ahora se ha reducido a la mitad. Pero hay semanas que no nos cogen el teléfono. Porque Maloma no tiene teléfono, solo podemos hablar a través del móvil del hermano.

De hecho, el precio de esta entrevista es no poder hablar con su hija. Con cada comunicación pública de los Morales, la familia biológica castiga a Maloma con no poder hablar con sus padres adoptivos. Así aguardan día a día a que suene el teléfono en mitad de un salón repleto de fotos de su hija, abriendo las puertas de su armario para poder olerla y sentirla cerca, con la maleta en la puerta del dormitorio por si hubiese que salir rápido a recogerla de su cautiverio, de su año en el desierto.

—¿En qué notan la ausencia de Maloma en el día a día?

—En lo alegre que era y todo lo que hacíamos juntas. Las bromas, sus caricias… Cada vez que comemos tortilla de patatas.

Un retrato de Maloma en su habitación. Fernando Ruso

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