En un día cualquiera, más de una docena de aviones vuelan de Dublín a Manchester. De Belfast, la capital de Irlanda del Norte, partirán otros diez diarios con este destino. Muchos de los pasajeros vuelan por negocio, otros por placer. No obstante, hay un tipo de viajero cuyo propósito a la hora de coger este vuelo nunca aparecerá entre las opciones de los cuestionarios de las aerolíneas. La mayor parte de estos pasajeros, o mejor dicho, pasajeras, hará todo lo posible por ocultar el motivo de su viaje. Y, sin embargo, cientos de mujeres hacen este mismo trayecto, y con la misma intención, todos los años.

Según Detail Data, un proyecto de investigación radicado en Belfast, en los últimos cinco años mujeres de todas partes de Irlanda e Irlanda del Norte viajaron a Reino Unido para poner fin a más de 25.000 embarazos. Prácticamente la mitad de estas operaciones tuvieron lugar en clínicas de Manchester: mujeres de estos dos países viajaron en avión o en barco a esta ciudad del noroeste de Inglaterra para llevar a cabo más de 11.000 interrupciones del embarazo. De hecho, el 30% de todos los abortos registrados tuvieron lugar en una sola clínica: Marie Stopes International Manchester, situada en el sur de la ciudad.

Julie, una contable de 33 años que vive en Belfast, es una de las cientos de mujeres que en 2014 cogió un vuelo rumbo a la ciudad industrial para poner fin a su embarazo. Julie tenía 31 años cuando se dio cuenta de que, a pesar de la píldora anticonceptiva que llevaba años tomando, se había quedado embarazada. “Siempre he sabido que si esto pasaba tendría que ir a Inglaterra”, dice Julie. “En Irlanda del Norte la única opción es seguir con el embarazo”. Como tantas otras mujeres, Julie eligió la clínica en el sur de Manchester para llevar a cabo la operación.

Cadena perpetua por abortar

¿Por qué tantas mujeres de Irlanda e Irlanda del Norte eligen ir a esta ciudad? “Para empezar, los vuelos a Manchester son muchos más baratos que a Londres”, explica Genevieve Edwards, una de las directoras de Marie Stopes International. “Además, nuestra clínica está acostumbrada a atender mujeres irlandesas, por lo que nos conocen mucho allí. Hacemos todo lo posible para ayudar a estas mujeres: tenemos tarifas reducidas para aquellas que vienen de Irlanda o Irlanda del Norte, mandamos taxis a recogerlas al aeropuerto… también tenemos un centro de llamadas abierto 24 horas donde les asesoramos sobre la manera más barata de viajar y les ayudamos a encontrar un sitio donde pasar la noche”.

Irlanda e Irlanda del Norte son dos naciones distintas, pero sus leyes sobre el aborto son igualmente restrictivas. Mientras que en Inglaterra, Escocia y Gales el aborto es legal hasta la semana 24 del embarazo y los costes están cubiertos por el Servicio Nacional de Salud, en Irlanda del Norte, a pesar de formar parte de Reino Unido, el aborto solo es legal si la vida de la mujer está en peligro o si hay un riesgo severo y permanente a su salud física o mental. Las anomalías fetales, violaciones o incesto no son circunstancias que justifiquen un aborto, y el castigo para aquellas que lleven a cabo una terminación ilegal o para quienes les ayuden puede llegar a ser la cadena perpetua. No es sorprendente que los abortos legales en Irlanda del Norte sean casi inexistentes: solo 23 interrupciones del embarazo tuvieron lugar en clínicas del Servicio Nacional de Salud entre 2013 y 2014. Amnistía Internacional califica esta ley de aborto como una de las más duras de Europa.

El aborto tampoco es legal en la república de Irlanda, excepto cuando el embarazo presenta un riesgo sustancial a la vida de la madre o los médicos establecen que hay un riesgo de que vaya a quitarse la vida. Un aborto ilegal puede suponer hasta 14 años en prisión. Al igual que en Irlanda del Norte, las anomalías fetales, violaciones o incesto no son razones que permitan abortar legalmente.

La clínica Marie Stopes International se encuentra en el sur de Manchester.

Viajar, si tienes dinero

Esto significa que las opciones para las mujeres de Irlanda e Irlanda del Norte que quieren poner fin a su embarazo son muy limitadas. “Si tienes dinero, viajas”, dice Mara Clark, la fundadora y directora de Abortion Support Network, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a las mujeres de Irlanda e Irlanda del Norte a viajar a Inglaterra. “Y si no, o pides ayuda a quien puedas o te arriesgas a comprar la píldora abortiva online, lo que es ilegal y puede suponer hasta 14 años de prisión”.

La organización que preside Mara, que está formada enteramente por voluntarios, proporciona ayuda e información a mujeres con pocos recursos. “Lo primero que hacemos es asesorar sobre la manera más barata de viajar”, explica su directora. “Por ejemplo, si una mujer llama diciendo que está embarazada de seis semanas y está pensando ir a Londres, a lo mejor le aconsejamos que espere dos semanas más y coja un avión a Liverpool o a Manchester por un precio mucho más barato”.

“Nosotros no preguntamos por qué quieres abortar. En mi opinión, no hay abortos buenos y malos. Lo que preguntamos es cuánto dinero tienes, y si alguien te puede prestar más. Si es la época de Navidades, preguntamos si puedes devolver los regalos para conseguir un poco más de dinero. Averiguamos cuánto puedes contribuir e intentamos ayudar en lo que podamos”.

Mara calcula que el coste para una mujer de Irlanda o Irlanda del Norte que quiere viajar a Inglaterra para abortar oscila entre las 400 y 2.000 libras, dependiendo del estado del embarazo. “Hasta la semana 14 del embarazo, un aborto cuesta 350 libras. A partir de ahí se vuelve mucho más caro”. La directora de Abortion Support Network afirma que un 7% de sus clientes tiene un aborto después de la semana 19 del embarazo, en contraste con el menos del 1,4% de mujeres en Reino Unido. “Muchas de las mujeres que acuden a nosotros tienen que retrasar la operación por falta de dinero”, explica.

Para Mara, lo más duro es cuando una mujer llama diciendo que le faltan 20 o 30 libras para poder pagarse el viaje o la operación. “Esos casos me afectan mucho. ¿Qué pasaría si no estuviéramos aquí? 20 libras podrían ser la diferencia entre subirse a un avión o no”.

El aborto, una cuestión de clase

Fred y Sally viven en Oldham, un pueblo al norte de Manchester. Esta pareja lleva años proporcionando ayuda y alojamiento a las mujeres de Irlanda e Irlanda del Norte que viajan a Manchester para poner fin a su embarazo. “Mi mujer es activista, y hace varios años asistió a una conferencia del Abortion Support Network. Pedían voluntarios, así que mi mujer y yo nos ofrecimos”, explica Fred, un hombre de sesenta y pocos años. Fred y Sally tienen muy claro por qué ayudan a estas mujeres: “Nosotros vivimos con la filosofía de que la vida es como un banco”, dice Fred. “Pagas cuando tienes y recoges cuando lo necesitas”.

El matrimonio hace lo que puede para ayudar a las mujeres que vienen cada año a la ciudad. La organización llama, y si están libres, recogen a las chicas del aeropuerto, les llevan a la clínica y les ofrecen su casa si lo necesitan para descansar o pasar la noche.

Fred y Sally, de Oldham, en Manchester, ofrecen alojamiento a las mujeres que quieren abortar. Foto cedida

“Cada mujer tiene su propia historia”, dice Fred. “En total debemos haber acogido a unas 15 mujeres en los últimos cuatro años”. Sally recuerda a una en especial. “Tuvimos a una chica que nos contó una historia horrible. Había pedido ayuda a una clínica en Irlanda para viajar a Inglaterra, y la clínica hizo todo lo posible para retrasar su viaje y hacerla cambiar de opinión. La chica llamaba todas las semanas y la clínica le daba largas. Una noche llamó diciendo que estaba teniendo pensamientos suicidas, ¡y le dijeron que se tomase un vaso de agua y se durmiera! Cuando finalmente tomó la decisión de viajar sin su ayuda, un representante de la clínica fue a su casa con la radiografía del feto y la llamó asesina”. Sally rememora cómo, al contar su historia, la mujer lo narraba como un triunfo personal. “Ella contaba que era una victoria, porque al final había conseguido llegar a Manchester y había sobrevivido a esta campaña de intimidación”.

Otra de las chicas que recuerda Sally es una adolescente de 16 años que había sido víctima de una violación. “Era tan solo una chiquilla y viajaba sola, así que pensé que tendría que hacer el papel de madre. Sin embargo, estaba absolutamente calmada, no expresó ninguna emoción. Todavía me acuerdo de ella, me impactó mucho”. Fred añade que también han acogido a mujeres más mayores con fetos no viables.

Sally explica cómo su casa es un refugio para estas mujeres, algunas de las cuales sufren abusos sexuales o han tenido malas experiencias. “Para muchas, es un alivio poder desahogarse con un extraño al que no vas a volver a ver. Otras prefieren no hablar y quedarse en su cuarto hasta que salga el vuelo de vuelta”.

Ni Fred ni Sally tienen muy buena opinión de Marie Stopes, la clínica a la que acuden la gran mayoría de mujeres. “Hay demasiada gente”, afirma Fred. “No es culpa de las personas que trabajan ahí, pero hay tantas mujeres que las tratan casi como ganado. Una de las chicas nos contó que tras la operación la colocaron en una sala llena de gente, por lo que tuvo que ir al baño para que nadie la viese sufrir con las contracciones”.

Sally lo tiene claro: “En Irlanda, el aborto es una cuestión de clase. Si tienes dinero viajas. Si no, tienes muy pocas opciones”. Para el matrimonio, otra preocupación es el efecto que el brexit pueda tener sobre las mujeres que viajan desde Irlanda. “La primera ministra ha dicho que quiere establecer una frontera más estricta entre Irlanda y Reino Unido. Me preocupa que eso vaya a dificultar el viaje de estas mujeres”, dice Sally intranquila.

Una mujer afortunada

Julie, la mujer de Belfast que viajó a Manchester para terminar su embarazo en 2014, se considera afortunada. “Mi pareja y mi familia apoyaron mi decisión y siempre he tenido cuidado con el dinero, por lo que me pude permitir la operación y los gastos de viaje. No todas tienen esa suerte”.

Julie cuenta cómo supo que estaba embarazada a las cinco semanas. “De alguna manera, estaba preparada. Nunca he querido tener hijos y siempre he sabido que abortar en Irlanda del Norte no es una opción, así que sabía que en caso de embarazo mi única opción era viajar a Inglaterra”. Julie contactó a la Family Planning Association, una organización que proporciona información y consejo a las mujeres que quieren abortar. “Me dieron todas las opciones y me recomendaron ir a la clínica Marie Stopes en Manchester. A pesar de que Irlanda del Norte forma parte de Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud no cubre el coste de la operación en esta nación. “Me dijeron que eran 400 libras, pero con el descuento que me daban terminaron siendo 330”.

Julie decidió ir a Manchester sola. “Encontré un billete de ida y vuelta por 100 libras ese mismo sábado y no quería gastar más dinero pidiéndole a alguien que me acompañase. Tampoco quería pasar la noche. Simplemente quería acabar con todo cuanto antes”.

Cuando llegó a Manchester, un taxi que la esperaba a la salida del aeropuerto la llevó directamente a la clínica. “Marie Stopes no parece un centro de salud. Es una casa muy vieja con escaleras empinadas”, explica. “Estaba absolutamente llena de gente. No me podía creer la cantidad de mujeres que había en esa casa. Me imagino que la mayoría serían inglesas, pero vi a una chica con una etiqueta en el equipaje de Irlanda. Estábamos todas de pie, haciendo cola en la recepción y en las escaleras”.

Tras la operación, el personal de la clínica colocó a Julie en una habitación con otras diez mujeres. “No había camas, solo sillas reclinadas”, explica. “Me dieron una manta y un poco de comida y bebida. Lo estaba pasando fatal, me dolía todo. En un momento debí de desmayarme, porque cuando desperté tenía una máscara de oxígeno. Había tantas mujeres en la clínica que decidí irme en cuanto pude, a pesar de que mi vuelo no salía hasta horas más tarde. Nadie me dijo nada, pero me sentía mal ocupando una silla con la cantidad de mujeres que la necesitaban”.

“Esperé durante horas en el aeropuerto. Aún tenía la aguja de la operación clavada en la parte de atrás de mi mano. Sentía que todo el mundo me estaba mirando, que todos sabían lo que acababa de hacer. Solo quería llegar a mi casa”.

A pesar de lo difícil de su experiencia, Julie se siente agradecida a la clínica Marie Stopes. “No podía soportar la idea de estar embarazada. Si hubiese tenido que continuar con el embarazo me habría matado. Yo soy una de las afortunadas. Era un sábado, por lo que no tuve que pedir ningún día libre en el trabajo, y tenía el dinero para hacerlo”. Julie calcula que la operación y el vuelo costaron 440 libras en total, más o menos. Con todo, confiesa que su salud mental se vio resentida en los siguientes meses. “El aborto es un tema tabú en Irlanda, y yo vengo de una comunidad muy católica. Cuando saco el tema, hay personas a las que no les gusta. Sin embargo, muchas mujeres también se han abierto cuando les he contado mi historia. Resulta que muchos de mis conocidos habían pasado por lo mismo”.

Tras esta experiencia, Julie tiene claro que no quiere quedarse en Irlanda del Norte. “De momento no me queda más remedio que seguir aquí, pero en cuanto pueda permitírmelo quiero mudarme a otro país de Europa. ¡Tal vez me vaya a España! No quiero seguir viviendo en un país tan atrasado”.