Margarita Ruiz de Lihory fue un personaje muy popular de la época pero sobre el que se desconocía su doble vida. Miembro de la alta sociedad española, compartía mesa a nivel internacional con jefes de estado, nobles y altos dignatarios.

Tras su hermosa apariencia y prolífica se ocultaba una espía que realizó destacados trabajos para nuestro país. Franco, al que le salvó la vida en un par de ocasiones durante la guerra de Marruecos, la nombró capitán honorario del Ejército. El general Primo de Rivera la tuvo como persona de máxima confianza durante la guerra de Marruecos y posteriormente en América.

Su historia real empezó a conocerse tras un suceso que impactó en la sociedad. Conocido como 'el misterio de la mano cortada', sacó a la luz pública la personalidad real de tan enigmática mujer.

LA CENSURA VETA UNA PORTADA

La rotativa de El Caso estaba lanzado ejemplares cuando de pronto hubo que detener la máquina.

—Esta foto va contra la moral –manifestó tajante el censor, señalando la portada de la publicación.

A toda plana aparecía una lechera de plástico con una extremidad humana en su interior. Los dedos sobresalían mostrando unas uñas esmaltadas y bien cuidadas.

La imagen que eliminó la censura de la portada de El Caso.

—No hay tiempo de cambiar la página entera para confeccionar una nueva –trató de razonar el director, Eugenio Suárez.  

El funcionario se mantenía firme en su postura.

—Hay que suprimir esta imagen y ¡punto! –ordenó con ademán enérgico.

El periodista miró contrariado el reloj. No quiso discutir. Apremiaban las prisas. El semanario debía estar a primera hora en la calle.

Cogió una holandesa –parecida a la actual Din A-4–, se apoyó sobre la platina del taller y escribió con letra grande: "El misterio de la mano cortada". Se sustituyó la plancha con la macabra instantánea por otra nueva con las seis palabras de aceptable caligrafía del editor. Más artesanal, difícil. Más censura, casi imposible.

La polémica portada que causó sensación en toda España.

Debajo del llamativo título se leía: "Apasionante y verídico reportaje de este suceso, en páginas interiores. Copiosa información fotográfica". Y a un lado: "Doña Margarita, la madre que profanó el cadáver".

De inmediato, el crepitar de la máquina impresora anunciaba una tirada histórica. Una vez los ejemplares en la calle se agotaron a las pocas horas.

Los quioscos no daban abasto para atender la demanda del público, impactado por la portada. Hubo que lanzar una segunda edición. Se agotaron las 300.000 mil copias. No había papel para seguir imprimiendo, en una época en la que el Gobierno limitaba su adquisición a las editoriales mediante cupos.

La gente acudía a la imprenta para conseguir números deteriorados, páginas sueltas, pruebas... Cualquier deshecho valía. Se lo pasaban de mano en mano. La locura.

Se dio el insólito fenómeno en la prensa nacional de que se produjera la reventa. Así, un avispado quiosquero del madrileño barrio de Tetuán hizo varios desplazamientos con su furgoneta al distrito de Fuencarral adquiriendo cuantos ejemplares encontró, cientos y cientos, que después vendía por un duro cuando el precio real era de dos pesetas.    

La noticia del hallazgo de la mano cortada en la mansión de una noble se expandió por todo el país como un reguero de pólvora. Esa noche multitud de lecheras de plástico fueron arrojadas a la basura. Gran parte de la población dejó de utilizar dichos recipientes sustituyéndolos por los de latón. Tal había sido el impacto causado por la tétrica visión de una mano flotando dentro del recipiente.   

La gente se preguntaba: ¿cómo una madre pudo hacer eso a su hija? Entre la población empezaron a circular toda clase de rumores. Se despertó una gran expectación.

La protagonista de esta historia era Margarita Ruiz de Lihory, marquesa de Villasante y baronesa de Alcahalí. Protagonista de una biografía apasionante. La Mata-Hari española.

Mientras El Caso proseguía informando del tema, los diarios nacionales apenas se atrevieron a publicar nada. Desde las altas instancias hubo llamadas a los directores para que silenciaran el tema dada la cercanía de dicha dama con Franco. Era el año 1954.

Una de las primeras mujeres que conducía en nuestro país.

UNA ADELANTADA A SU TIEMPO

Margarita había nacido en noble cuna, a finales del siglo XIX, en Valencia. Su padre, José María Ruiz de Lihory y Pardines, barón de Alcahalí y también de San Juan de la Mosquera, fue alcalde de dicha capital, gobernador civil de Mallorca y diputado a Cortes. La madre, María Soledad Resino de la Bastida, marquesa de Villasante, poseía un gran patrimonio.

Prepararon a su niña en los mejores centros y universidades de la época. Aunque ésta pronto empezó a volar por su cuenta. Desde joven se caracterizó por su carácter decidido y aventurero. También por su belleza y locuacidad.

Pionera en muchos aspectos, rompía los cánones establecidos para las mujeres de su época. Precoz y polifacética, en dos años obtuvo la licenciatura en Derecho. También la diplomatura en enfermería, cursos de Medicina, idiomas, piano, danza, pintura... Ganó la medalla de oro en el Concurso Nacional de Bellas Artes.

Una mujer excepcional: conducía coches, practicaba tiro al blanco, fumaba en público y tenía otros hábitos mal aceptados por la sociedad de entonces. Una dama de espíritu rebelde que hizo lo que quiso, blandiendo su libertad, y arrollando a quien se interpusiera en su pródigo camino.

Se casó a la edad de 17 años con Ricardo Shelly, un notable de ascendencia irlandesa. Aunque la relación duró poco, tuvieron cuatro hijos: José María, Juan, Luis, y Margot. El marido, bastante mujeriego, se enamoró de otra y la abandonó. Al tiempo falleció, dejándola viuda a temprana edad.

Su capacidad intelectual, preparación académica e interés por adquirir todo tipo de conocimientos eran vastísimos. Utilizó sus dotes para la seducción y su tremenda capacidad en las relaciones sociales para conseguir cuanto quería.

Viajera cosmopolita, internó a sus vástagos en colegios religiosos y recorrió muchas naciones. Nueva York, Washington, Chicago, Boston, México, La Habana y otras capitales fueron escenario de exposiciones de obras suyas, conciertos, conferencias, cine, crónicas de prensa, algún libro y otra serie de actividades. Durante cinco años vivió en París.

Le gustaba rodearse de plutócratas y mandatarios. Dejó un reguero de amantes, siempre dentro de los círculos de poder.

Plasmó en el lienzo retratos de varios presidentes, entre ellos el de EEUU, John Calvin Coolidge, y el de Cuba, Gerardo Machado. También posaron para la polifacética noble española famosos actores de Hollywood, en cuya farándula se introdujo. Entabló amistad con el magnate Henry Ford, quien le regaló un valiosísimo collar de perlas con el que apareció fotografiada en New York Times.

INTENSA CARRERA COMO ESPÍA

La Guerra de Marruecos cambiaría sustancialmente el rumbo de su ajetreada existencia. Fue requerida por Miguel Primo de Rivera, con quien había mantenido una relación íntima durante su época de capitán general de Valencia, para que prestara un valioso servicio a la patria. Conocía bien su savoir faire y modo de persuasión.

Tuvo que añadir una tarea más a su apretada agenda: espía. Pasó a formar parte del Círculo 30, incipiente servicio secreto del Estado que actuaba sobre todo en la zona norteafricana, concretamente en el Magreb.

—Entras por Melilla, donde tengo buenos contactos. Allí inicié mi trayectoria militar. Gánate la confianza de los mandos, pero manteniendo la discreción. Y, lo más importante, granjéate buena fama como periodista para que no sospechen.

—Sabré cumplir a la perfección ambas misiones.

—Después trata de contactar con Abd–el–Krim, dado que os conocéis. Que los franceses no se enteren de ello.

—Descuida. Nadie se dará cuenta de mi presencia en territorio enemigo.

—Camélatelo como solo tú sabes hacerlo. Y, después, sácale la máxima información posible.

—Estate seguro. Sucumbirá a mis encantos. Como tantos otros –dejó caer con un guiño picarón.

—Mucho ojo porque es un bereber de cuidado... Que no desconfíe.

—Sabes, Miguel, que lo conocí en Granada. No le sorprenderá tanto mi visita.

Tiempo atrás el futuro caudillo rifeño estaba visitando en dicha ciudad a su hermano, que cursaba ingeniería de minas. En el hotel Alhambra Palace coincidió con Margarita, quedando prendado de sus encantos. La marquesa recordaba su mirada ensimismada cuando se despidieron. Antes le regaló un anillo con la palabra Mizpah (lazo entre dos personas separadas).

—Muhammad pasará a ser uno más en mi lista de amantes. No lo dudes. Conoces bien, querido, mis armas de seducción...

—Hay que acabar con esta guerra. De siempre he dicho que, desde un punto de vista estratégico, un soldado más allá del estrecho de Gibraltar es perjudicial para nosotros. Pero no me han hecho caso los politicastros y ¡la que nos ha caído encima!

Bajó al protectorado en calidad de reportera de guerra del diario La Correspondencia de España, a fin de realizar una doble misión periodística y de inteligencia. Cruzó el África septentrional desde el Mediterráneo hasta el Sáhara, mal allá del macizo del Atlas.

Vio cómo miles de compatriotas caían ante la ferocidad del enemigo. Sus documentos gráficos, mostrando los sanguinarios combates que se estaban desarrollando, fueron elogiados unánimemente. La prensa extranjera destacaba su arrojo. “Brave under Riff fire” (valiente bajo el fuego del Riff) titulaba el Boston Daily Advertiser.

Oculta bajo una jellaba, variedad de chilaba de dicha zona, se adentró en las filas adversarias para entrevistarse con Abd-el-Krim. El líder rebelde, tan enemigo de España y de Francia como del resto de Marruecos, había levantado en armas a las cabilas. Recibió alborozado a la corresponsal. Compartieron jornadas de intimidad y confidencias. Se hicieron amantes.

También mantuvo contactos palaciegos, en las filas rivales, con el sultán Muley Haffid. Incluso se reunió en las montañas con Muley Ahmed, el Raisuni, jerife de las tribus de la Yebala.

Supo moverse con astucia desde Melilla a Nador y Alhucemas, desde Tetuán y Tánger a Casablanca, de un extremo a otro del protectorado. El capitán Alí, como era denominada por los servicios secretos, se relacionaba, influía y sonsacaba a traficantes de armas, contrabandistas, soplones y demás pelaje. Su principal tarea era descubrir quiénes y cómo proveían de armamento y material de guerra a los rebeldes. También participó en el rescate de prisioneros.

Consiguió obtener valiosa información del frente bélico. Un oportuno aviso de Margarita al comandante Francisco Franco evitó que cayera en una emboscada que le habían tendido cuando marchaba al frente de sus legionarios, 'los Novios de la Muerte'. En otra ocasión, gracias a sus conocimientos sanitarios, pudo contenerle una grave hemorragia producida por un balazo en el vientre, evitando un fatal desenlace.   

Decisiva intervención de la marquesa, una de las pocas personas que le tutearía de por vida, incluso en público. Fue nombrada capitán honorario del Ejército y condecorada por Alfonso XIII como reconocimiento a los méritos contraídos en campaña.

De regreso a la península, tras un par de años por tierras marroquíes, Primo de Rivera le encargó nuevos trabajos. En París, dado que estaba muy introducida en determinados ambientes sociales, y en España, donde era una celebridad en las principales capitales. Debía vigilar a Miguel de Unamuno, Vicente Blasco Ibáñez y a otros filósofos y pensadores sospechosos para el directorio militar. Posteriormente la envió a América, con el fin de que estudiara el feminismo, que estaba adquiriendo gran auge con la incorporación de la mujer a actividades hasta entonces reservadas a los hombres.

INCIDENTE CON EL ABUELO DE AZNAR

Indalecio Prieto relató en sus memorias, desde su exilio en México, un incidente que tuvo Manuel Aznar cuando llegó a dicho país. El abuelo del que sería jefe de Gobierno con el Partido Popular había cesado como director del diario El Sol y viajaba a América en busca de nuevas oportunidades. Pretendía montar negocios, entre ellos uno de cajas de cerillas con el rostro impreso en la tapa de Álvaro Obregón, presidente de México.

En la travesía coincidió con la marquesa, a la que conocía de la campaña del Rif. Se emparejaron. Una vez llegados a su destino intentó quitársela de encima. Pero se precipitó.

Se había organizado un banquete en honor del conocido periodista, con asistencia del primer mandatario mexicano. Acto al que no fue invitada su ocasional pareja.

"Margarita se acicaló para asistir también al festín –describía el exministro socialista–. El amante no pudo disuadirla. Hecha un basilisco se lanzó sobre él, tundiéndolo a golpes. Los camareros del hotel se las vieron y se las desearon para salvar a Aznar, quien, con la cara surcada de arañazos y el esmoquin y la pechera muy manchados de sangre, no pudo concurrir al ágape. Fracasado, el escándalo le hizo partir de México sigilosamente".

Una aventura sentimental que le saldría cara. Tiempo después se rumoreó su nombre para ocupar la cartera de Información y Turismo. Cuando el jefe del Estado fue consultado al respeto por su primo y secretario, el teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, la respuesta fue tajante.   

"Aunque reconozco que Aznar vale mucho, por su pasado político no le considero el indicado para ese cargo. Luego están las aventuras de dicho señor con una baronesa, cuyo nombre tú sabes. Llegó a hacer un viaje a América con ella y, cuando regresó, le encontré un día y con mucho nerviosismo me dijo: 'Mi coronel, no me diga usted nada, tiene usted razón para poder censurarme, ha sido una debilidad que reconozco'".

Una mujer de armas tomar. Incansable, en todos los aspectos. Una fiera entre las sábanas y también fuera de ellas a la hora de defender su dignidad. Y que acertaba a salir bien librada de cualquier tipo de escándalo.

Así, tras la paliza que propinó a Aznar, el presidente mexicano le envió como regalo un par de chihuahuas en una cesta de flores rojas. No se sabe si embrujado por su belleza o como agradecimiento por haberle quitado de encima a un negociante no demasiado fiable.

Mientras, prosiguió incesante con sus conquistas. Bassols, prestigioso abogado de la Ciudad Condal que llevaba los asuntos de su familia, se enamoró perdidamente de ella. Además, compartían su afición por las ciencias ocultas y el espiritismo. Casado, con cuatro hijos, se divorció y contrajo segundas nupcias con tan seductora viuda.

El estallido de la Guerra Civil la sorprendió en Barcelona. Al parecer, perteneció al SIFNE (Servició de Información del Nordeste de España) y realizó labores de espía entre Inglaterra y el bando franquista. Según un archivo del Deuxième Bureau Francés (inicial servicio secreto galo, precursor del SDECE), trabajó como agente de la Quinta Columna Nacionalista Española.

El comienzo de la II Guerra Mundial hizo que prosiguiera con su carrera de espía. Colaboró con los alemanes, que habían ayudado militarmente a Franco. Después, conforme los aliados iban cambiado el curso de la contienda, se adentró entre los ingleses. Recuperada la paz, sus magníficos contactos fueron aprovechados para la huida y acogida en nuestro país y en otros de importantes dirigentes nazis.

Turbulentos años en los que sirvió a la monarquía, a la República, a los sublevados e, incluso, al Tercer Reich. Sabía obtener partido de cada situación.

EL POLÉMICO CASO DE 'LA MANO CORTADA'

Puso fin a tan ajetreada vida cuando le comunicaron que su hija llevaba meses postrada en la cama a consecuencia de un edema pulmonar. Una joven sosegada, dulce y con gran inquietud social. Acudió a su lado para dedicarle el tiempo y ayuda que no le había ofrecido antes, prestándole toda clase de atención y cariño.

Día y noche la acompañó junto a su cama, quizá como un modo de compensar sus largas ausencias, de hacerse perdonar el pecado de tanto alejamiento. Así hasta que a los tres meses falleció.

A los pocos días un hijo llamaba a la redacción de El Caso para denunciar que su madre había cometido una profanación del cadáver. Cuando llegaron los reporteros a dicha casa, sita en la madrileña calle de la Princesa, 72, coincidieron con la Policía que procedió a realizar la investigación. Hallaron una mano flotando dentro de una lechera que fue la de la polémica portada del semanario de sucesos.

El juzgado envió a la Escuela de Medicina Legal dicha extremidad humana. A la par decidió que se efectuara la exhumación del cadáver de la difunta, fallecida a la edad de 37 años. El matrimonio permaneció en los calabozos durante 72 horas. La marquesa, humillada y a la par altiva, insistía en que le pusieran en contacto telefónico con el palacio de El Pardo. Quería hablar con Franco.

Al cuerpo le faltaban los ojos, una mano, parte de la lengua y mechones de pelo. Efectuada la autopsia, los forenses dictaminaron que las amputaciones habían sido realizadas una vez muerta por cirujanos o expertos en anatomía. En las vísceras no fue identificado veneno alguno de los grupos toxicológicos estudiados.

El juez dictó auto de procesamiento contra ambos cónyuges, acusados de profanación de cadáver y atentado contra la salud pública. Ingresaron temporalmente en el Sanatorio Psiquiátrico Penitenciario, unidad anexa a la prisión de Carabanchel.

La Policía procedió a registrar su vivienda de Madrid, otras que tenía en las afueras de la capital, una de Barcelona y otra de Albacete, que daría bastante que hablar. Era conocida como 'la Casa de los Fantasmas'.

Un palacete situado en la calle Mayor, número 54, heredado de su familia. Inspiraba curiosidad, temor y hasta miedo. Debajo existía una red de galerías que comunicaba los diferentes sótanos. Pasaban desapercibidos, dado que el acceso a los mismos era a través de una trampilla oculta bajo una espesa alfombra.

Se conoció entonces que, desde poco antes del verano de 1952, se habían alojado allí de modo permanente un par de misteriosos extranjeros. Aunque apenas salían –tan sólo de noche, aprovechando las horas de oscuridad para dar un pequeño paseo– numerosas personas testificaron su presencia. Los describían como altos, rubios, fuertes y con aspecto marcial.

Se movían por el interior del recinto enfundados en batas blancas. En alguna ocasión, en que la dueña se vio forzada a ello, los presentó como médicos o biólogos que provenían de un país del norte de Europa. Se empezó a rumorear que eran nazis huidos. De ahí su enclaustramiento.

Con el paso del tiempo se supo que se trataba de dos científicos alemanes. Un coronel y un capitán pertenecientes a la inteligencia de las SS, que habían experimentado en los campos de exterminio con cobayas humanas. Montaron un laboratorio clandestino en los sótanos. Utilizaban pasaportes falsos canadienses a nombre de Georg Fahrenberg y Joseph Smichdt, respectivamente.

Margot, la hija de Margarita, vivió un tiempo en dicha casa, hasta que se mudó a la de una amiga. Pero los forasteros continuaban dentro.

Para cuando la joven abandonó dicha mansión puede que estuviera inficionada por algún virus que atacó su sistema inmunológico. Un contagio accidental, dados los ensayos que se realizaban con animales, que afectó a su frágil salud. Después se produjeron otras complicaciones en su organismo -como el edema pulmonar- que acabaron con su vida. Pudo fallecer víctima de un proceso bacteriológico experimental.

A raíz de la detención de la marquesa y ante las órdenes judiciales, para registrar todos sus inmuebles, los misteriosos invitados decidieron quitarse de en medio o les forzaron a ello. Huyeron de Albacete. La Policía halló una pistola ametralladora de origen alemán, de la marca Mauser Oberndorf, calibre 7’63, en perfecto estado de funcionamiento. Daba la impresión de que la olvidaron en su precipitada fuga.

En cuanto se conocieron tales hechos la capital manchega fue cita de numerosas personas que la peinaron buscando testimonios sobre los dos extraños personajes. Se rumoreó con la presencia de los servicios secretos español y también norteamericano.

Estaba clara la presencia de tales personas, el trabajo que realizaban en la casona y la existencia de cuartos subterráneos con quirófano y material médico. ¿Por qué se ignoró todo ello a nivel oficial tras el registro domiciliario? Existían oscuros intereses encaminados a tapar el asunto.

Al parecer, estaban experimentando sobre armas bacteriológicas, como podía ser una fórmula de envenenamiento de las aguas que desarrollaba su letal efecto varios días después de ser ingeridas, incluso al cabo de un mes. A la par querían conseguir un revulsivo antitóxico que pudiera anular su acción. También estudiaban crear una píldora y a la vez su antídoto, que sustituyera a la pastilla de cianuro.

Margarita Ruiz de Lihory.

Por si faltaba algún ingrediente, la macabra historia de 'la Casa de los Fantasmas', posteriormente fue relacionada con el expediente Ummo. A partir de 1965 un grupo de aficionados a la ufología comenzaron a recibir mensajes de supuestos alienígenas procedentes de un alejado planeta. El interés de los aficionados a la ufología se acrecentó a raíz de unas declaraciones recogidas por ABC en 1968.

Bajo el título "Los extraterrestres conviven con nosotros desde hace varios años", el investigador y sacerdote Enrique López Guerrero hacía públicas sus investigaciones. Conocido popularmente como 'el Cura de los Ovnis', afirmaba que alienígenas, llegados a nuestro planeta en 1950, estaban enviado comunicados. Se trataba de los ummitas.

Le habían informado de que "nuestra primera residencia en España fue escogida en una población recoleta, Albacete. Una dama amante de los animales prestó asilo a mis dos hermanos que pudieron, durante su forzoso encierro, realizar las primeras experiencias psicofisiológicas con mamíferos terrestres. Todo discurría con normalidad hasta que una de estas pruebas escapó a su control, infectando a la hija con algún extraño bacilo de alto riesgo traído desde la constelación Virgo".

Se referían a la muerte de Margot. Numerosos aficionados al tema de los ovnis, incluso procedentes del extranjero, llegaron a la ciudad manchega. Realizaron psicofonías, guijas y otra clase de experimentos, así como una intensa búsqueda de pruebas y testigos.

La marquesa recibe en su mansión al conocido periodista de El Caso Enrique Rubio.

Un montaje en toda regla de José Luis Jordán Peña, uno de los fundadores de la Sociedad Española de Parapsicología, como reconoció posteriormente. Situación que fue aprovechada como oportuna maniobra de distracción por el Gobierno. Parece cierto que los servicios secretos españoles utilizaron el asunto del planeta Ummo para desviar la atención de los ensayos secretos que se habían realizado en la mansión de Albacete. Una buena cortina de humo.

Tras siete años de historias, leyenda y rumores, la Audiencia Provincial de Madrid puso fin al procedimiento penal contra la marquesa y su esposo. No se celebró juicio oral al existir conformidad de las partes. Quedaban probados los hechos de que la acusada cercenó algunas partes del cuerpo de su hija, ayudada por el esposo.

El abogado defensor alegó que lo había hecho con el fin de conservarlas como una reliquia de la joven, a la que consideraba una santa. Empleó como ardid jurídico el hecho de que multitud de templos y conventos de nuestro país guardan restos de santos. Incluso destacó que Franco tuviera en su dormitorio y se hiciera acompañar en sus viajes por el brazo incorrupto de Santa Teresa de Jesús.

Quedaron libres, con una mínima condena. Desde las alturas del poder se habían cursado instrucciones para que la causa se soslayara, sin mayores consecuencias para los acusados ni resonancia pública. Carpetazo final a un proceso desarrollado de forma irregular.

De todos modos, la marquesa siguió clamando después su inocencia e insistiendo que todo había sido un montaje de sus hijos para incapacitarla y quedarse con su gran fortuna. "¿Cómo iba a profanar lo que más he querido en el mundo? ¿Usted cree si le hubiera cortado la mano en plan reliquia la habría puesto en una lechera? Tengo joyeros de plata, cajas muy valiosas... Si pretendían demostrar que estoy loca, no lo han conseguido", manifestaba a El Caso.  

El suceso más impactante en la historia de este semanario. Un famoso crimen sin criminal.

Mientras, por las calles de Madrid los niños cantaban una tonadilla infantil que todavía recuerdan algunos mayores:

En la calle de la Princesa, vive una vieja marquesa

con su hija Margot, a quien la manó cortó.

Moraleja, moraleja,

esconde la mano, que viene la vieja.  

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