En Quintanar del Rey, un pequeño pueblo de 7.800 habitantes en la provincia de Cuenca, el mismo dinero que ha llenado de alegría la casa del número seis de la calle Cura ha sembrado de miedo a la mujer que la habita.

Se trata de la búlgara Goska, una abuela de 61 años que desde que llegó a España, en 1999, tiene la espalda encorvada de tanto recoger racimos de uva y las manos agarrotadas de tanto cortar champiñones.

La señora abandonó hace casi dos décadas Iskar, un pueblito pobre y sin empleo de 3.000 vecinos ubicado en la provincia de Pleven, en el norte de Bulgaria. Llegó aquí junto a su marido y a sus dos hijos en busca de trabajo en el campo. Atrás dejaron una realidad de paro, futuro incierto y pobreza.

Aunque parezca una contradicción, Goska está en un “sinvivir” desde que el lunes, en torno al mediodía, se enteró de que le habían tocado 68 millones de euros en el sorteo de La Primitiva. Se trata del segundo premio más grande de la historia de este juego, después de los 100 millones que tocaron en Barcelona en octubre de 2015.

La afortunada búlgara, sosteniendo un cartel que señala el premio que se ha embolsado.

Esther y Josefa, las dueñas de la administración donde selló su boleto el sábado pasado, se lo dijeron cuando se acercó a comprobar si su apuesta era la premiada. Las cámaras de la televisión de Castilla La Mancha recogieron el instante en el que la señora conoció que era multimillonaria. Fue la última vez que se la vio en público.

Aunque la mujer lloró de alegría, los quintanareños que la conocen dicen que desde entonces también ha derramado lágrimas de pena, que no logra conciliar el sueño y que los nervios no la dejan descansar. Goska, de pelo negro azabache y achaparrada, no se siente segura en ningún lugar.

Pero, ¿por qué, si con ese dinero puede vivir ahora la vida que nunca tuvo, rodeada de lujo? Hay una razón de peso. Goska teme que la mafia búlgara, que en España se dedica a la extorsión, a los secuestros, al tráfico de drogas o a la seguridad en discotecas de medio país, acuda a por alguien de su familia. Madrid, Barcelona, el Levante español y la Costa del Sol suponen su principal campo de acción. Pero no le hacen asco a ningún trabajo. Sea donde sea. Acuden allá donde huelen dinero.

Por eso ya no se ha vuelto a ver a Goska por las calles del pueblo que la acogió hace 17 años. Se desconoce el paradero de la mujer. Nadie sabe dónde está escondida, pero seguro que lejos del foco mediático y de los cuchicheos de la gente.

En Quintanar, unos dicen que ya ha dejado el pueblo. Otros, que se ha marchado de vacaciones junto a su familia para quitarse de en medio durante unas semanas. Pero que volverá. También hay quien asegura que piensa emigrar a América o Asia, donde nadie reconozca su rostro y se sienta lejos de sus peligrosos compatriotas. Incluso, alguno se atreve a decir que, en realidad, sigue en su casa, escondida como en un búnker, sin recibir a nadie que no tenga llave para acceder a su refugio.

“TEME QUE VAYAN A POR ELLA”

Dana es una camarera búlgara del bar en el que Goska se tomaba cada día el café de la mañana. El establecimiento, con atmósfera de taberna rancia y aroma a coñac, se encuentra en una plaza que está a 50 metros de la casa de la millonaria.

En la segunda planta de este edificio vive -o vívía- la búlgara de los 68 millones de euros.

Este miércoles, fuera del bar, debajo de una lona que atempera la fuerza de un sol inclemente y áspero, un grupo de ancianos sacan punta a la actualidad del pueblo mientras comen pepino con sal y beben un vino blanco de la tierra que mezclan con gajos de melocotón en una fuente de barro. “La señora esa, que no se vaya, que no nos abandone -dice en voz alta José, uno de los parroquianos-. ¡Si aquí se vive como en ningún sitio!”.

Entre el ir y venir a las mesas, Dana -resuelta, de unos 30 años y con un castellano que roza al de Valladolid- cuenta que sus padres son “muy amigos” de la afortunada. “Llegamos aquí unos años después que ellos y nos ayudaron en lo que pudieron”, dice la chica.

Aunque en un principio Dana se muestra reacia a hablar con el reportero, al cabo de unos minutos desvela el origen del desasosiego de Goska. “Tiene mucho miedo a la mafia de nuestro país. Teme que puedan ir a por ella ahora que es multimillonaria. Por eso se ha quitado de en medio”.

Así es. La última vez que se vio a a Goska y a su marido fue a última hora de la noche del martes, cuando se despidieron de algunos conocidos, a los que les explicaron que dejaban el pueblo con un sucinto “nos vamos fuera”. Liquidez tienen para ir a donde quieran. Si se lleva el premio a pesetas, son más de 11.000 los millones que han ido a parar al bolsillo de la afortunada búlgara.

Desde entonces nadie responde al timbre de la casa de la familia búlgara. Este miércoles el reportero insiste, por la mañana y por la tarde, pero nadie contesta. Tampoco lo hacen al día siguiente. Las ventanas de la vivienda de la segunda planta del edificio de la calle Cura, 6 están bajadas. Tampoco se ve a nadie salir ni entrar por el rellano. La búlgara de los 68 millones se ha esfumado de Quintanar. Si quisiera invertir en ladrillo, con ese dinero podría emular -hasta cierto punto- al mismísimo Amancio Ortega, quien pagó esa misma cantidad para comprar un edificio de Manhattan que ahora arrenda a Levi´s y a Patagonia para sus tiendas.

Pero, ¿dónde se han metido?, le preguntamos a Dana. La discreta camarera se lleva la mano a la boca y hace el gesto de sellarse los labios. “Aunque esto sea un sitio perdido, las mafias son capaces de venir hasta aquí. Van donde huelen dinero, y hacen lo que sea por conseguirlo”, dice. “No voy a decir dónde están”.

Los vecinos de Quintanar tampoco saben dónde paran Goska y su familia. Ni siquiera Manolo, el frutero de enfrente, que el martes por la mañana vio por última vez a Besko, el menor de los dos hijos de Goska y su esposo, Marin. “Sólo les dije que tuvieran cuidado. Él me dijo: ‘Lo tendremos. El dinero es muy goloso y hay que andarse con mucho ojo”.

EN BUSCA DE EMPLEO  

Si hay lugares perdidos en España, Quintanar del Rey ha de ser uno de ellos. Está situado a 25 kilómetros de la salida más próxima de la autovía A3 -que une Madrid y Valencia- a su paso por la provincia de Cuenca. A esta localidad se llega por una carretera nacional que quiebra inmensas extensiones de tierra árida con viñedos. Está más cerca de Albacete -a 49 km.- que de su capital -a 95-.  

Hasta este pueblo conquense llegó hace 17 años años el matrimonio formado por Goska y Marin. En la actualidad ella tiene 61 años y él, 64. Junto a ellos vinieron sus dos hijos. El mayor, Jorge, que ahora ronda los 45, y Besko, de unos 40 y que luce en el rostro una marca rosácea de nacimiento. También Gergana, la hija del mayor de ellos. Por aquel entonces la niña era sólo un bebé de dos años. Hoy tiene 19. Goska y Marin tuvieron dos nietos más, uno de cada hijo, aunque ambos ya están separados de las que fueron sus mujeres. Los pequeños viven con sus madres.

Jorge y su hija Gergana, durante una celebración.

En el entorno de Quintanar hay tantas parcelas de terruños que cuando llueve puede que huela a tierra húmeda más que en ningún otro sitio de España. Pese a lo inhóspito del lugar, emigraron hasta aquí en busca de empleo. Stanko, el primer búlgaro que llegó al pueblo, hace 25 años, fue quien les dijo que aquí había empleo en el campo, en la construcción, en las empresas de setas y champiñones… No les mintió. Hoy, cuando España tiene un 20% de paro, en Quintanar hay un sólo un 14. Por aquel tiempo muy pocos estaban parados.

A los pocos meses de llegar, los dos hijos de Goska y su marido, que en la actualidad estaba tramitando su jubilación, encontraron trabajo como transportistas. Encima de un camión, los tres hacían rutas por España y por Europa. Había meses que sólo dormían en casa una, dos, tres noches. Nunca les faltó el empleo, cuentan en el pueblo.

Mientras el marido de Goska y sus dos hijos viajaban por carretera, ella trabajaba de forma temporal recogiendo uva en el campo o en alguna de las empresas de envasado de champiñones y setas que hay en Quintanar.

“Son una buena familia, jamás han tenido problemas y lo único que han hecho aquí es trabajar y trabajar”, cuenta el frutero Manuel. “Son unos inmigrantes ejemplares. Se adaptaron bien al sitio que les acogió, y han correspondido perfectamente”, afirma el alcalde de la localidad, el socialista Miguel J. García Cebrián.

Besko, el menor de los dos hijos de Goska y Marin.

El lunes pasado, cuando Goska llamó a sus dos hijos para contarles la noticia de que eran millonarios, Besko estaba en Mercamadrid descargando un contenedor de pescado congelado y Jorge iba camino de Portugal. Gergana, la nieta, fue la que acompañó a sus abuelos a ingresar el dinero a la cuenta que el matrimonio tiene en Caja Rural, justo enfrente de la casa en la que viven desde hace cuatro años, cuando se mudaron allí en régimen de alquiler.

Cuentan en Quintanar que la joven y atractiva Gergana es el “ojito derecho” de su abuela. Goska prácticamente la crió ya que su padre siempre estaba fuera de casa con el camión y su madre trabajaba en el campo o limpiando casas. Ella, que ya se siente más española que Búlgara, es una apasionada de los coches caros, la ropa moderna, salir de fiesta por las noches y bailar en discotecas. “Seguro que es la que más disfruta de los millones de la abuela”, dice una vecina anciana que prefiere mantenerse en el anonimato. "Le va a dar todos los caprichos que se le antojen".

Gergana, la nieta de Marin y de Goska, besando a su abuela.

Besko, el hijo menor de Goska y Marin, hacía dos meses que se había comprado su propia cabeza de camión. “Harto de trabajar para el resto, prefirió ganar dinero por su cuenta y arriesgar”, cuenta Jesús, su gestor.

“El martes por la mañana -añade- vino a pedirme que le diera de baja como autónomo. Cuando le pregunté qué iba a hacer con él, me dijo: ‘No te preocupes, si no lo vendo lo dejaré para mi museo”.

IVO, EL GRAN ‘CAPO’ BÚLGARO

El miedo de Goska y los suyos no es infundado. La mafia búlgara está instalada en España desde hace dos décadas. Además de ser los máximos especialistas del robo y tráfico ilegal de coches de alta gama, han extendido sus redes hasta negocios como el narcotráfico.

Para imponer su ley no dudan en extorsionar y amenazar a cualquiera. Entre sus miembros hay boxeadores retirados, adictos a los anabolizantes y al gimnasio, secuestradores… Tienen una forma de dejar su huella: cada vez que actuán contra alguien, rompen un hueso. Es su firma.

A finales de 2011 se detuvo al que, hasta el momento, era el gran capo de la mafia búlgara en España. Se trataba de Rafi Veniam, al que apodan Ivo, el búlgaro. Lideraba un ejército de matones, los llamados rompecostillas búlgaros.

Además de tener vinculación empresarial con una narcotraficante suramericana, Ivo disponía de un elenco de peligrosos delincuentes que se encargaban de extorsionar a empresarios a cambio de dinero, al cobro de deudas por encargo de terceros, a la venta de drogas en discotecas, y hasta a amenazar y a agredir a quienes osaban hacerles sombra. Pese a la detención de Ivo, la Policía española sabe que la mafia búlgara sigue implantada en España. Por eso Goska no vive tranquila.

11 VECES EL PRESUPUESTO DE QUINTANAR

Miguel J. García Cebrián, el regidor quintanareño, quiere hablar con la familia -”en persona, si es posible”- la semana próxima. Como el resto del pueblo, dice no saber dónde se han metido Goska y los suyos. Desde el lunes, cuando habló por última vez con la millonaria búlgara, no ha sabido más de ella.

El alcalde de Quintanar, Miguel J. García, quien pretende que Goska invierta en su pueblo.

El alcalde de Quintanar dice que quiere plantearle a Goska la posibilidad de que invierta parte de su fortuna en este pueblo conquense. “Ojalá devuelva a la población lo mucho que le hemos dado. Acogimos a los inmigrantes como a cualquiera, de la mejor forma posible, y esperamos que esta lluvia de dinero nos beneficie en algo”, explica García Cebrián, quien asegura que Goska, “casi con total seguridad”, es la persona con más dinero líquido de Castilla-La Mancha. Con el dinero que dispone ahora multiplica por once el presupuesto del pueblo (6 millones) para todo 2016.

La comunidad búlgara en Quintanar del Rey, compuesta por 292 personas, es la tercera más numerosa. Por delante están la rumana (533) y la marroquí (475). Del total de los 7.800 habitantes del pueblo, un 18% de su población es extranjera. “Aquí siempre hemos sabido aceptar al que venía de fuera”, afirma el regidor. “Si de verdad tienen miedo, en Quintanar lo tienen todo para disfrutar tranquilos de la vida y de su fortuna”.

EJEMPLOS PARA GOSKA

Si Goska y los suyos quieren saber cómo es la vida con tantísimo dinero, en España pueden encontrar varios ejemplos de millonarios gracias al azar. Uno de ellos es Francisco Delgado, un panadero de Pilas (Sevilla) al que en 2011 le tocaron 121 millones de euros en el Euromillón.

El grueso de su fortuna, unos 75 millones, los tiene invertidos en tres sicavs que dos años después le habían rentado dos millones más. Ahora se dedica a viajar por el mundo junto a sus amigos más íntimos viendo todas las pruebas de la Fórmula Uno.

Otro ejemplo, quizás contrario al modo de vida del expanadero, es el de la mallorquina que en 2011 ganó 126 millones de euros, también apostando al Euromillón. Tenía 25 años y se acababa de quedar soltera. Tiene un hijo, a quien no quiere decirle que nació siendo rico. Ambos viven en una casa de campo en la isla. Ella viste de Zara, usa un coche barato y, tras cobrar el premio, estuvo trabajando durante dos años en su antiguo empleo para no delatarse.

LAS LOTERAS DE LA SUERTE

A unos 80 metros de donde viven -o vivían- Goska y su marido está la única administración de Lotería de todo Quintanar del Rey. La regentan las hermanas Esther y Josefa López Soler. Ellas fueron quienes este lunes por la mañana le dijeron a la señora búlgara que se acababa de convertir en millonaria.

Como desde el sábado, el día del sorteo de La Primitiva, ya se sabía que había tocado en este pueblo manchego, las dos hermanas estaban deseosas de saber a quién le pertenecían los 68 millones de euros.

Josefa (izquierda) y Esther, junto al letrero que anuncia el premio dado en su administración.

“Cuando pasé su boleto por la máquina, vi que era ella y traté de explicárselo con cierto tacto dentro de la oficina. Pero la mujer se puso a chillar y empezó la locura. Dio la casualidad de que estaba la televisión aquí”, explica Esther. Ante la reportera del canal público manchego, Goska sólo acertaba a decir “no lo sé” cuando le preguntaba qué iba a hacer con tanto dinero.

Esther dice que cada semana Goska apostaba en distintos juegos. El sábado pasado gastó, en concreto, diez euros. Cinco de ellos los destinó a apostar a La Primitiva. La máquina fue quien le dio la combinación ganadora: 11 - 24 - 28 - 30 - 32 - 34 / Complementario: 25 / Reintegro: 5.

Unos números que Goska jamás olvidará y que le darán la posibilidad de arreglarse su dentadura, de la que le falta una paleta. Los mismos que le trajeron una fortuna y, a su vez, la desdicha de sentirse perseguida por la mafia del país en el que nació.

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