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Cada año, cientos de jóvenes deciden marcharse al extranjero en busca de oportunidades laborales con mejores salarios y condiciones. El coste de vida en España se ha vuelto cada vez más difícil de asumir, lo que lleva a muchos a cruzar fronteras con la esperanza de construir un futuro más prometedor, como es el caso de Sancho Villaseca.

Un emprendedor español que decidió hacer las maletas en busca de un futuro mejor. El madrileño contó en una entrevista para el diario La Vanguardia cómo dejó de ser autónomo en España para convertirse en un emprendedor social en Indonesia, pasando antes por Australia.

Sancho, quien tenía una empresa de transportes en la capital, no se veía realizando ese trabajo hasta la jubilación: "No me llenaba, y aunque tenía mi negocio y vivía de ello, sentía que no era el camino que quería seguir. Vi que aún tenía tiempo y margen para maniobrar, y pensé: 'Si no lo intento ahora, ¿cuándo?'. Quería buscar otra manera de vivir, no solo de sobrevivir. Así que decidí parar, mirar desde fuera y probar algo distinto antes de que la rutina me comiera del todo".

La primera parada en esta aventura fue Australia. Su objetivo era "mejorar el idioma, ganar dinero y observar cómo funcionan las cosas fuera". La nueva tendencia de españoles trabajando allá le causaba curiosidad y se propuso ir a averiguar el por qué. "Fui con ese radar puesto, viendo oportunidades, aprendiendo de su forma de trabajar y de cómo apoyan al pequeño negocio".

En el país de los canguros trabajó en un matadero en una pequeña ciudad con pocos recursos. "Dormíamos en una tienda de campaña frente al matadero porque era lo único que había. El olor, el trabajo físico, el calor… todo era extremo. Pero me enseñó lo que es la resiliencia y el respeto por uno mismo".

Este trabajo le ayudó a ahorrar, ya que trabajaba entre 60 y 65 horas a la semana: "45 en el matadero y el resto en un hotel, arreglando cosas. Vivía con lo justo, sin lujos, y eso me permitió ahorrar unos 2.000 euros al mes". Aunque asegura que el salario australiano está sobrevalorado, ya que según el joven se gana dinero a costa de tiempo y salud.

Tras pasar un año sin ver a su familia, organizaron un reencuentro en Indonesia y, previo al viaje, un amigo –y ahora socio– le comentó que unos inversores españoles estarían por la zona y sería una buena oportunidad. "Yo siempre voy con el radar emprendedor encendido, y cuando llegué a la isla lo vi claro. Hay un montón de potencial, oportunidades reales y gente con ganas de hacer cosas. Así que me dije: 'tengo el tiempo, el dinero ahorrado y la energía; si no lo hago ahora, no lo haré nunca'".

De aquí nació Little Warriors, un gimnasio de boxeo y entrenamiento funcional, que combina las clases de pago para turistas y residentes con sesiones gratuitas para los niños locales. Tal y como explica Sancho estos menores salen del colegio al mediodía y sus padres les ponen un tablón de madera con pulseras para vender. "Te parte el alma. Little Warriors nació de eso: de querer que sean niños, que se rían, que suden entrenando y no tengan que pasar las noches vendiendo cosas. El deporte les da energía, valores y, sobre todo, una vía distinta".

Tiene claro que aunque es una persona muy familiar y se está perdiendo algunos momentos importantes con sus seres queridos, no quiere fallar y tirar por la borda todo el sacrificio que ha realizado. "A largo plazo me encantaría que Little Warriors se convirtiera en una cadena de gimnasios en zonas con necesidad, y ojalá poder abrir uno en Madrid algún día", finaliza en la entrevista para La Vanguardia.