La ciudad es anónima y no importa. Lo pide Ana. Su nombre es ficticio. Es la condición que pone para contar su caso.
La joven, a lo largo de las conversaciones con este periódico, tiembla. Le tiembla la voz y le tiembla el cuerpo. Ana es una de las mujeres protegidas por el sistema Viogen y el programa Cometa, y su expareja está controlado con la pulsera telemática. Desde diciembre de 2024.
La palabra 'controlado', en la línea de arriba, está en cursiva. Porque desde entonces a hoy, el maltratador -lo es en firme, porque tiene una condena previa por malos tratos hacia una pareja anterior- ha quebrantado más de cien veces el alejamiento de 200 metros. La medida cautelar dictada para proteger a Ana.
"Yo he pasado por todas las calificaciones", resume. "Riesgo alto, riesgo medio. Ahora estoy en riesgo bajo, porque desde diciembre de 2024 él tiene la pulsera. Pero no sé para qué la tiene ni para qué tengo yo el dispositivo, si él se lo salta y nadie hace nada".
Hoy, y desde 2022, cuando lo denunció por primera vez, tiene dos causas penales abiertas y sigue a la espera de juicio.
La primera causa es la inicial, por los presuntos delitos de acoso, maltrato psicológico y agresiones.
La segunda, por los más de 100 quebrantamientos de la orden de alejamiento, "con un sinfín de denuncias interpuestas, pruebas, testigos, informes del Cometa...", precisa.
Es esta la que le impide vivir.
El inicio
Maldito el día que Ana lo conoció. Eran veinteañeros. Maldito el día que se hicieron novios. Mantuvieron un año y medio de relación.
"Yo lo sostenía económicamente. Era celoso. Además pasaron cosas que... Decidí dejarlo y se obsesionó. Me molestaba a mí, molestaba a mis padres, se colaba en mi portal. No respetaba nada".
Luego pasó también al acoso telefónico.
Comenzó a hacerle llamadas "desde número oculto o privado. A todas horas. También subió a su canal de Telegram fotos nuestras, privadas". No era suficiente y empezaron los espectáculos al aire libre.
La esperaba en la calle y la agarraba. "Forcejeos, tirones y agresiones. Me ha hecho de todo. Sabía perfectamente mis rutinas". Una de las veces "me fue a buscar al tren con su padre. Otra con una abogada". En ambos casos, para presionarla para que volviera con él.
Ana, con su dispositivo Cometa, una especie de 'botón del pánico' y su móvil, donde recibe las notificaciones.
"Yo no quería denunciarlo, pero en 2022 ya no pude más y mi familia me convenció. Con la primera denuncia me enteré de que tenía antecedentes por violencia de género a su expareja".
También constaba otra denuncia, interpuesta por la madre del agresor, quien lo denunció por violencia doméstica. "Se la ha retirado para que con lo mío no tenga agravantes. Porque él se está preparando una oposición para ser Policía Nacional. Ignoro si sabe o no que, con antecedentes, no puede optar".
Acoso
Cuando comenzó el acoso telefónico "intenté ignorarlo, pero no fui capaz", suspira Ana. En 2022, al denunciarlo, "motivé también el acoso y le pusieron medidas cautelares que son las que tiene en vigor. Fue a consecuencia de esos quebrantamientos cuando acabaron poniéndole la pulsera el 14 de diciembre de 2024.
Han pasado cuatro años y aún no ha habido juicio, ni por los malos tratos ni por los quebrantamientos, que luego de un año quedando registrados hasta el centenar, no le han supuesto medida cautelar adicional alguna.
La pulsera es lo que certifica que ha recibido más de cien notificaciones de alerta por saltarse el alejamiento en un año "sin que nadie haya hecho nada para protegerme. Ni siquiera la ampliación de medidas cautelares".
Tres quebrantamientos, a distintas horas y el mismo día, en el sistema Cometa.
"En comisaría me dicen que el tema está judicializado y que me vaya a los juzgados. En los juzgados, que me vaya comisaría. Es una tortura constante. No es que mi dispositivo falle, porque ya lo han comprobado y está correcto".
El maltratador, de 33 años, juguetea con Ana. Disfruta torturándola psicológicamente. Merodea cerca de su casa, o donde esté, y rebasa los 200 metros. Primera pitada. Luego, avanza y avanza... para que el dispositivo de Ana vuelva a sonar agravando la alerta por una mayor cercanía. Luego, se va.
Cuando pasa un rato, o unas horas, repite ese juego donde él es el gato y ella, el ratón.
"Los fines de semana el dispositivo no para de lanzar alertas. Llevo cinco años con este calvario y el otro día fui a la fiscal de Violencia de Género y le dije que me lo solucionaran o que iba a la prensa. Yo lo que quiero es que este infierno acabe".
El 30 de noviembre tuvo otro quebrantamiento."Yo iba en tren y él... también. Vino la Policía Nacional, porque llamé a sala. En la siguiente parada me bajaron. A quien sacaron del tren y llevaron a casa fue a mí. Luego me enteré que a él, que estaba en un vagón, no lo detuvieron. Es algo que no entiendo".
Ana explica que la alarma le ha saltado "en otras localidades, en el tren, en sitios que no he comunicado a nadie, y que nadie le puede contar. He llegado a pensar que me tiene hackeado el móvil, porque sabe todos mis movimientos. No tenemos amigos comunes, no le doy cuenta a nadie, pero él lo sabe".
Ana (nombre ficticio) se oculta el rostro para las fotos, instantes antes de que le salte otra alarma por quebrantamiento.
Subraya que "yo no tengo que decir dónde voy, pero se lo notifico a la Policía Nacional. Y cuando hablé por fin con la fiscal de Violencia de Género, me dijo que una posible solución era ampliar la orden de alejamiento a 300 metros".
Para evitar la ansiedad que le genera un dispositivo que pita día sí y otro también, "me dijo que lo pusiera en silencio. También, que si lo veo le haga una foto o un vídeo, y entonces le detienen. Entonces, ¿para qué tengo yo el dispositivo?".
EL 28 de noviembre el juzgado dictó el auto de procedimiento abreviado, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. Se le imputa un delito continuado de quebrantamiento de medida cautelar de alejamiento y otro de quebrantamiento de medios técnicos de control de alejamiento.
Porque, pese a las medidas cautelares que datan de octubre de 2022, y la posterior medida de control telemático, "el investigado, siendo consciente de ello, ha venido incurriendo en las incidencias de proximidad fija y móvil que constan unidas y han sido trasladadas a la defensa, desde el 20-12-2024 hasta el 1 de Octubre de 2025".
Ana, atendiendo a EL ESPAÑOL para denunciar su caso.
"E igualmente", prosigue el auto de la jueza de Violencia de Género, "ha incurrido en las alarmas de separación de brazalete, descarga de batería y rotura/manipulación de brazalete, que constan unidas desde el 20-12-2024 hasta el 14-11-25".
De esta segunda causa, la de los quebrantamientos, "en el juzgado tienen ya dos tomos de todas las pruebas que tiene. He pasado por todo tipo de momentos y situaciones por sus quebrantamientos. Es angustioso, me han diagnosticado una depresión grave. Yo, que nunca me he tenido que medicar y siempre he sido una mujer fuerte. Pero ya no puedo más".
La mujer, con la voz entrecortada, puntualiza que "tengo dos abogados. Uno por cada causa penal. El día 10 de diciembre tengo una causa de conformidad por el delito de malos tratos, que es obligatoria por la nueva ley, y ahí van a intentar que se le pongan más medidas". Ella declarará desde otra habitación.
"Si decide conformar, le rebajan un tercio la condena. Yo ya quiero ir con todo: esa mediación tendría que haber sido mucho antes, no cinco años después".
Con cada denuncia por quebrantamiento "él y su abogado se agarran a que el dispositivo Cometa no funciona. Es mentira. En una ocasión me saltó la alarma delante de la jueza y estaba su abogado allí y él, debajo del edificio. El abogado lo negó, pero luego tuvo que admitirlo. Entonces, ¿funciona correctamente el dispositivo o no?".
La mujer vive "un miedo constante" que le ha provocado una grave depresión.
La desesperación de Ana ha llegado a tal punto que en octubre le escribió al Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, contándole su caso. En su misiva, le detalla que la situación, con más de cien quebrantamientos reales desde hace un año, "está condenándome a vivir bajo un miedo extremo e inhumano. Porque temo por mi vida cada instante que pasa".
"Vivo bajo un miedo extremo y continuo, en una situación límite que vulnera mis derechos más básicos", le explica. El Defensor del Pueblo admitió a trámite su queja el pasado 27 de octubre, en un documento al que ha accedido EL ESPAÑOL, en el que se compromete a investigar qué está pasando.
Este periódico contactó la semana pasada con fuentes de la Policía Nacional de la localidad adscrita al caso de Ana. Advierten que en la ciudad en la que reside, de tamaño mediano, propicia que el sistema "salte cuando ambos dispositivos se cruzan, por ejemplo, cuando uno coge el autobús".
También, que es el juzgado quien debe determinar la forma de actuar si no es posible detener al maltratador in fraganti, vulnerando el alejamiento. Porque todas las denuncias que se formulan, cuando no es posible detenerlo, son trasladadas al juzgado de Violencia de Género.
La alerta, en directo
"Yo no entiendo ni de política ni de nada. Yo lo que quiero son soluciones. Me paso encerrada los fines de semana y sé que las notificaciones de quebrantamiento, en el juzgado, han ido de una en una para que se le sumen, para que sea un delito agravado. Pero es que eso a mí me da igual. A mí, en este tiempo, ¿qué solución me han dado? ¿Para qué le sirve la pulsera si no tiene consecuencias?"
El 'botón del pánico', junto al móvil de Ana, son los dos dispositivos con los que funciona el Cometa, el el caso de las víctimas.
Este viernes, mientras atiende a EL ESPAÑOL, y se realiza la sesión fotográfica que preserva el anonimato de Ana en un lugar apartado y discreto, el sistema Cometa salta. Su expareja ha vuelto a saltarse el alejamiento. Ana se pone blanca como la cera y comienza a temblar. A los pocos minutos, sonará la alarma una segunda vez.
Se personan agentes de Policía Local y la trasladan a la jefatura de la Policía Nacional para que denuncie. La voz de Ana sigue trémula, ya desde su casa, por la tarde, cuando ya ha interpuesto la denuncia. Una más.
"Hace un rato me han llamado y me han dicho que me va a llamar el agente responsable de Violencia de Género de la Subdelegación de Gobierno. Pero que me va a llamar después del puente".
