La joven a la que Martiño Ramos Soto, el profesor exlíder de En Marea, violó sádicamente de manera sistemática, tuvo que vivir un doble infierno después de vivir los hechos y atreverse a denunciarlos ante su centro educativo.
Según ha podido saber EL ESPAÑOL de fuentes de la investigación, la víctima, tras manifestar los abusos y violaciones de su profesor de música, fue citada por la orientadora del centro. A esa reunión acudieron otras dos profesoras. Allí le hicieron dudar de sí misma, le dijeron que eran imaginaciones suyas y que era mejor que se marchara del colegio "por si se suicidaba tirándose de una ventana".
"Confiamos plenamente en Martiño, le conocemos de hace años y confiamos en su palabra", le aseveraron entonces desde la dirección del centro. Un extremo que le hizo adentrarse en una espiral negativa, no querer ir a clase, autolesionarse a diario y, finalmente, abandonar el centro por las presiones del entorno educativo.
Martiño Ramos Soto, en una imagen de archivo. E. E.
Después de este episodio de rectivimización, la menor, que entonces tenía 16 años, tuvo que ser ingresada en Psiquiatría en varias ocasiones tras tratar de quitarse la vida y con un peso de tan sólo 34kg, como avanzó ayer este periódico de fuentes cercanas a la investigación.
Del aula de música al monte
Martiño Ramos Soto, 45 años, exintegrante del comité electoral de En Marea y profesor interino de música, contactó con la alumna cuando ella tenía 11 años a través de Instagram, ocultando su identidad. Se presentó como apoyo emocional, le pidió fotos y vídeos masturbándose, y la captó. La relación virtual derivó en encuentros en el propio centro: él la sentó en sus piernas y la besó; después llegaron tocamientos y agresiones sexuales en los baños.
Ya fuera del colegio, la citaba para que se metiera en el maletero de su coche y la llevaba a lugares apartados. La sentencia describe bofetadas, azotes y puñetazos "a modo de práctica sádica", y al menos una violación en la que —tras dejarla "desnuda y casi inconsciente"— la abandonó en el monte. Ese último episodio, el 23 de junio de 2021, fue el clic que la empujó a denunciar.
Martiño Ramos Soto (i) mientras sus compañeras de En Marea declaraban ante la TVG.
El proceso penal se llevó con perfil bajo para preservar la identidad de la menor. Esa discreción —apuntan fuentes del caso— favoreció el anonimato del agresor, que continuó dando clase en otro centro. Sin embargo, la comunidad educativa lo supo en 2021, justo antes de que la víctima denunciara formalmente ante la Guardia Civil, pidiendo primero ayuda a la dirección del centro.
En ese encuentro, según la investigación, la orientadora y las profesoras no solo sembraron dudas: también trasladaron sobre la adolescente la carga de irse por su propio bien, por si llegaba a hacerse daño. Cabe recordar que la menor ya había tenido activo, por orden médica, un protocolo antisuicidio, en el que una compañera siempre debía ir con ella al baño para evitar que se autolesionara.
Huido de la Justicia
La Audiencia Provincial de Ourense condenó a Martiño Ramos Soto en julio de 2024. El Tribunal Superior de Xustiza de Galicia ratificó. En julio de 2025, el Tribunal Supremo declaró firme la sentencia. El 15 de septiembre, cuando debía notificarse su ingreso en prisión, Ramos Soto ya no estaba localizable: requisitoria en marcha y teléfono dado de baja. Desde entonces, permanece fugado.
Fuentes de la investigación señalan la comarca de Celanova como su último rastro, con avistamientos en el concello de A Bola, núcleo de Casal do Río. Hasta allí se desplazó EL ESPAÑOL y confirmó su presencia en el pasado. Conoce bien el terreno y podría contar con ayuda familiar. Su coche —un Citroën Picasso verde oscuro— sigue siendo referencia.
Casal do Rio, en una imagen realizada este miércoles. Julio César R. A.
Durante años, el hoy condenado fue un rostro familiar en la Ourense progresista: militó en IU, participó en el ecosistema de En Marea, se definía como "feminista" y defensor de la educación pública, y llegó a integrarse en una candidatura municipal. Tenía una hija adolescente y un círculo que lo describía como "implicado" y "moralista".
Precisamente por eso, cuentan antiguos compañeros, el caso dejó una sensación de "vergüenza colectiva": no por él, sino por la imagen que se compró sin mirar.
¿Tienes más información sobre este caso? Puedes escribir de forma confidencial a julioc.ruiz@elespanol.com.
