De pasión, la literatura. De profesión, docente. Ánjel María Fernández (La Rioja, 1973) ha vuelto a las aulas tras haberlas abandonado hace tan solo dos años. "Ha sido un fracaso, así que probablemente el discurso del fracaso que está tan en las antípodas de los discursos de éxito de hoy de redes me casa a mí a la perfección", dice con humor el profesor.
Tras estar aproximadamente 15 años dando clases, de los cuales, siete fueron en institutos, Ánjel decidió que debía dejar la docencia por varios motivos. La razón principal era el trato con los alumnos, corregir ciertas conductas, el tiempo que debía emplear para dar ejemplo...
"Aunque yo enseñaba en Secundaria, hoy en día era como lidiar con niños de Primaria", asegura el riojano. Es más, el profesor considera que "el modelo de Educación General Básica (EGB), el cual mantenía a los alumnos en el colegio hasta los 14, era mucho mejor que el actual".
"Es bastante complicado, no solo mantener el orden y comenzar las clases, también tratar con un montón de individuos con problemas de distinto tipo, con niveles académicos cada vez más bajos y con conductas que tampoco mantenían un orden básico, y me resultaban muy desagradables las faltas de respeto". Estas son algunas de las razones por las que decidió dar un paso al costado de la enseñanza, las cuales explica en detalle en su libro Había del verbo a ver, la crónica real de su día a día en un centro educativo de Navarra.
Aun así, reconoce que probablemente no estaba preparado para este trabajo: "No tengo ningún problema en asumir que uno tiene que estar preparado para todo eso que yo viví y, bueno, que lo viven todos los días muchos profesores. Y si no estoy preparado, no me importa decir que no lo estoy, por eso salí también", se sincera Ánjel.
Asimismo, destaca que el nivel académico lleva siendo un problema en los últimos años: "Hubo un curso en el que el alumno o alumna tomaba el mapa de Europa del revés y no lo entendía". A pesar de ello, lo que más le molesta es el desinterés: "Hubo un tiempo que a nadie le gustaba ni sentirse ignorante ni que se lo señalara y ahora parece que viviéramos en un mundo en el que no importa tanto ser ignorante y que incluso hay quien lo lleva a gala".
No obstante, también es crítico en cuanto a la carga burocrática a la que están sometidos los profesores, "en ocasiones abundante y exagerada". Además, insiste en la necesidad de aumentar la cantidad de orientadores en los centros para que puedan solucionar cualquier conflicto que se produzca en las aulas.
Ánjel Mª Fernández.
Aceptar el fracaso
Todo esto provocó que hace dos años decidiera dejar a un lado la enseñanza para perseguir su sueño: la escritura. A pesar de que ya era escritor, una vez abandonó las aulas se enfocó de lleno en ello, sin embargo, no dio los frutos que se esperaba. Pudo hacer algunos libros de encargo, así como corregir para otros, pero no ha llegado a ser capaz de tener tanto trabajo como para poder dedicarse exclusivamente a ello.
Asimismo, lleva coordinando un festival literario en su pueblo (Arnedo de la Rioja), el cual se propuso llevarlo por toda España y por el mundo, pero tampoco tuvo los resultados que se esperaba. "Así que varios de los proyectos hacia los que tuve la ilusión de dirigirme no han resultado bien. Además, agoté el paro", recuerda el profesor.
Por esta razón, actualmente ha vuelto a la enseñanza, pero de una manera que no había experimentado con anterioridad. "Nunca había probado ni en escuela de artes ni en centros que trabajen solo por las tardes o solo con adultos, entonces solo opté a esas plazas y por suerte caí en una escuela de artes". Además, al no tener jornada completa le permite seguir dedicándose a la escritura, a corregir y también le permitirá durante el verano seguir dirigiendo el festival literario.
Ahora mismo no sabe cuánto aguantará en la enseñanza, pero sin lugar a dudas, no va a pasarlo mal. "Me gustaría estar enseñando allá donde haya alguien que quiera aprender. Y aquí tengo esa oportunidad". También destaca la diferencia de ambiente que se respira con respecto al resto de institutos que conoce. Esto tiene mucho que ver con el hecho de que la mayoría de los estudiantes están haciendo algo que realmente les gusta. Además de otros pequeños detalles como la ausencia de una sirena, algo que le parece muy curioso, hacen que sea bastante distinto.
Descontento generalizado
"En estos dos últimos años, desde la publicación del libro, me han escrito muchas personas que lo han dejado o están pensando en hacerlo. Que se han sentido muy reconocidas en el libro y eso de alguna forma los ha reconfortado. Se han reído y han llorado leyéndolo porque han sentido que alguien explicaba sus mismas vivencias", cuenta el riojano.
Explica que el malestar no se produce solo en Secundaria, sino desde Primaria. Además, asegura que uno de los problemas más graves es que muchas personas querrían abandonar, pero no pueden hacerlo ya que tienen familias que mantener y facturas que pagar. "Yo soy un claro ejemplo de que no es tan fácil encontrar buenos empleos que los satisfagan a uno ni a nivel económico ni a nivel intelectual".
Aunque sí hay una cosa que tiene clara es que no desea jubilarse nunca. "Quiero morir con las botas puestas. Me encanta leer, me encanta escribir, querría seguir haciendo mis libros e incluso, aunque no hiciera ningún libro más propio, me encantaría dedicar mi vida a ayudar a hacer libros a otros y trabajar en el mundo editorial", concluye Ánjel.
