Puerto Serrano (Cádiz). 7.000 habitantes. Epicentro de la sierra gaditana en cuanto al narcotráfico -al menudeo- y cultivo de marihuana. Allí imponían su ley J.A.R.F., alias 'El Marrurro' y su hermano de madre, A.J.C.G., 'El Marrurrito'. Lo han hecho hasta finales de agosto, cuando la Guardia Civil los ha detenido en el marco de la Operación 'Trepamuros' contra el tráfico de drogas.
En concreto, ha desarticulado a la organización criminal 'Los Marrurro' prácticamente al completo. Dedicada al narcotráfico, pero que secuestró y torturó durante tres días, a finales de agosto, a uno de sus integrantes. Le culpaban de la pérdida de cierta cantidad de estupefacientes. Se ha detenido a ocho personas y se ha dictado una requisitoria para uno de sus integrantes, que se dio a la fuga.
Sin embargo, el detonante de la operación no fueron las drogas. Ha sido la detención y torturas que los dos hermanos y otros miembros de la organización inflingieron a José Antonio, de 43 años: vecino del pueblo, también con antecedentes y subalterno de Los Marrurro. Por un asunto de drogas, lo secuestraron tres días y lo sometieron a todo tipo de torturas.
Días antes del 25 de agosto, y de esos tres días de terror, José Antonio y otro miembro de la trama fueron enviados a Dos Hermanas (Sevilla) para comprar cierta cantidad de cocaína y heroína para abastecer su red de clientes en la sierra de Cádiz. Iban como muleros, pues la droga tenían que introducírsela en el recto para evitar su aprehensión en un posible control de carreteras.
"A Puerto Serrano regresan bien de Sevilla", cuenta una fuente de la Guardia Civil a EL ESPAÑOL. Los dos recalaron en un inmueble de la localidad, adquirido por los Marrurro para sus fines delictivos.
"Una infravivienda. Sin paredes, no acabada, ni amueblada, ni con agua, ni nada. Un solar", precisa la misma fuente. Para expulsar la droga no hacen falta lujos, y por eso fue allí donde los dos muleros se sacaron lo que traían en el cuerpo desde Dos Hermanas.
En un momento determinado, y según el relato ofrecido por la víctima a la Guardia Civil, "alguien accedió al interior de la vivienda y tuvo que sustraer la droga". Cuando los dos hermanos Marrurro fueron a reclamar la sustancia para preparar las dosis, se encontraron con las manos vacías, y culparon a José Antonio, su propia mula, de haber robado la droga.
Allí mismo comenzaron a golpearle entre los jefes y otros miembros del clan. "Lo ataron con cables eléctricos y lo sometieron a todo tipo de tormentos para que expulsara la droga. No expulsó nada, claro".
Las torturas salvajes consistieron en hacerle tragar "un laxante de farmacia, que se suministra por gotas. Le hicieron ingerir el bote entero; luego le dieron otro, casero, con polvos de carbón. Por último, arrancaron el asiento de la silla en la que el hombre estaba maniatado, para que quedase sentado sobre el armazón y el hueco".
Fue ahí, y como no expulsaba nada en absoluto, "le metieron un tubo en el recto y le infiltraron un bote entero de lavavajillas mezclado con agua caliente". Todo ello mientras era "apalizado, golpeándolo con un palo con clavos en el extremo, encañonándolo con una escopeta y poniéndole una pistola en la cabeza, amenazando a su familia e hijos".
La agonía se prolongó hasta la noche del día 28 de agosto, en la que pudo liberarse de sus ataduras y refugiarse en un domicilio. Fue entonces cuando una persona llamó a la Benemérita, alertando de que en una vivienda de la localidad había entrado una persona, sin conocer sus intenciones.
"Estado lamentable"
Personados en el lugar, los agentes se encontraron a José Antonio "en un estado lamentable". Manifestó haber sido secuestrado y torturado por una serie de personas de la localidad, si bien en principio no quiso denunciar y sólo quería que lo acompañasen a su casa.
Dado su estado, los guardias civiles trasladaron al joven al centro de salud, donde fue derivado al hospital para recibir una atención más especializada. La víctima "rehusaba contar más detalles de lo sucedido, ni identificaba a los posibles autores de sus lesiones, siendo evidente que se encontraba presa de un profundo temor".
Finalmente, el joven acabó relatando lo sucedido a los agentes, quienes, una vez que comprobaron la veracidad de lo narrado, pusieron en marcha una profusa investigación en la que tomó parte el equipo de Policía Judicial de Arcos de la Frontera.
"La víctima era un aguador, situado en uno de los escalones más bajos", precisa otra fuente del Instituto Armado. "Tampoco el clan era muy allá. No manejaban grandes cantidades de drogas. Habitualmente, vendían por gramos y micras". Por ello, el uso de tal violencia contra un subalterno ha sorprendido.
Con todos estos datos ya cotejados, en la madrugada del pasado 4 de septiembre se realizaron tres registros domiciliarios en el pueblo. Concluyeron con la detención de ocho de los nueve integrantes de la organización, quedando el último bajo orden de búsqueda, detención e ingreso en prisión. Cabe reseñar que de los 8 detenidos, dos son mujeres, y en concreto, parejas de otros dos miembros del clan.
Agentes de la Guardia Civil, durante la detención del otro hermano líder del clan.
Los detenidos y las diligencias quedaron a cargo del Juzgado de Instrucción nº 3 de los de Arcos de la Frontera que decretó el ingreso en prisión para seis de los ocho detenidos a los que se les imputan los delitos de secuestro, torturas, lesiones, tenencia ilícita de armas y tráfico de drogas.
Las parejas de los líderes, dos mujeres, fueron igualmente detenidas, pero quedaron en libertad con cargos al tener hijos de cortísima edad que atender, precisan a EL ESPAÑOL fuentes del Instituto Armado.
La operación ha contado con el apoyo en su explotación con el GRS-2, Compañía de Villamartín, y la Unidad de Seguridad Ciudadana. También han intervenido el Servicio Cinológico y el Equipo Pegaso del Instituto Armado, especializados en detección de drogas con perros y en el uso de drones, respectivamente.
