Lyle y Erik Menéndez vuelven a estar bajo el foco de la atención mediática de Estados Unidos. La Junta de Libertad Condicional de California rechazó este jueves la libertad condicional a Erik. Este viernes será el turno de Lyle, quien tratará de recuperar la libertad tras 30 años entre rejas por el homicidio en primer grado de sus padres.
Ambos fueron detenidos, juzgados y procesados por asesinar, en 1989, a sus padres, José y Kitty Menéndez, en su mansión familiar de Beverly Hills. Según la versión de los hermanos y su defensa, ambos fueron víctimas durante años de abuso sexual, físico y emocional por parte de su padre, un empresario cubano nacido en La Habana que llegó a convertirse en un reputado ejecutivo de la industria musical de Hollywood.
Durante el juicio, Lyle y Erik declararon que cometieron el crimen por miedo a que, tras denunciar los abusos, José Menéndez les hiciera daño e incluso les quitase la vida. De hecho, recientemente aparecieron nuevas pruebas y testimonios en los que se desvelaba que Erik Menéndez escribió a su primo, Andy Cano, en 1988, meses antes del asesinato, describiendo ya el abuso sexual y psicológico sufrido por su padre.
Foto familiar de la familia Menéndez.
"Todas las noches me quedo despierto pensando que podría venir. Necesito sacarlo de mi mente", escribió el joven. "Sé lo que dijiste antes, pero tengo miedo. Simplemente no conoces a papá como yo. ¡Está loco! Me ha advertido cientos de veces de que no se lo cuente a nadie. Especialmente a Lyle".
Durante los juicios y en sus declaraciones, tanto Lyle como Erik Menéndez sostuvieron que ambos fueron víctimas de abuso sexual, emocional y físico por parte de su padre. En el primer juicio, la defensa presentó testimonios y cartas donde Erik describía explícitamente los abusos sufridos, y Lyle aseguró haber hablado del tema con su madre, quien, según él, lo ignoró o minimizó; lo que le provocó un enorme rencor hacia ella que acabaría siendo fatal.
No obstante, la Fiscalía siempre insistió en que los motivos verdaderos fueron económicos y de ambición personal. Y no se tuvieron plenamente en consideración las pruebas de los abogados de los acusados durante el segundo juicio. Según la Fiscalía, el objetivo de los hermanos era heredar la fortuna de sus padres para derrocharla sin límites una vez que se los hubieran quitado de en medio.
La compleja historia judicial de los Menéndez incluye dos juicios iniciales, repetidos por desacuerdos en los jurados y nuevas pruebas. Y termina con ambos condenados a cadena perpetua y sin derecho a libertad condicional. En mayo de este 2025, no obstante, la sentencia fue revisada y pasó de la cadena perpetua a los 50 años de condena, lo que les permitió solicitar la libertad condicional. Y las consiguientes audiencias judiciales.
La condena se revisó porque aparecieron nuevas pruebas sobre el abuso sufrido –como la mencionada carta– y porque las leyes actuales permiten reconsiderar sentencias cuando existen circunstancias que puedan haber sido ignoradas o mal interpretadas en el juicio original.
A eso también se suma la presión mediática generada, en parte, por la docuserie de Netflix Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez, la cual también ha jugado un papel relevante en la reapertura y revisión del caso, pues puso el foco en los posibles abusos sufridos por los hermanos y en los desajustes judiciales.
Un asesinato brutal
Más allá de la posibilidad de los abusos sexuales y la dominación psicológica a la que fueron sometidos los hermanos durante su infancia, lo cierto es que el salvajismo con el que los Menéndez asesinaron a sus padres siempre jugó en su contra de cara a la opinión pública.
Según las investigaciones oficiales, la noche del 20 de agosto de 1989, Lyle, de 21 años, y Erik, de 18, entraron en la sala donde José y Kitty estaban viendo la película de la saga 007 La espía que me amó.
Ambos iban armados con dos escopetas Mossberg del calibre .12 que habían comprado unos días antes en San Diego. "En cuanto entré por la puerta, en cuanto los vi, inmediatamente comencé a disparar. No me detuve a mirar alrededor. Simplemente comencé a disparar", declaró Érik en el juicio.
José Menéndez fue el primer objetivo. Según el informe de oficial de la autopsia, recibió un disparo a quemarropa en la parte posterior de la cabeza que le causó una "decapitación explosiva con evisceración del cerebro" y "deformidad del rostro". Este disparo lo mató instantáneamente, aunque posteriormente recibió disparos adicionales en el brazo derecho y en las extremidades, cinco heridas en total.
Kitty Menéndez recibió múltiples disparos en el pecho, en el brazo derecho, en la cadera izquierda y en la pierna izquierda. Según el testimonio de Lyle en el juicio, ella intentó escapar "arrastrándose muy cerca de la mesa de café" tras resultar herida.
Después de aquella brutal carnicería, los hermanos salieron de la casa para recargar sus armas. Lyle testificó que después de introducir nuevos cartuchos, ambos regresaron a la estancia en la que habían matado a José. Lyle se inclinó sobre la mesa y remató a su madre de un disparo directo a la cabeza que le causó "múltiples laceraciones cerebrales" y la muerte instantánea.
Los investigadores forenses describieron la escena como la más brutal que habían presenciado jamás. El detective Dan Stewart declaró en su momento lo siguiente:
"He visto muchos homicidios, pero nada tan brutal. Sangre, carne, cráneos... sería difícil de describir, especialmente en el caso de José, que no se parecía a un humano reconocible". El escenario recordaba al asesinato de Sharon Tate y sus invitados cometido por la 'familia' Manson.
Los hermanos Menéndez en 1989.
Tras el crimen, los hermanos permanecieron en la casa varios minutos esperando a que llegara la Policía por el ruido de los disparos, pero, como nadie apareció, salieron con intención de deshacerse de la ropa manchada de sangre y enterraron las escopetas en el barrio de Mulholland Drive. Después, fueron a un cine con intención de ver una película y tener una coartada, aunque no vieron el filme al completo.
Casi dos horas después del asesinato, volvieron a casa. Lyle llamó a la Policía. Con voz quebrada y teatral, gritó: "¡Alguien ha matado a mis padres!". Erik, de fondo, lloraba de forma histérica. Cuando llegaron las autoridades, ambos hermanos corrieron hacia ellos. No fueron detenidos y la Policía tampoco hizo la prueba de residuos de pólvora que los habría delatado el instante.
"El examen de residuos de pólvora habría dado positivo, y nos habrían arrestado de inmediato. Deberíamos haber sido arrestados esa misma noche", admitió, posteriormente, Erik Menéndez.
Cuatro días después del asesinato, ambos iniciaron una sucesión de gastos que les acabó delatando: compraron tres relojes Rolex por 15.000 dólares; Lyle adquirió un Porsche Carrera de 64.000 y Erik se compró un Jeep Wrangler; pusieron un depósito para un restaurante en Princeton y Erik contrató un entrenador personal de tenis. En total, gastaron más de 700.000 dólares en pocos días.
Meses después, un casquillo de escopeta calibre 12 fue encontrado en una chaqueta de Lyle por un amigo. Además, Erik Menéndez confesó el crimen a su terapeuta, el Dr. Jerome Oziel, durante una sesión. La pareja del psicólogo, que escuchó la grabación de la confesión, lo denunció ante la Policía. Esta prueba de audio resultó irrefutable en el juicio.
Finalmente, los hermanos Menéndez fueron condenados por homicidio en primer grado –es decir, por asesinato premeditado– con agravantes. El jurado, tras dos largos juicios llenos de controversias, descartó la defensa de abuso y miedo como justificación suficiente y determinó que los hermanos habían planeado el parricidio, buscando beneficiarse económicamente de la herencia familiar.
La condena impuesta fue de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, una de las sentencias más severas dentro del sistema judicial estadounidense.
Durante sus primeros años en prisión, fueron recluidos en cárceles separadas. Lyle ingresó en Mule Creek State Prison, en Ione, California, y Erik en Pleasant Valley State Prison y, posteriormente, en la Richard J. Donovan Correctional Facility de San Diego. En 2018, las autoridades permitieron que ambos estuvieran juntos por primera vez desde 1996 y los trasladaron a esta última, donde continúan hasta hoy.
Cultura popular y futuro
La brutalidad del crimen y el comportamiento posterior de los hermanos crearon el cóctel perfecto de fascinación pública que convirtió el caso en el fenómeno mediático que sigue siendo hoy. En parte fue gracias a la serie de Netflix, una ficción dramatizada –protagonizada por Javier Bardem– que combinaba testimonios reales y documentos judiciales que ha desatado una ola de empatía.
El retrato mediático provocó un cambio en la percepción pública: los Menéndez pasaron de ser vistos como unos asesinos fríos y ambiciosos a ser considerados víctimas de un entorno familiar violento y abusivo.
Como consecuencia, colectivos de defensa de los derechos de víctimas de abuso infantil y juristas críticos con el sistema judicial estadounidense aprovecharon la atención renovada para exigir una revisión legal más justa de su caso.
En respuesta, las audiencias de la Junta de Libertad Condicional de California comenzaron este mismo jueves. En ellas, se evalúan factores clave como el comportamiento en prisión de los hermanos, su remordimiento, su posibilidad de rehabilitación y el riesgo de reincidencia, junto con la incorporación de las nuevas evidencias sobre sus abusos.
Erik Menéndez durante su audiencia virtual ante la Junta de Libertad Condicional este jueves.
Si la Junta emitiera un informe favorable, este será revisado legalmente en un plazo de 120 días, y el resultado deberá ser aprobado o rechazado por el gobernador de California, Gavin Newsom, en hasta 30 días adicionales, lo que podría retrasar la posible libertad algunos meses más.
