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Netanyahu quiere las llaves de Gaza y pisa el acelerador. No le basta con que el ejército israelí controle ya cerca de tres cuartas partes del territorio. El primer ministro busca el dominio total. Para ello ha ordenado la movilización de 60.000 reservistas, con el objetivo de tomar Ciudad de Gaza antes del 7 de octubre, fecha cargada de simbolismo en la que se cumplirán dos años de la masacre perpetrada por Hamás en Israel.

La operación, bautizada por algunos analistas como la búsqueda de las “llaves de Gaza”, persigue no solo un triunfo militar, sino también un mensaje político interno y externo.

El plan no se limita al frente de batalla. En paralelo, el Gobierno israelí ha reactivado la construcción de 3.400 viviendas en Cisjordania, en la zona conocida como E1, entre Jerusalén Este y la colonia de Ma’ale Adumim. Organismos internacionales, incluidos Naciones Unidas y la Unión Europea, han denunciado que este proyecto supondría partir en dos Cisjordania y con ello hacer inviable un futuro Estado palestino. Para la comunidad internacional, la simultaneidad de la ofensiva militar y la expansión de los asentamientos confirma la estrategia de Netanyahu: consolidar un control irreversible sobre el territorio palestino.

Las incógnitas humanitarias

El anuncio de la ofensiva plantea preguntas inquietantes. ¿Qué pasará con la población civil de Gaza? ¿A dónde pueden ir más de un millón de habitantes de la ciudad, presionados para huir al sur hacia Jan Yunis y Rafah? ¿Tienen realmente una salida?

Las respuestas son desoladoras. Las zonas señaladas como destino ya están desbordadas y devastadas tras casi dos años de guerra. Apenas queda agua potable, los sistemas de saneamiento están colapsados y los refugios disponibles resultan insuficientes para absorber un nuevo desplazamiento masivo. Naciones Unidas ha advertido de que un éxodo a contrarreloj podría derivar en una catástrofe humanitaria sin precedentes.

En este contexto, escuchamos la voz de Islam Handam, española de origen gazatí que logró salir de la Franja hace 21 meses. Hoy vive en Valencia, pero mantiene contacto constante con familiares, amigos y antiguos compañeros de trabajo siempre que las comunicaciones lo permiten. Su testimonio es contundente: “Gaza es una cárcel sin techo. Mis amigos viven peor que los animales”. Sus palabras reflejan la desesperación de quienes permanecen atrapados en un territorio asediado y sin salida.

La incógnita militar

El plan de Netanyahu también abre interrogantes en el terreno militar. ¿Cómo espera evacuar a más de un millón de personas antes del 7 de octubre? ¿Qué capacidad de resistencia conserva Hamás, atrincherado en túneles y enclaves urbanos? ¿Y qué riesgo corren los rehenes israelíes aún en manos de la organización?

Hamás ha visto muy reducida su capacidad operativa tras meses de ofensiva, pero conserva un arsenal limitado y, sobre todo, una red de túneles que le permite resistir en el interior de Ciudad de Gaza. Los expertos advierten que cualquier intento de conquista total puede derivar en una batalla urbana prolongada y sangrienta, con consecuencias imprevisibles para los civiles y los soldados israelíes.

El destino de los rehenes añade una dimensión aún más delicada. Se estima que más de un centenar de personas siguen cautivas en Gaza. Una ofensiva a gran escala podría poner sus vidas en grave peligro, ya sea por bombardeos, por movimientos forzados o por represalias de sus captores.

El pulso interno en Israel

Mientras tanto, el calendario político se acelera. Netanyahu busca cumplir objetivos militares que refuercen su liderazgo en un momento de fuerte desgaste. La oposición le acusa de utilizar la guerra para aferrarse al poder y evitar procesos judiciales por corrupción que lo persiguen desde hace años.

En las calles israelíes, el descontento crece. Familiares de los rehenes han convocado manifestaciones en Tel Aviv, Jerusalén y otras ciudades para exigir un acuerdo de liberación antes de que comience la gran ofensiva. Sus pancartas y discursos claman contra un gobierno que, en su opinión, prioriza la victoria militar sobre la vida de sus propios ciudadanos. La fractura interna es evidente: mientras algunos apoyan la línea dura de Netanyahu, otros consideran que un asalto total a Gaza solo profundizará el ciclo de violencia y alejará cualquier posibilidad de paz.

Un horizonte incierto

Con el 7 de octubre como fecha marcada en rojo, Israel se prepara para dar un paso decisivo. El objetivo declarado es eliminar a Hamás y garantizar la seguridad del país. Pero los riesgos son enormes: una catástrofe humanitaria entre la población palestina, un aumento de la inestabilidad regional, la muerte de rehenes y un aislamiento diplomático creciente.

En el terreno, la gente común paga el precio más alto. En Gaza, familias enteras viven con la maleta preparada, sin saber a dónde huir. En Israel, padres y madres esperan noticias de sus hijos retenidos bajo tierra. Y en la comunidad internacional, la pregunta sigue siendo la misma: ¿puede un plan de guerra traer seguridad, o solo dejar tras de sí el mayor cementerio de la Historia, como advierten voces como la de Islam Handam?