La Agencia Espacial Europea (ESA) cumple sus bodas de oro. Su 50 aniversario coincide con el reciente lanzamiento de la sonda espacial Hera y con la ultimación del telescopio Flyeye. También con la preparación de la misión RAMSES ante el esperado sobrevuelo del asteroide Apofis sobre la Tierra y con la presentación del balance de resultados del último simulacro de impacto de un 'gran asteroide' contra la Tierra.
Debido a esta actividad frenética, su equipo ha abierto a EL ESPAÑOL las puertas de su delegación en Villafranca del Castillo, Madrid, para compartir nuevos datos en materia de defensa planetaria. Y lo ha hecho con dos de sus mayores expertos, Juan Luis Cano y Michael Küppers.
El primero es coordinador de información de la Oficina de Defensa Planetaria en la ESA; el segundo es el jefe del equipo científico de los proyectos Hera y Comet Interceptor. Bajo los tórridos 32 grados del verano madrileño, el físico alemán radicado en España y el ingeniero aeronáutico español residente en Alemania, paradojas del destino, reflexionan sobre cuáles son los principales peligros que amenazan a la Tierra y cómo la ciencia estudia prevenirlos.
Michael Küppers, responsable científico de las misiones Hera y Comet Interceptor de la Agencia Espacial Europea (ESA).
"Para empezar, debemos dejar claro que la mayoría de cosas que se publican sobre asteroides son chorradas", desmonta Küppers con una sonrisa mientras camina frente a VILSPA, la gigantesca antena parabólica de 15 metros de diámetro que preside el centro espacial.
"Lo más cerca que hemos estado de algo serio fue por el paso de Apofis en 2004. Tenía una probabilidad de impacto del 2-3%. El otro caso más reciente fue el de YR4, en 2024, que en su máximo acercamiento rozó el 3%. Ahora mismo no tenemos amenazas concretas".
Sin embargo, sólo hace falta buscar en Google 'asteroide' e 'impacto en la Tierra' para encontrar un sinfín de publicaciones alarmistas sobre el 'inminente fin de la civilización'. "Es un sensacionalismo que hace daño", incide Küppers. "No debería divulgarse sobre el potencial catastrófico de unos asteroides que, además, son pequeños. Si la gente lee eso todas las semanas, al final no se lo toma en serio".
Y los asteroides no son para tomárselos a broma.
Michael Küppers (d) y Juan Luis Cano (i) frente a las siglas de la Agencia Espacial Europea, en Villafranca del Castillo (Madrid).
Tan sólo hace falta tomar en consideración los casos de los impactos de Tunguska y Cheliábinsk. El primero ocurrió en 1908, cuando la explosión en el aire de un meteorito sobre Siberia liberó una energía de entre 10 y 15 megatones, aproximadamente de 600 a 1.000 veces la bomba de Hiroshima.
Aún más reciente es la catástrofe de Cheliábinsk, la 'roca' espacial de 20 metros de diámetro y 13.000 toneladas que, al llegar a la atmósfera en 2013, liberó la energía equivalente a otras 35 bombas atómicas, lo que generó una onda expansiva gigantesca que hirió a 1.500 vecinos y generó incalculables daños en más de 7.000 edificios.
Por ello, Agencia Espacial Europea y la NASA llevan años desarrollando departamentos enteros de científicos dedicados a la detección de asteroides y a la investigación sobre cómo desviarlos. Sólo la ESA invierte en Europa entre 60 y 80 millones de euros al año en programas de defensa planetaria. Y lo hace por prevención, pues que algo sea poco frecuente no significa que no sea importante.
"Hoy en día conocemos 40.000 NEOs". Es decir, Near Earth Objects, objetos cercanos a la Tierra, asteroides y cometas, que orbitan alrededor del Sol y cuyas trayectorias podrían acabar cruzándose con la terráquea. La mayoría son pequeños, por lo que en caso de impacto en zonas pobladas se podría mitigar su efecto mediante evacuaciones; aunque no todos los escenarios son predecibles o sencillos. El problema es que hay decenas de miles de NEOs que no se detectan".
A raíz de eso, la ESA ha desarrollado un telescopio mucho más potente y eficaz, Flyeye, que actualmente se está testando en las instalaciones de la agencia en Matera, Italia, y que estará plenamente operativo en Sicilia a principios de 2027. "Va a ser un salto cuantitativo. Entre tres y cinco veces más del ritmo actual de descubrimiento de NEOs y de asteroides en general", asegura Juan Luis Cano.
Después de la entrada en vigor de Flyeye, la ESA planea poner en marcha el proyecto RAMSES, aún en fase de estudio, que quiere lanzar oficialmente en 2028. Se trata de un satélite que se mandará a órbita para observar y analizar el retorno del asteroide Apofis en abril de 2029, pues pasará a menos de 32.000 kilómetros de la superficie terrestre. "Pasará tan cerca que podremos verlo con nuestros propios ojos", aseguran los científicos.
Juan Luis Cano, responsable de información en la Oficina de Defensa Planetaria de la Agencia Espacial Europea.
No obstante, el programa de defensa planetaria más ambicioso de la ESA ya lleva años activo, está a pleno rendimiento y parte de una investigación con la NASA. Este esfuerzo conjunto se inició bajo el proyecto AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment), y su rama europea, 'Hera', tiene a Küppers como uno de sus máximos responsables científicos.
La NASA lanzó en 2021 una nave espacial llamada DART con rumbo al corazón de Dimorphos, un asteroide de 150 metros de tamaño que orbitaba como una luna en torno a Didymos, otro de mayor tamaño, de 800 metros. El objetivo de la NASA era desviar el asteroide por impacto cinético, es decir, estrellando DART contra el pedrusco a gran velocidad para cambiar su trayectoria.
"Fue un antes y un después", sentencia Küppers. "Por primera vez demostramos que podemos desviar un asteroide y proteger a la Tierra, siempre que el objeto no sea demasiado grande y lo sepamos con antelación. El impacto de un meteorito es el único desastre natural que podemos evitar".
La misión DART de la NASA se cumplió con éxito en 2022. Entonces la ESA tomó el relevo en las investigaciones a través de la sonda espacial Hera, cuya meta es llegar en 2026 a Dimorphos para estudiar si el desvío forzado por la NASA ha sido efectivo y si el impacto de DART generó tan sólo un cráter o deformó por completo el objeto hasta el punto de dejarlo semi destruido.
Detalle de las misiones DART y Hera de la NASA y la ESA, respectivamente.
Michael Küppers durante la entrevista con EL ESPAÑOL en las instalaciones de la ESA en Villafranca del Castillo, Madrid.
"Ha cambiado la órbita, lo que demuestra que se puede modificar la trayectoria de una luna alrededor de un asteroide. Una vez llegue, Hera deberá hacer la caracterización de los objetos y analizar su forma. Además, llevará dos CubeSats autónomos –Juventas y Milani–, un poco más grandes que un ordenador, que realizarán investigaciones independientes y complementarias".
Este conjunto de iniciativas ha marcado un hito en la estrategia internacional para anticiparse a posibles amenazas procedentes del espacio. Pero más allá de las misiones y tecnologías desarrolladas por la ESA, resulta crucial establecer procedimientos claros y coordinados de actuación en caso de riesgo real. Con ese objetivo, tanto la ESA como la NASA han desarrollado un marco de respuesta que define cómo se deben detectar, evaluar y, si fuera necesario, neutralizar estos objetos antes de que puedan causar daños en la Tierra.
Protocolo ante un impacto inminente
La Oficina de Defensa Planetaria de la Agencia Espacial Europea, explica Juan Luis Cano, su coordinador de información, forma parte del Programa de Seguridad Espacial de la ESA. Esta tiene como finalidad proteger la Tierra, a sus habitantes y las infraestructuras críticas del planeta frente a amenazas naturales, como los asteroides, y de origen humano, como la basura espacial.
"Dentro del segmento de protección espacial tenemos tres líneas de actuación", continúa Cano. "Por un lado, el análisis de la meteorología espacial, ya que, debido a la actividad del Sol este puede suponer un peligro para nuestras infraestructuras. No podemos prevenir una tormenta solar pero sí anticiparse y mitigar sus efectos en infraestructuras sensibles [redes eléctricas, sistemas de navegación por satélite...] para evitar, por ejemplo, un apagón".
En segundo lugar, la ESA tiene un equipo dedicado a la basura espacial. Este departamento es extremadamente importante, ya que los científicos temen que algún día un exceso de elementos en órbita pueda provocar lo que se conoce como síndrome de Kessler. Es decir, una reacción en cadena de colisiones entre basura espacial o satélites inactivos que puede generar fragmentos incontrolables, multiplicando el riesgo de nuevos impactos y dificultando el acceso al espacio en ciertas órbitas.
"Y, en tercer lugar, estamos nosotros, los de defensa planetaria". No es ciencia-ficción, sino ciencia, a secas. Un escudo teórico y experimental que, en caso de emergencia, podría convertirse en un sistema de protección para salvarnos la vida.
Cano y Küppers durante la entrevista con EL ESPAÑOL.
"El caso de 2024 YR4 fue la amenaza asteroidal más relevante de los últimos 20 años", afirma el ingeniero aeroespacial Cano. En febrero, las observaciones iniciales permitieron descartar un impacto con la Tierra, pero las medidas obtenidas posteriormente por el telescopio James Webb dejaron un remanente de "un 3-4% de que pueda impactar con la Luna en diciembre de 2032".
Gracias a este episodio, "hemos podido testear o validar una serie de procedimientos elaborados en 2018", que definen los criterios de activación y respuesta frente a objetos potencialmente peligrosos. "Ha sido el ejercicio más veraz y realista que hemos realizado a nivel internacional".
Pero hay más. En 2024, mientras el equipo de defensa planetaria estudiaba YR4 y presentaba los resultados, la ESA, paralelamente, hizo un simulacro de actuación ante una amenaza ficticia de un impacto de asteroide sobre la Tierra. Gracias a su know how, han podido desarrollar una serie de criterios internacionales bien definidos.
"Si un asteroide tiene la probabilidad de impacto de un 1%, la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN), que integra a la ESA y la NASA, comunica la situación a las Naciones Unidas. Si el riesgo sube al 10%, los países tienen que empezar a tomar medidas específicas", ilustra Cano.
Los científicos de la Agencia Espacial Europea explican el proyecto Hera.
Si un objeto cercano a la Tierra supera los 50 metros de diámetro y presenta riesgo comprobado de impacto, el Grupo Asesor para la Planificación de Misiones Espaciales o SMPAG, una red de más de 10 agencias espaciales que incluye a la ESA, NASA, JAXA, Roscosmos, CNSA y otras, puede activar discusiones formales sobre posibles misiones de mitigación.
Estas decisiones se apoyan en directrices establecidas desde 2018 y se comunican a través de canales internacionales respaldados por la ONU. "Por debajo de 50 metros se dejaría impactar el objeto, pero habría que evacuar la zona de impacto de inmediato. Si es mayor de 50 metros, el acuerdo es que las agencias espaciales se sienten y se valoren las opciones de misiones".
Gracias al simulacro, la ESA ha logrado validar por primera vez la operatividad real de los protocolos IAWN y SMPAG. Se trató de una mera amenaza moderada, ficticia, pero suficiente para comprobar cómo se activa la cadena de respuesta y estudiar qué margen ofrecen las herramientas actuales para anticiparse a un posible impacto.
La gran pregunta es: ¿se puede desviar cualquier cosa? "Aquí el tamaño importa", bromea Cano, quien incide en que la peligrosidad y la urgencia con la que hay que 'tratar' los asteroides depende, esencialmente, de cuánto midan.
Para objetos pequeños, una potencial técnica sería el uso del pastoreo de haz de iones, una iniciativa en la que ha estado involucrada activamente por la Universidad Politécnica de Madrid.
"Parece eficaz para cambiar las trayectorias. Se trata de llegar con un satélite al asteroide para desviarlo, volar en formación con él y proyectar un haz de iones de propulsión eléctrica para cambiar la trayectoria". Es un método de gran precisión, pero de empuje bajo, por lo que sólo es práctico si se detecta el objeto con años o décadas de antelación.
"Los asteroides de más de 1 kilómetro son peligrosos y difíciles de deflectar, pero los conocemos casi al completo y no creo que toque desviarlos", continúa Cano. "Hasta 500 metros sabemos que un impacto cinético –como el de DART– puede ser efectivo. El problema está en el rango de entre 500 a 1.000 metros. Son estos asteroides los que requerirían soluciones drásticas".
Por ejemplo, ante la llegada de un 'gran asteroide' podría llegar a usarse armamento nuclear. "Esta idea les gusta mucho a nuestros compañeros norteamericanos", bromea Cano.
"Ahora mismo los reglamentos del espacio lo prohíben, pero llegado el caso, el comité de defensa de Naciones Unidas podría aprobar el uso de explosivos nucleares". No obstante, llegar a una situación así parece poco probable en un horizonte cercano.
